Casi al final del camino ascendente, se detuvo antes de
comenzar el descenso y pensó que a problemas globales les corresponden
soluciones globales: una luz al final del túnel.
Un estimado académico[1],
preguntaba hace algún tiempo, si los grupos de poder estaban tramando la
formación de un gobierno global. Y estaba en lo cierto. La proliferación de
organismos internacionales y sus nuevos poderes vislumbraba esa confabulación. En
1975 se creó el Grupo de los Siete G-7, hoy G-8, formado por Alemania, Canadá,
Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y la Conferencia Económica
Asia Pacífico (APEC); se ampliaron las funciones del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial (antiguo BIRF) que actualmente diseñan,
imponen y controlan políticas macroeconómicas; Se reunió en la Organización Mundial de
Comercio (OMC) (antiguo GATT) el comercio de bienes y servicios, las
inversiones, la propiedad intelectual y el medio ambiente, cuestionando la
atención de estos asuntos por la ONU; se adicionaron como funciones de la OMC,
además, el seguimiento y evaluación de las políticas comerciales de los países,
subordinado el desarrollo al libre comercio corporativo; grupo de
personalidades de países desarrollados se dedicaron al asesoramiento de los más
poderosos círculos del poder mundial, entre ellos, el Fórum Económico Mundial o
de Davos, la Comisión Trilateral y Grupo Bilderberg; surge el consenso sobre la
necesidad de instrumentar una política de reformas de la ONU por considerar la
incapacidad de los Estados nacionales y los ciudadanos, para tratar los
problemas del mundo contemporáneo y la preeminencia en la misma de los actores
supranacionales. Estos y otros hechos ponían en evidencia en el entramado
político la intensión de la conformación de un gobierno global.
Hoy, más que una intensión, es una necesidad. Los
problemas del mundo actual reclaman decisiones globales, pero no las que
convienen a los órganos de poder internacional guiados por la ideología
neoliberal y el poder económico de las trasnacionales. Hoy se necesita un
gobierno global que responda a los intereses de la humanidad o acabarán con el
Hombre, destruirán el planeta.
Problemas como la crisis energética, la falta de control
sobre el crecimiento de la población, la extensión de la pobreza, las migraciones hacia las áreas urbanizadas de los países más desarrollados, la
explosión urbana, el aumento de los problemas sociales tales como el crimen organizado y la violencia, el
analfabetismo, la insalubridad, la situación de las minorías, la drogadicción y
la prostitución, el cambio climático, la crisis del orden
jurídico internacional, el terrorismo y las amenazas militares, la
monopolización de los conocimientos científicos, el establecimiento de patrones
de consumo político, cultural y educacional que privilegian a las clases
dominantes, la crisis de la cultura debido al proceso de inversión de los
valores universales y más recientemente la pandemia global provocada por la
propagación del corona virus –entre otras- , reclaman de inmediato la atención de todos y no tienen
solución a nivel nacional, ni local.
Todos estos problemas se agravan
en la situación actual. Una enfermedad que no reconoce fronteras, ni estatus económicos, ni etnias, ni edades
amenaza a la humanidad. Ante ella aparecen como imágenes ridículas y
antinaturales los chovinismos, el racismo, la xenofobia, el militarismo, los
enfrentamientos políticos e ideológicos. Siempre sabia la naturaleza nos
muestra el origen natural del ser humano, reduce sus vanidades de superhéroe y
nos muestra cara a cara su vulnerabilidad.
Ella sólo es el preámbulo de la
crisis económica que se cierne sobre nuestras cabezas y amenaza con agudizar
todos los problemas globales. Aumentarán las migraciones hacia el “primer
mundo”, los enfrentamientos violentos ante la escasez de recursos, crecerán las
mezquindades humanas y ante ellas es necesario levantar la solidaridad,
proliferar los mejores valores del hombre, apelar a lo más humano de todos lo
humano por la subsistencia.
Ya se levantan las voces de los
más afectados, los “no alineados”, los pobres de la tierra, pero no basta. Es
necesario que se alce unida la voz de los multilateralitas, de los socialistas,
que se les arrebate el poder mundial a los hegemónicos. Y la voz más alta debe
ser de los que -dentro de las posiciones más progresistas- llevan la voz
cantante, para ganar en buena lid, el liderazgo mundial. Recordando a Marx y
Engels, ellos nos decían: ““El comunismo empíricamente, sólo puede darse
como la acción consciente o simultánea de los pueblos dominantes, lo que
presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio
universal que lleva aparejado”.[2]
No dejemos escapar de nuevo la oportunidad de que el mundo sea liderado por
los solidarios, los internacionalistas, las humanistas, los socialistas.
No es tarea fácil, el
imperialismo en sus estertores es capaz de lanzar a la humanidad al holocausto,
hay que impedirlo. No hay guerra sin soldados y los que pelean, los que mueren
en el frente de batalla peleando guerras imperialistas que sólo los usan con
propósitos egoístas, son los pobres. No es la primera vez que nos enfrentamos a
una situación similar, ya la en 1917, “La Tercera Internacional” llamó a la
unidad de los proletarios durante la Primera Guerra Mundial, dando como
resultado el primer país socialista del mundo; ya la Segunda Guerra Mundial
demostró al mundo que cuando se utilizan sabiamente a las masas, muere el
fascismo y triunfa la solidaridad humana.
Busquemos consenso sobre ideología e intereses para
salvar al mundo, para salvar a la humanidad.
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