sábado, 23 de mayo de 2015

Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana de Federico Engels.

Autora: MsC. Elizabeth Azopardo Núñez. Introducción: Durante un largo período, desde Descartes hasta Hegel y desde Hobbes hasta Feuerbach, los filósofos no avanzaban impulsados solamente por la fuerza del pensamiento puro, al contrario, lo que en realidad los impulsaba eran los progresos de las ciencias naturales y de la industria. El materialismo del siglo XVIII era predominantemente mecánico, porque en aquel entonces la mecánica de los cuerpos sólidos, la gravedad, era de todas las ciencias naturales la única que había llegado de cierto modo a un punto de remate. La segunda limitación de este materialismo consistía en su incapacidad para concebir el mundo un proceso, como una materia sujeta al desarrollo histórico, modo metafísico, es decir, anfidialéctico de filosofar. En Hegel, la naturaleza como mera enajenación de la idea, no es susceptible de desarrollo en el tiempo, estando sólo desplegada en el espacio, por lo que se halla condenada a la repetición perpetua de los mismos procesos. Esta concepción antihistórica imperaba también en el campo de la historia. En este trabajo se pretende analizar cómo se trasformó el objeto de estudio de la Filosofía y sus problemas fundamentales a partir del estudio de la obra de Federico Engels “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” 1. Transformación del objeto de estudio de la filosofía. El viejo método de investigación y de pensamiento que Hegel llama metafísico, método que se ocupaba preferentemente la investigación de las cosas como algo fijo, tenía en su tiempo una gran razón histórica de ser. Había que investigar las cosas antes de poder investigar los procesos. La vieja metafísica que enfocaba las cosas como fijas e inmutables, nació de unas ciencias de la naturaleza que investigaba las cosas, muertas y las vivas, como cosas filas e inmutables. Otro defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluyendo al de Feuerbach- es que sólo considera las cosas, la realidad del mundo sensible, en forma de objeto de observación y no como actividad sensorial humana, no como actividad práctica, no subjetivamente. Así se explica como el aspecto activo fue desarrollado por el idealismo, en oposición al materialismo, pero en forma abstracta, porque el idealismo no conoce, naturalmente, la actividad real concreta como tal. Feuerbach reconoce objetos sensibles, realmente distintos de los objetos mentales, pero tampoco concibe la actividad humana como una actividad objetiva. Feuerbach, tuvo ocasión, todavía en vida, de asistir a tres descubrimientos decisivos de las ciencias naturales: el de las células, el de la transformación del energía y el de la teoría de la evolución de Darwin. Gracias a estos tres descubrimientos y al resto de los progresos de las ciencias naturales, estuvieron Marx y Engels en condiciones de poder demostrar la concatenación de la naturaleza bajo una forma bastante sistemática y adoptar esta visión de conjunto; era la misión que ocurría a cargo entonces de la llamada filosofía de la naturaleza; pero ésta suplantaba las concatenaciones reales que aún no habían sido descubiertas, por imaginarias. Lo referido a la concatenación de la naturaleza, es válido también para el proceso de desarrollo histórico, es aplicable igualmente a la historia de la sociedad y a todas las ciencias que se ocupan de las cosas humanas. Es decir, había que poner en armonía la base materialista, reconstruyendo sobre ella la ciencia de la sociedad. Pero esto no le fue dado a Feuerbach hacerlo, porque en este campo no logró desprenderse de las ataduras idealistas. Los filósofos se habían limitado hasta entonces a interpretar el mundo de diversas maneras; pero de lo que se trataba era de transformarlo. 2. El problema fundamental de la filosofía. El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es desde los tiempos remotos, el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza. El hombre primitivo, sumido todavía en la mayor ignorancia creyó que sus pensamientos y sus sensaciones no eran funciones de su cuerpo, sino de un alma especial. Desde entonces tuvo que reflexionar acerca de las relaciones entre esta alma y el mundo exterior. El problema supremo de toda filosofía, tiene sus raíces, al igual que toda religión, en las ideas limitadas e ignorantes del estado de salvajismo. ¿El mundo fue creado por Dios o existe desde toda la eternidad? A partir de la respuesta a esta pregunta los filósofos se dividieron en dos grandes campos: Los que afirmaban el carácter primario del espíritu frente a la naturaleza, y por tanto admitían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma, formaban parte del campo del idealismo. Los otros, los que representaban la naturaleza como lo primario, figuraban en las diversas escuelas del materialismo. 2do. problema: Pero el problema de la relación entre el pensar y el ser encierra, además, otro aspecto a saber: ¿Qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea, con este mismo mundo? ¿Es nuestro pensamiento capaz de conocer el mundo real; podemos nosotros, en nuestras ideas acerca del mundo real, formarnos una imagen refleja exacta de la realidad? En el lenguaje filosófico, esta pregunta se conoce con el nombre de problema de la identidad entre y el pensar y ser y es contestada afirmativamente por la gran mayoría de los filósofos. Pero otros filósofos niegan la posibilidad de conocer el mundo. La refutación más elocuente a estas extravagancias, es la práctica o sea, el experimento y la industria. Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural reproduciendo nosotros mismos, creándolo en sus mismas condiciones, si además podemos ponerlo al servicio de nuestros fines, damos al traste con la cosa en sí inapreciable de Kant. 3. La problemática antropológica. “La misión de la época moderna fue la realización y la humanización de Dios -la transformación y disolución de la teología en antropología”-afirmaba Feuerbach. Tocó a Marx y a Engels elaborar una nueva concepción del desarrollo antropológico basado en el estudio científico de la sociedad. La historia del desarrollo de la sociedad difiere sustancialmente, en un punto, de la historia del desarrollo de la naturaleza. En la historia de la sociedad los agentes son hombres dotados de conciencia, que actúan movidos por la reflexión, por la pasión, persiguiendo determinados fines; aquí nada se realiza sin una intención consciente, sin un fin propuesto. Ello no cambia que el curso de la historia esté sujeto a leyes generales de carácter interno. Los fines de los actos son obra de la voluntad, pero los resultados en la realidad, no lo son, por eso en su conjunto, los acontecimientos históricos también parecen estar presididos por el azar. Las muchas voluntades individuales que actúan en la historia producen casi siempre resultados muy distintos de los propuestos, a veces incluso contrarios; y por tanto, los móviles tienen también una importancia puramente secundaria. Pero la inconsecuencia no estriba precisamente en admitir móviles ideales, sino en no remontarse, partiendo de ellos hasta sus causas determinantes. Conclusiones: Por tanto, el que quiere investigar las fuerzas motriz que están detrás de estos móviles por los que actúan los hombres en la historia y constituyen los verdaderos resortes supremos de ella, no debían fijarse tanto en los móviles de hombres aislado, por muy relevantes que estos sean, sino en acciones continuadas que se traducen en grandes cambios histórico. Indagar las causas determinantes que se reflejan en la cabeza de las masas que actúan y la de sus líderes, es el único camino que puede llevarnos a descubrir las leyes por la que mueve la historia en su conjunto, al igual que la de los distintos períodos y países. Todo lo que mueven los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas; pero la forma que adopta dentro de ella depende mucho de las circunstancias.

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