lunes, 21 de junio de 2021

El bloqueo también interrumpe el intercambio cultural, científico y académico.

Dice la potencia hegemónica mundial que es un fiel propagador de la cultura global, pero, los científicos, intelectuales y académicos del mundo se cuestionan por qué este país poderoso impide que los norteamericanos conozcan y disfruten de la tierra que Ernest Hemingway escogió para vivir dos de las décadas más prolíferas de su vida.

 El bloqueo es cruel e inhumano en muchos sentidos, sobre todo por querer vencer por hambre a un pequeño pueblo cuyo único pecado ha sido querer desarrollar una política independiente y soberna; condición por la que ha luchado por más de un centenar de años. Es brutal cuando condena a niños, ancianos y hombres en general a la carencia de recursos elementales para su supervivencia tales como, medicamentos, alimentos, o medios técnicos, sólo porque tienen una etiqueta que dice Made in USA. Es bárbaro cuando impide a los hijos y los padres comunicarse plenamente, o hasta despedirse al final de la vida; pero sobre todo se convierte en un símbolo de ignorancia cuando impide a dos pueblos abrazar sus culturas.

"Creo que si el presidente Trump da marcha atrás en las relaciones, estará de verdad desfavoreciendo a su país", sostuvo Efe Valerie Hemingway -nuera del autor y su secretaria personal durante los últimos años de su vida- en el 16 Coloquio Internacional Ernest Hemingway, celebrado en La Habana durante el año 2015. Para ella un retroceso en el deshielo es "una tragedia" porque impediría a sus conciudadanos conocer "este maravilloso paraíso" y a su "amistoso e inteligente" pueblo”.

La deuda en el intercambio científico, cultural y académico, entre otros renglones, que deja el bloqueo para ambos pueblos y el mundo, niega las propias leyes objetivas del desarrollo actual del capitalismo, basado en la internacionalización de los mercados, las mercancías, los capitales y los Estados y que conocemos como globalización. Va contra su propio desarrollo y es reaccionaria en su esencia. Sin contar que sesga la espiritualidad humana al impedir el intercambio pueblo a pueblo de dos países, que por ser territorios vecinos, comparten elementos de su  cultura.

Ernest Hemingway encarnó como nadie en su vida y escritos, lo positivo del entendimiento entre Estados Unidos y Cuba. Es muy amado en los dos países, pero las restricciones en los viales de los norteamericanos a Cuba impiden el intercambio cultural entre los dos pueblos que se ven representados en Hemingway, un norteamericano que amó mucho a Cuba y pasó 21 años de su vida viviendo en esta isla. También impide que los norteamericanos puedan  visitar el Museo Hemingway, ubicado en la finca "La Vigía", la que fuera residencia del autor a las afueras de La Habana desde 1940 hasta su suicidio en EE.UU en 1961, y que se encuentra tal y como él la dejó.

En este simple hecho se muestra como el genocida bloque es antinatural a los rasgos esenciales humanos, no se pueden poner fronteras a la sensibilidad del hombre sin exhibirse como bárbaros; ésta es universal y sin límites como lo demostró el internacionalismo de Henry Reeve que hoy se multiplica en el accionar miles de galenos cubanos que parten a cualquier lugar del mundo que reclame su humanismo.

Otro ejempló de barbarie del bloque imperialista es mantenerse y arreciarse durante una pandemia mundial que lacera al ser humano. Este hecho muestra cómo los Estados Unidos convierten la vida humana en una ficha de cambio de su geopolítica, posición completamente carente de sentido y que muestra su posición ante el primero de los derechos humanos: el derecho a la vida. “Aunque cada persona y cada pueblo tiene derecho a una vida sana y a disfrutar el privilegio de una existencia prolongada y útil, -decía Fidel en el acto de constitución del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”- las sociedades más ricas y desarrolladas, dominadas por el afán de lucro y el consumismo, han convertido los servicios médicos en vulgar mercancía, inaccesibles para los sectores más pobres de la población”.

A pesar de que la prensa internacional más reaccionaria intenta demonizar a Cuba, es indiscutible el un privilegio el haber compartido estos tiempos y coexistir con el heroísmo del pueblo cubano que ha soportado con dignidad el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos por más de 60 años; así como, es un privilegio poder conocerlo y compartir con  él. Ya decía José Martí ““¡Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas,…”[1]. Privilegio inmenso es haber coexistido con hombres de la talla de Fidel, Camilo, Guevara; o vernos deleitado con intelectuales de la estatura de Carlos Rafael. Carpentier, o Guillén, por sólo mencionar a algunos pocos. Privilegio es ver correr en las pistas a Juan Torena o a Ana Fidelia, saltar a Sotomayor, pelear a Stevenson o bailar a Alicia Alonso. ¡Qué privilegio ser hijo de este pueblo!

Por eso el mundo, a pesar de ser un pequeño archipiélago de algo más de 10 millones de habitantes, nos admira, nos apoya y nos sigue. Prestigio moral el de Cuba que a pesar de las presiones no ha claudicado en sus principios, no ha traicionado, ni agredido a nadie. Por el contrario, manda hombre por el mundo para sanar las heridas del el subdesarrollo, el capitalismo, el colonialismo, el neocolonialismo, el racismo, el fascismo y el imperialismo, haciendo gala de su humanismo. Es por eso cada año -entre otras manifestaciones de solidaridad- la Asamblea de las Naciones Unidas respalda la Resolución cubana para poner fin al bloqueo y aísla a Estados Unidos en su postura de barbarie, agresión y genocidio que ponen en evidencia su esencia explotadora, antidemocrática y violadora de los derechos más sagrados del hombre, lacerando no sólo su vida, sino también su espiritualidad.  

Ya sobran palabras, ante tamaña presión mundial sólo le queda al prepotente dictador de los pueblos del mundo, -quien incapaz de resolver sus propios problemas de violencia, racismo institucional, crisis y epidemia- pretende dictar a otros su accionar: poner fin al bloqueo es el imperativo que reclama la humanidad. 

 



[1] Martí, José. Obras Completas. Tomo 4 pág. 271

 

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