Casi
al final del camino ascendente, se detuvo antes de comenzar el descenso y se
dio cuenta que para crear un mundo solidario y unido, hay que empezar por la
unidad del barrio.
Los
barrios son muy diversos y en ellos hay una población desigual, variada,
pintoresca. Pero el barrio en sí mismo es tan disímil como homogéneo. En lo
desigual, los habitantes están unidos por la cultura, la complicidad, los lazos
filiares, camaraderiles, de colaboración o de simple conocimiento. Es un
arcoíris de colores, gustos, sensaciones, caracterizado por el bullicio de la
diversidad de opiniones, pero a la vez, sabiendo guardar silencio ante lo que es ajeno
a otros, lo que es “cosa nostra”. Nada escapa al ojo de la comunidad, ni a su
bullicio, ni a su silencio.
¿Cómo
lograr la unidad en lo diverso? Engels
nos decía que: “Las relaciones económicas en una sociedad dada se
manifiestan, en primer lugar, como intereses”[1] El
barrio en su multiplicidad lo integran diferentes clases y grupos sociales; sin
embargo, hay grupos que los caracterizan por su estatus económico. Hay barrios
de lujo, barrios de clase media, barrios urbanos, barrios rurales, barrios
ricos o barrios pobres. Más que las personas que lo integran, ello lo evidencia
el `propio espacio físico. Sus edificios, sus calles, sus sistemas hidráulicos,
su alumbrado, la recogida de desperdicios, etc. A pesar de la igualdad social
como intensión, estas diferencias subsisten y está también en la mete y el
accionar de las instituciones y de los órganos de poder. Provenientes del
capitalismo estas se han mantenido en el socialismo y se han reafirmado.
Los
gobernantes que se mudan a los barrios de lujo y pasean por las iluminadas
avenidas, a veces se olvidan de otros barrios menos favorecidos. Si nos
aferramos al materialismo dialéctico, para lograr la unidad del barrio, primero
hay que descubrir sus intereses. ¿Cuál es el estatus y hacia dónde quiere
avanzar?
Entonces
no son iguales los intereses de las comunidades que habitan en los barrios
humildes y la de los prósperos. Pero en algo no difieren, todos quieren
mejorar. Entonces el que quiera logros la unidad del barrio tienen que tener un
proyecto para sus habitantes que explique cómo renovar las condiciones de vida.
Los
materialistas saben que la única fuente de riqueza es el trabajo, pero según el
nivel cultural y político del barrio, el trabajo debe brindar mejorías más
mediatas o inmediatas. Generalmente el subdesarrollado piensa en el hoy y no en
el mañana. Los proyectos a largo plazo no tienen atractivos para este tipo de
mentes, por eso elevar la cultura es una vía ineludible para vislumbrar las perspectivas
de un proyecto. Pero los líderes en las escuelas y centros de cultura del barrio
están integrados generalmente por sus habitantes.
¿Cómo
puede el maestro o el promotor cultural que pertenece a un ambiente
sociocultural proyectarse por encima de él. Es muy delicado. Sólo los talentos
pueden mirarse desde fuera. Lo que sucede generalmente es que estos líderes
reproducen su propia proyección ideológica y su propia cultura. Por eso hay
barrios donde predominan las soluciones inmediatas para alcanzar la
prosperidad; tales como, engañar al más débil o al mejor, acudir a posiciones
violentas, robar, especular, revender, etc.; mientras en otros, las
proyecciones son más elevadas, tales como, estudiar, ocupar una posición social
de mayor reconocimiento, obtener ventajas de su estatus intelectual, etc.
La
solución del enigma está en que en los barrios, generalmente, subsisten ambas
posiciones porque existen sendos tipo de personas. Ello nos indica que hay que
descubrir los que verdaderamente tienen condiciones de líderes positivos y no
utilizar cómo práctica que estos pasen a desempeñar funciones superiores
acordes con sus aspiraciones, dejando desprovista al barrio de estos modelos.
También muy difícil.
Cuando
tal situación no se dirige correctamente, suele suceder que el liderazgo se
logra por el estatus económico, sea éste lícito o ilícito, y surgen líderes que
no son los mejores referentes. Mientras más rápido logró enriquecerse, mayor
reconocimiento tienen. Incluso surgen símbolos de status como las cadenas de
oro, las motos o celulares, la reconstrucción o construcción de viviendas y
hasta el “hacerse santo”, que son aceptados y hasta privilegiados en la opinión
pública.
Generalmente
los que se encuentran en el grupo que aspira al mayor progreso, no se
manifiestan de forma destacada en el barrio, porque otras tareas los abruman, o
por temor a no ser comprendidos por la mayoría de sus coterráneos. Esto impide
el crecimiento del barrio, dejando espacio al predominio de símbolos y
actitudes negativas.
Pero
no se puede olvidar que la autoridad se alcanza con respeto. Las instituciones
y organismo tienen que utilizar mucho más el reconocimiento social y el
estímulo con los que defienden proyectos desarrolladores y castigar socialmente
a los líderes oportunistas, que logran un estatus económicos ilegalmente.
Para
lograr la pretendida unidad del barrio es necesario que los desarrollistas
ocupen los puestos claves en el liderazgo de las comunidades y limpiar a las
organizaciones comunitarias de líderes negativos. Algo complejo. Si partimos de
los intereses económicos, muchos de estos líderes utilitarios ocupan cargos
sociales para obtener privilegios de los mismos y a la larga eso lo sabe el
barrio. Por ello carecen de autoridad y respeto.
Todo
lo anterior demuestra que las autoridades gubernamentales deben analizar el
fenómeno social del barrio con más detenimiento, si es que de verdad quieren
lograr la solidaridad y la unidad en este contexto. Ser más exigente con los
que se desvían de la posibilidad desarrollista que predica el modelo socialista
y promover, premiar y estimular las conductas acordes con éste, como sucede
actualmente con los trabajadores de la salud. Diferenciar a unos de otros no es
algo imposible, sólo hay que mirar a sus símbolos de estatus.
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