lunes, 4 de mayo de 2015

El divorcio y la conducta de los hijos

Elizabeth Azopardo Introducción: En este trabajo se hace un análisis del papel que juega el divorcio en los desordenes conductuales de los hijos cuando no se maneja adecuadamente el mismo. Estamos claros de que los problemas conductuales son un fenómeno multicausal, pero en este trabajo se hace abstracción de otros factores para centrar la atención en las consecuencias del mal tratamiento del divorcio dentro de la relación de pareja y sus consecuencias en la formación de los hijos. El matrimonio es una institución social que une a un hombre y a una mujer bajo diversas formas de mutua dependencia y, por lo general, con el fin de crear y mantener una familia. Dada la necesidad que tienen los niños de pasar por un largo periodo de desarrollo antes de alcanzar la madurez, su cuidado durante los años de relativa indefensión parece haber sido la razón principal para la evolución de la estructura de la familia. Aunque forma de la cultura parental plantea que después del divorcio deben mantenerse normalmente las relaciones padres-hijos, éste, o la ruptura del vínculo matrimonial, está en muchas ocasiones relacionado con la pérdida del vínculo filiar con uno o con ambos padres, aspecto éste que influye nocivamente en el buen desarrollo de los adolescentes. Por su generalidad, es importante analizar las consecuencias de la pérdica parcial de vínculo filiar, en la conducta de los hijos. Desarrollo: En la antropología cultural se llama familia externa al tipo que incluye a múltiples núcleos conyugales emparentados, que comparten lugar de residencia y tutela, repartidos en varias generaciones y líneas colaterales respecto a un antepasado común. Desde este punto de vista, ella es el conjunto formado por el padre y la madre, hijos, nietos, tíos, tías, sobrinos y sobrinas, siempre que coexistan bajo un mismo techo. El parentesco entraña gran importancia en los estudios antropológicos ya que es un fenómeno universal, denota ciertos vínculos humanos fundamentales que establecen todos los pueblos y refleja la forma en que los pueblos otorgan significado e importancia a las interacciones entre los individuos. A este concepto además, hay que adicionarle el concepto extraparental, o sea, aquellos vínculos que se establecen fuera del parentesco y que incluyen todo la actividad social. Ello no niega el valor del padre y la madre en la formación cultural de los hijos, pero asegura que no se debe sólo a ella. En antropología se llama alianza a las organizaciones sociales no basadas en las relaciones de parentesco, que delimitan hacia el exterior y muestran hacia el interior una coalición social de carácter afectivo. Estas alianzas se basan, por regla general, en valores y normas colectivas y persiguen objetivos o fines determinados. Tanto lo interparental como lo extraparental se debe en última instancia la transmisión cultural. Al referirnos en primera instancia a las relaciones interparentales y en particular a las relaciones padre-hijos una vez disuelto el vínculo matrimonial, podemos apuntar que entre los problemas que más afectan a los adolescentes, relacionados con el mal tratamiento de las relaciones de pareja ante el divorcio, se encuentra el que disuelto el vínculo matrimonial, por lo general, se hacen nuevas familias y la vida de los anteriores padres tomas nuevos rumbos, en algunas ocasiones unos más lejos que otros, ubicándose el problema en un plano intermedio entre lo intraparental y lo extraparental. No sólo el divorcio en sí mismo, sino además los nuevos compromisos que se adquieren y los nuevos rumbos que tomaron las vidas de los cónyuges, hacen más difícil la vida de los hijos. Otro de los factores que contribuyen a hacer nocivo para la formación del adolescente la ruptura de la relación de pareja, se encuentra la incomunicación que mantienen ambos padres después del divorcio. Ella es también una causa que afecta la transmisión por la vía materna y paterna de la cultura parental y el logro de la preparación necesaria para la futura incorporación del hijo a la cultura social. En las circunstancias antes mencionadas es donde empieza a jugar un papel la familia sustituta. Los abuelos, los padrastros o madrastras, los tíos y las tías suelen suplir en parte la ausencia de la parte afectada, contribuyendo en algunas ocasiones a la casi disolución del vinculo paternal o maternal con el hijo. María Eugenia Espronceda, en su artículo Conceptos referenciales para un enfoque antropológico de la familia y el parentesco, plantea: “Somos consientes que las figuras paternas y maternas no suprimen por sí solas al más amplio grupo de parientes respectivos: Se puede producir un singular sistema de relaciones en los cuales el reconocimiento paterno y materno no garanticen vínculos afectivos y estables hacia sus respectivos afines. Inversamente, algún miembro puede hacerse cargo de dicha responsabilidad en sustitución de los padres, cosa que ocurre con más frecuencia de los que pudiera pensarse.” Sin embargo, la conducta de hijos a los que se le suprime o sustituye la presencia de uno u ambos padres, se ve afectada un una u otra medida. Como refiere Olmedo Moreno “La índole del los problemas sociales que pueden ser estudiados bajo los presupuestos de que las relaciones de parentesco constituyen una forma de vínculo social son aquellos que están bajo el dominio de lo conductual”. Este tema presupone que los hijos de padres divorciados presentaban alteraciones conductuales, motivadas o no sólo por los conflictos que le acarreó el divorció pero sí de seguro influidas o agravadas por él, sin embargo, existen otros factores que pueden también incidir en los mismo. Entre ellos se pueden mencionar: las salidas del país, la enfermedad mental, el alcoholismo, los padres sustitutos, la incomunicación entre los padres y entre padres e hijos. No obstante, la coincidencia de que en la mayoría de los casos en que adolescentes habían perdido el vínculo sistemático con uno o con los dos padres, estuviera relacionado con problemas conductuales en lo que a la actividad escolar se refiere, asegura que el divorcio de los padres es un elemento contentivo de desordenes en los hijos. Las manifestaciones de desórdenes conductual en los adolescentes, abarcaba una amplia gama en correspondencia con otros factores influyentes; tales como pueden ser: coeficientes de inteligencia, personalidad, costumbres, valores, etc.; trasmitidos o no por el resto del grupo parental. Algunas de las manifestaciones conductuales de los adolescentes afectados por el divorcio de sus padres son: retraimiento, inseguridad, sentimiento de culpa, agresividad, desorden emocional, etc. Se puede apreciar además, que el mayor o menor rendimiento académico, lo que puede estar determinado por mayor o menor coeficiente de inteligencia, en ocasiones también se encuentra relacionado con las dificultades que se afrontan los adolescentes después de la ruptura de la pareja de sus padres. Se nota que la mayoría de los casos que los hijos de padres divorciados, presentan problemas de conductas inadaptadas, pero además -a consecuencia de ésta- bajos rendimientos académicos. Sin embargo, no son sólo las relaciones familiares la que determinan el accionar conductual, ni las únicas capaces de trasmitir la cultura social. Como plantea Espronceda Amor: “Si se ha tenido descendencia y la pareja se disuelve, ello no significa una ruptura definitiva entre los implicados respectivamente, por lo que los elementos referidos de naturaleza intraprental, también tienen tal connotación para lo interparental, con particular incidencia sobre la formación de normas culturales” . Para ella la cultura parental heredada debe verse en interrelación con las instituciones, otros grupos sociales y la propia subjetividad de los actores sociales en interrelación dialéctica, ya que ellas determinan la cultura interparental y por tanto social. Lo anteriormente expuesto pone de manifiesto que no sólo en las relaciones parentales -en el caso que nos ocupa las insustituibles relaciones padre hijo- hay que buscar las causas de alteraciones en las manifestaciones conductuales, ya que la cultura social puede jugar un importante papel en la formación social del individuo. Ello nos alerta a afirmar que el tema tratado no puede ser conclusivo hasta que no se profundice en otros factores que pueden estar estimulando lo conductual en los individuos, especialmente la cultura social. Conclusiones: Especial atención se concede en el trabajo presentado al papel de las relaciones interparentales o lo que también se conoce como alianza, al faltar el vínculo sistemático con los padres biológicos. Dichas relaciones pueden convertirse, de desarrollarse armónicamente, en forma sustituta de transmisión de la cultura parental efectiva. También el trabajo reconoce el papel de la cultura social que llega a los adolescentes mediante la institución docente y que –de desarrollarse de forma adecuada- puede incidir paulatinamente en la corrección o sustitución de conductas desajustadas. En particular se reconoce a la escuela un papel importante no sólo en la transmisión de conocimientos; sino además, en la entrega de los valores, sistemas de ideas, costumbres, tradiciones, etc., que forman parte de la cultura nacional y universal. Como decía José Martí, nuestro Héroe Nacional: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida ”. Bibliografía: Espronceda, M.E, Conceptos referenciales para un enfoque antropológico de la familia y el parentesco. En Antropología Social. Ed. Félix Varela La Habana 2005. Fox, Robin. Sistemas de parentesco y matrimonio. Madrid: Alianza Editorial, 4ª ed., 1985. Martí, José. O.C. Tomo VIII. Nuestra América III. Pág. 281. Edición Digital. 2001 Moreno, Olmedo Al: ¿Padre y Madre? Cinco estudios sobre la familia venezolana. Colección Convivum Minor. Ed. Centro de Investigaciones Populares, Venezuela, 1994

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