sábado, 11 de septiembre de 2021

Reflexiones de una maestra sobre el desmontaje de la ideología revolucionaria en adolescentes y cómo enfrentarla.

Las mentes estructuradas científicamente buscan en el espectro analizado regularidades, leyes, principios y otras generalidades como causas, efectos, etc. Pero cuando escogemos como objeto de estudio la espiritualidad humana, los límites se borran, se disuelven las exactitudes y se funden las  disciplinas. Muchas veces ante ello nos encontramos desorientados.

 Más confusión aporta cuando el estudio se refiere a la espiritualidad de una grupo etario que no se corresponde con el del investigador. Generalmente cuando se estudian los adolescentes predominan en los investigadores posiciones de autoridad o paternalistas y muy poscas veces de empatía.

Por supuesto, la espiritualidad, como cualquier problema social o humano, es un fenómeno complejo y diverso, de difícil abordaje y hacemos un esfuerzo especial y consiente al hacerlo, por lo que pedimos perdón ante cualquier digresión.

Los enemigos de la revolución han hecho un eficiente trabajo con el propósito de desmontar el imaginario simbólico creado por la revolución en generaciones anteriores, en un sector de la adolescencia cuyos objetivos casi nunca están relacionados con el logro del bienestar como resultado del esfuerzo propio y la superación como vehículo para el asenso dentro del estrato social.

En el escenario simbólico han creado un mundo imaginario donde la riqueza se encuentra al alcance de todos con sólo poseer una tarjeta de crédito y un mercado abarrotado de mercancías, muchas veces superfluas, que se convierten en símbolo de estatus. Entre ellas se encuentran los televisores planos, los celulares, los carros nuevos, la ropa de marca y otras a las que un grupo mayoritario de los adolescentes cubanos desea tener acceso.

Ante este simbolismo superficial han perdido valor las importantes conquistas que la Revolución ha puesto en sus manos; muchas veces porque no cuestan nada, otras porque nacieron con ella y las consideran como un derecho propio y divino, por el que no tienen que dar gracias. Nosotros hemos contribuido a ello haciéndole cada día la vida más fácil. Si no estudian, hacemos exámenes más fáciles, si suspenden, le repetimos el examen y si no promueven es culpa de los maestros que no hicieron bien su trabajo.  No se tienen que ganar nada porque todo se lo merecen.

Los héroes de generaciones anteriores ya no son sus héroes, ahora –al imaginario creado- se han adicionado nuevos héroes que tienen súper poderes, lanzan rayos láser y viven en un cosmos imaginario y simbólico donde el bien siempre triunfa sobre el mal.

Este micro cosmos imaginario está respaldado por la más moderna tecnología que ha hecho que la televisión cubana pierda atractivo sino se subordina a los cánones de éste mercado, por lo que en muchos casos los programas para adolescentes en la misma, también están cargados de fantasías. Si es otro contenido no lo miran. Detestan el noticiero o los programas que los obligan a salir de ese mundo imaginario y enfrentar la realidad, muchas veces desagradable, rompiendo el ideal fantástico en el pretenden vivir.

La realidad que no pueden evadir y que carece de todo atractivo es la que le brinda el contexto comunitario. La escasez de alimentos y medicamentos, el aumento de los casos de Covid 19, la necesidad del mantener el aislamiento que para los adolescentes constituye un castigo y el deterioro de instalaciones estatales, viales y viviendas por la situación económica que atraviesa el país.

Por la situación epidemiológica, los maestros y estudiantes están ausentes de las aulas y se ha decidido que se impartan a distancia, en la mayoría de los casos,  las asignaturas políticas, reduciéndose estas al envío de taras cuyas respuestas muchas veces se copian por los estudiantes mecánicamente de Internet, sin una lectura crítica, ni análisis de ningún tipo. En tiempos normales se les ha pedido a los maestros de Historia que hagan sus clases más atractivas; pero muchas veces ellos sólo cuentan con un pizarrón, una tiza y mucha voluntad, porque otros medios que se han puesto a su disposición se han ido deteriorando o son escasos. Además, contra las súper tecnologías del enemigo no pueden competir ni los mejores recursos con que cuenta nuestras escuelas.

En los casos más extremos los adolescentes consideran que el imaginario simbólico creado por la revolución en generaciones anteriores es la mentira y la verdad se encuentra en la propaganda que hacen los enemigos en las redes sociales: todo lo que dice el noticiero es mentira, no existe el bloqueo, es la ineficiencia de las estructuras y de los gobernantes socialistas los que causan las penurias del pueblo, ellos viven bien y nosotros mal; en Cuba se reprime, hay desaparecidos, fosas comunes y otras barbaridades extraídas de ese espectro.

La libertad de viajar y ponerse en contacto con otros mercados en países donde no hay escuelas, la medicina es costosa y no está al alcance de las mayorías, que tienen un futuro incierto o no tienen futuro; pero, sin embargo, tienen tiendas abarrotas de productos, les nublan aún más la visión de la realidad. Los mensajes de familiares y amigos que viven en el mundo desarrollado les hacen creer que de ellos es que puede venir el progreso a Cuba.

Inútil es explicarle que el subdesarrollo lo crea el propio desarrollo capitalista, para ello eso sólo es un cuento de los comunistas y si prendes explícaselo cierran los canales de comunicación, porque eres tú el que lo quieres manipular, engañar, etc.

¿Cuando comenzó el desmontaje de la ideología revolucionaria entre los adolescentes por parte del enemigo? Muchos contestarían que siempre ha existido, pero ahora cuanta con nuevos medios y mucho más atractivos. Los adolescentes no se separan del celular, el Whatsaap forma parte de su actividad cotidiana y la información que reciben por ahí es personalizada: me lo dijo mi primo, o le sucedió a un amigo de ese amigo, el no tiene porque mentirme.

Creo que un momento crucial de este desmontaje fue la aparición del “Paquete”. Ahí escojo lo que quiero ver, no me lo impone nadie. Cientos de adolescentes cambiaron su rutina de vida. Después de las actividades obligatorias, se encierran en sus casas a ver novelas y series, mientras los padres están tranquilos de tenerlos ahí. Después van al gimnasio o la peluquería para cultivar su imagen exterior, la cual les importa mucho más que cultivar su mente y cuando se reúnen con sus amigos hablan de la serie o la novela nueva o de el nuevo color del pelo, temas mucho más atractivos para ellos que el efecto del neoliberalismo en los pueblos de América o la crisis global. Se dicen apolíticos, o expresan que no les interesas los temas en ese campo, aunque  esa postura no tenga cabida en la lógica actual. Si los adultos le piden dialogar sobre sus inquietudes, se quedan callados, porque nosotros sólo queremos que hablen para reprimirlos.   

Indiscutiblemente el 10 y el 11 de julio fue un detonante que nos ha puesto a reflexiona a todos y a correr a algunos. Pero el proceso de desmontaje de la ideología revolucionaria entre los adolescentes es un proceso largo y continuo de años, que ahora se ha exacerbado. ¿Qué hacer ante este panorama desmotivador?

Indiscutiblemente no podemos darle la vida fácil que ellos quieren, porque  llenar las tiendas de “pacotiila” en plena crisis motivada por la pandemia y el bloqueo, sería sólo posible renunciado a las conquistas de la Revolución y el desarrollo; pero es necesario crear un sistema de estímulos dirigido especialmente a estas edades, vinculados al estudio y el trabajo; premios materiales y espirituales que ellos tengan que obtener con su esfuerzo, pero que sean posibles y reales.

Es lógico que tenemos que estudiarlos bien en qué consistirían, para no repetir la parábola del burro y la zanahoria, que nos recordara Fidel; pero, por ejemplo, me atrevería a proponer que se les facilitar a los pesquisadores de las Universidades y Escuelas de Salud Pública, la venta de bicicletas a plazos, que puedan adquirir con el pago de sus estipendios, como se está haciendo en la Universidad de Villa Clara. También se pueden crear concursos de conocimientos y habilidades para otorgar, de manera especial, carreras atractivas como turismo, arte, comercio y otras.

También es necesario dotar a los maestros –en la medida de las posibilidades- de mejores medios técnicos como por ejemplo, celulares pagados, acceso a internet con facilidades y superación en materias comunicacionales de forma sistemática, como se hace en otros sectores como la prensa o los artistas. Es inamisible que el maestro se entere por los alumnos de qué se habla en las campañas difamatorias que orquesta el enemigo, es necesario estar preparado para enfrentarlas.

Estas son sólo algunas ideas que me preocupan sobre la situación actual del trabajo con adolescentes. Ellas han surgido de la práctica de más de cincuenta años como maestra. Ruego que me perdonen por cualquier digresión fruto de la individualidad de mi proyección.

Muchas gracias

 

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