martes, 7 de abril de 2015

Título: La Unidad Continental: el latinoamericanismo y el panamericanismo. Autora: MsC. Elizabeth Azopardo Núñez. Introducción: En el presente trabajo se realiza un análisis de los fundamentos históricos de la unidad en el pensamiento bolivariano y latinoamericano como valladar ante las perenciones hegemónicas de Estados Unidos de Norteamérica (EEUU) durante los siglos XIX, XX y lo que va del XXI. La unidad latinoamericana es una herencia histórica legada por los padres fundadores de “Nuestra América”, como la llamara nuestro Héroe Nacional José Martí. Iniciada los Bolívar la acción unificadora de nuestras tierras, apenas en la primera mitad del siglo XIX, sigue siendo hoy un objetivo para nuestro ideario de justicia. Estados Unidos ha impedido a través del tiempo esta unidad tan deseada, valiéndose para ello de su fuerza, su poderío económico y sus argucias. La desunión de nuestros pueblos sólo ha favorecido al imperio y por eso es de vital importancia comprender las raíces históricas de ésta política para combatir y conseguir tan anhelado bien. De ahí la importancia y actualidad del tema. 1. El Latinoamericanismo: La Modernidad surge en Europa; sin embargo, el carácter cosmopolita que ha adquirido el mundo con el desarrollo del mercado internacional y el poder que ejerce ese continente sobre otras áreas en general y particularmente sobre Latinoamérica, la hacen en poco tiempo un fenómeno universal . Las pautas de transformación social de la modernidad conducirían con mayor o menor celeridad y con las peculiaridades propias de cada sociedad, al ciclo de revoluciones burguesas que se iniciaría desde finales del siglo XVIII y que supondría, en términos generales, el desmantelamiento del Sistema Colonial en América. Esta corriente, que se manifestó en un cambio de actitud -conjuntamente con las transformaciones socioeconómicas, culturales y políticas- llevará a los latinoamericanos a expresar su extraversión hacia el colonialismo y concretar en el plano nacional la emergencia de la independencia. Así el proceso de emancipación de América Latina respecto a España, trajo consigo una innumerable cantidad de regímenes republicanos unidos a la independencia de los nuevos estados que los adoptaban, ya fuesen repúblicas unitarias o federales, tales como la República de la Gran Colombia o las Provincias Unidas del Centro de América. Dentro del contexto general de la modernidad, la idea de la unidad Latinoamericana estuvo presente durantes las luchas emancipadoras. La primera etapa de las mismas no vio coronado su esfuerzo con la independencia; entre otras causas, por el localismo de los gobiernos criollos. No obstante, la segunda etapa, tuvo centrado sus objetivos en la lucha continental. San Martín lideraría las fuerzas revolucionarias en Argentina, Chile, Perú, Alto Perú; mientras Bolívar lo haría en Venezuela, Nueva Granada y Quito. Finalmente el primero cedería la supremacía al segundo y se lograría la independencia definitiva de España. 2. Los precursores del Latinoamericanismo: Miranda y Bolívar. Dentro del pensamiento latinoamericano de la época, la unidad continental estuvo defendida fundamentalmente por Simón Bolívar. Francisco de Miranda fue el precursor de la independencia venezolana. Miranda se enroló desde muy joven en el ejército español. Con el grado de capitán participó en ese país en la defensa de Melilla (9 de diciembre de 1774). En 1780 fue destinado a La Habana, como capitán del Regimiento de Aragón y edecán del general Juan Manuel Cagigal. De allí escapó y, atraído por la independencia de las colonias inglesas, se refugió el 1 de junio de 1783 en Estados Unidos, donde se entrevistó con George Washington, con el marqués de La Fayette y con otras personalidades estadounidenses. Pasó a Londres el 1 de febrero de 1785 para presentar al gobierno inglés su proyecto revolucionario; pero las continuas excusas de este país molestaron a Miranda, quien se dirigió a París en 1792. Miranda ingresó al Ejército francés con el grado de mariscal de campo y se destacó en la victoria de Valmy , por lo que fue ascendido a general. Como jefe del Ejército del Norte tomó Amberes . Acosado por los jacobinos, huyó de París y llegó a Londres en 1798. Decepcionado por la actitud inglesa ante su plan libertador, se trasladó a Nueva York en 1805) donde armó una expedición que hizo su primera escala en Haití el 18 de febrero de 1806. En aguas haitianas, a bordo del Leander, Miranda enarboló el 12 de marzo de 1806 la que se convertiría en la bandera de Venezuela. Regresó a Londres el 1 de enero de 1808. Allí, en 1810, Simón Bolívar, que acababa de llegar en busca del apoyo británico, lo convenció de que tenía que regresar a Venezuela; antes de terminar el año, Miranda se encontraba ya en Caracas (13 de diciembre), donde se había constituido una Junta Suprema de Gobierno. Como diputado al Congreso constituyente, en el que se le eligió presidente, luchó ardientemente por la declaración de la independencia (5 de julio de 1811). El nuevo país nacía sumido en diferencias y enfrentamientos de facciones internas, que impedían su fortalecimiento. Ante el anuncio de la llegada de una expedición militar desde Puerto Rico, fue nombrado general en jefe y se le concedieron todos los poderes, pero incapaz de organizar un ejército disciplinado y eficaz, firmó una capitulación con el jefe realista Domingo Monteverde el 25 de julio de 1812. A punto de embarcarse hacia el extranjero, Miranda fue traicionado por los suyos y arrestado por los realistas. Enviado de una prisión a otra (Puerto Cabello, San Juan y Cádiz), murió en La Carraca, cerca de Cádiz, el 14 de julio de 1816. Sus restos fueron enterrados en una fosa común. Simón Bolívar , que estaba en el exilio en Nueva Granada, invadió Venezuela por San Antonio de Táchira y en la denominada “Campaña admirable” conquistó Caracas (6 de agosto de 1813). La brutal presencia del español José Tomás Rodríguez Boves en la guerra, al frente de las tropas realistas, acabó con el esfuerzo patriota por sostener el gobierno instaurado y las reformas que se habían iniciado. En diciembre de 1814 se perdió la II República y los patriotas se exiliaron de nuevo. De este segundo exilio surge la Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815), documento profético de Simón Bolívar. En 1816 fue ratificado como jefe supremo de la República y realizó la expedición de los Cayos para volver nuevamente a Venezuela. El año de 1817 fue el de afirmación de la República, al darse la batalla de San Félix, con la que el general Manuel Piar conquistó Angostura. 3. El ideal Bolivariano de la unidad. Simón Bolívar, quien, además de ser el Libertador de Venezuela, fue también un escritor epistolar, orador, periodista y orientador de lo que sería la independencia. Textos suyos como La carta de Jamaica (1815), un ensayo vertido dentro de la forma epistolar, o el Discurso de Angostura (1819), composición ensayista para ser leída en voz alta, están considerados entre sus textos más significativos. En la Carta de Jamaica Bolívar expuso la idea de unir toda Sudamérica, desde Chile hasta México. El 15 de febrero de 1819, en el medular discurso de Angostura, presentó el proyecto de una Constitución basada en los más puros principios de libertad y moral republicana y solicitó la unión de la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador en la República de la Gran Colombia, nombre dado en honor del descubridor de América. Se estableció un nuevo Estado nacional, con tres grandes departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito. Se eligió a Bolívar presidente de la República y vicepresidente a Francisco Antonio Zea. Las ideas de Bolívar sobre los grandes bloques políticos, y los planteamientos de venezolanos y granadinos en este congreso y en el de Cúcuta de 1821, originaron la ampliación de la Gran Colombia que integró además a Panamá . En 1822, el Libertador decidió auxiliar a Perú con soldados y armas. Autorizado por el Congreso de la Gran Colombia, llegó a Lima, cuyo gobierno le pedía que dirigiera la guerra. El Congreso peruano le nombró dictador el 10 de febrero de 1824, y a partir de entonces logró controlar las intrigas de la nueva república, al tiempo que organizaba el Estado, creaba colegios, establecía la Universidad de Trujillo o decretaba pena de muerte para los defraudadores del tesoro público; hasta que se vio obligado a delegar todas sus facultades en Sucre el 24 de octubre de 1824 por habérsele suspendido la autoridad para dirigir la guerra en el sur de Perú. Después de la batalla de Ayacucho, una Asamblea reunida en Chuquisaca (actual ciudad boliviana de Sucre) acordó el 6 de agosto de 1825 la independencia del Alto Perú, que cinco días más tarde habría de llamarse Bolivia en su honor, cuya Constitución redactó el propio Bolívar. Cuando iba camino de Venezuela, llamado por el estallido de la sublevación de la Cosiata, que había tenido lugar el 30 de abril de 1826, en Perú le nombraron presidente vitalicio el 30 de noviembre de ese año, pero el Libertador no aceptó. El ideal de Bolívar fue formar un gran país homogéneo, compacto, capaz de enfrentar a España y las demás amenazas externas. La Gran Colombia se consolidó con las victorias de Carabobo (1821), del Lago de Maracaibo (1823) y Ayacucho (1824). Fue reconocida por Estados Unidos en 1822 y por Gran Bretaña en 1825. La Gran Colombia se derrumbó en 1830, al separarse Venezuela y Quito. Nueva Granada pasó a llamarse República de Colombia en 1886. 4. El Panamericanismo. Es así como el Nuevo Mundo se convierte en el punto de destino de las utopías del viejo continente, pero en el plano general de la política europea hacia estas áreas, cono la de la naciente república de EEUU se plantearía en términos de desigualdad en favor de las metrópolis económicas. En Latinoamérica, la definitiva salida de los españoles planteaba el dilema de norteamericanizarse o reafirmarse en su carácter hispánico o, más en general, latino. Su decisión fue remontarse a las fuentes a los clásicos de Grecia y Roma, tamizados por los modelos franceses. Ello coincide con un rápido y pujante desarrollo de ciertas ciudades hispanoamericanas, que se tornan cosmopolitas y generan un comercio intenso con Europa. No obstante, los EEUU siempre estarían al asecho para hacer de Latinoamérica su traspatio político y su zona fundamental de influencia. A pesar de ciertas dudas iniciales, se desinteresó en la participación en el proyecto bolivariano de federación hispanoamericana planteado en La Carta de Jamaica. En 1823, había proclamado la Doctrina Monroe y no tomó parte activa en el movimiento, prefiriendo esperar una mejor oportunidad. El Panamericanismo es precisamente el movimiento que pretende fomentar las relaciones y la colaboración entre los estados de América partiendo de la hegemonía de EEUU. Acabada la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), Estados Unidos se mostró cada vez más interesado en el comercio con Sudamérica. Entre 1889 y 1890 se celebró en Washington, debido a la iniciativa del secretario de Estado estadounidense James G. Blaine, la I Conferencia Panamericana, a la que asistieron los representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Estados Unidos, Uruguay y Venezuela. Esta reunión sentó las bases para el moderno sistema de cooperación panamericana y creó la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas, convertida tras el Congreso de Buenos Aires (1910) en la Unión Panamericana. No hay que olvidar, no obstante, que Estados Unidos venía aplicando desde los primeros años del siglo XX la denominada política del Big Stick (‘gran garrote’) e interviniendo militarmente en diversas repúblicas. Antes de la I Guerra Mundial se celebraron tres conferencias panamericanas o interamericanas, en las que estuvo representada también la República Dominicana, que aprobaron resoluciones sobre cuestiones legales, comerciales y económicas. En el periodo de entreguerras (1918 -1939), se celebraron cuatro conferencias más, centradas en aspectos militares de defensa y cooperación mutua. La reunión celebrada en Santiago de Chile (1923) aprobó la denominada Convención Gondra (que recibió ese nombre por haber sido el ex presidente paraguayo Manuel Gondra su principal promotor), cuyo fin era evitar enfrentamientos bélicos entre los países americanos. En la Conferencia de Lima (Perú) de 1938 se hizo pública la llamada Declaración de Lima, que establecía la solidaridad entre las naciones americanas y la ayuda entre los diversos estados en caso de agresión de un país extranjero. 5. Las ideas de los padres fundadores de la nación. Desde la misma época de su manifestación, la política exterior de EEUU en realción con Latinoamérica fue ampliamente rechazada, tanto por los gobiernos como por las fuerzas políticas de la mayoría de los países latinoamericanos, que entendieron perfectamente los intereses que se escondían tras su formulación. A mediados del siglo XIX, el presidente mexicano Benito Juárez expresó su famoso apotegma, que todavía se enseña en muchas escuelas de México y Latinoamérica, enunciado como respuesta a Monroe: “El respeto al derecho ajeno es la paz ”. En su artículo “El ferrocarril interamericano y la conferencia panamericana” , nuestro Héroe Nacional José Martí” Hace un comentario muy atinado de cómo respondieron los países latinoamericanos a los intentos hegemónicos de EEUU. En relación con al Paraguay escribió: Y dicen que se levantó, imponente de figura, el delegado del Paraguay, uno de los padres del Paraguay moderno, el generoso y sensato, señor José Decoud, y en párrafos que resplandecían como oro, dijo que al Paraguay le sobraban a la ves el decoro y el dinero, y que “no se podría prescindir del Paraguay impunemente ”. En su artículo “La conferencia de Washington”, escrito en Nueva York, 31 de marzo de 1890 escribe en relación con la actitud de los pueblos de América ante la conferencia comentaba: “Ni es posible ver sin júbilo, porque confirma el poder de nuestros pueblos para su gobierno y desarrollo, la identidad tácita con que, avisados desde el sigilo del corazón por aquel consejero sutil que puede más que la codicia de la tierra ajena o la desconfianza fronteriza, van como uno en lo esencial, por la sagacidad y nobleza características en América de la raza, los pueblos que no han dejado ver al extraño ropas caseras, ni las heridas que el hermano les ha hecho, ni sus recelos vecinales; sino que, sin más liga que la del amor natural entre hijos de los mismos genitores, han ido acercándose, en esta primera ocasión hasta palparse y entenderse, y ver, que cuando ronda la herencia, el primo artero que ha de heredar si los hermanos pelean, hay que salir a la defensa del hermano aborrecido, …” y agregaba: “Las familias de pueblos, como los partidos políticos, frente al peligro común, aprietan sus lasos. Acaso lave la culpa histórica de la conquista española en América, en la corriente de los siglos, el haber poblado el continente del porvenir con naciones de una misma familia que, en cuanto salgan de la infancia brutal, solo para estrechárselas tenderán las manos.” Sobre la actitud de los EEUU ante la reunión y en relación con el continente americano decía: “Estados Unidos, pletóricos y desdeñosos, han de ver por su plétora, antes de tachar la de otros, y de curar sus malas leyes antes de poner mano en las ajenas, en hablar, como por derecho natural, de la América castellana como una,-y de un vuelo, con las palabras que se necesitan para fabricar una maza, declarar sin provocación ni imprudencia, y sin parecer que lo declaraba, que los pueblos de América son entidades firmes y crecidas, que se conocen plenamente, viven abiertos al hombre en liza libre, y no entrarán en “aventuras peligrosas ”. 6. El destino manifiesto y la Doctrina Monroe. James Monroe en su comparecencia anual ante el Congreso de Estados Unidos, el 2 de diciembre de 1823, expuso las ideas que se convertirían en la base de la política aplicada por ese país respecto a Latinoamérica. El mismo afirmó que las potencias europeas no podían colonizar por más tiempo América, y señaló que éstas no deberían intervenir en los asuntos de las recientemente emancipadas repúblicas latinoamericanas. Previno a los estados europeos contra cualquier intento de imponer monarquías en las naciones americanas independientes y al marcar de este modo la diferencia entre Europa y América, subrayó la existencia de unos intereses americanos y, más concretamente, estadounidenses. Asimismo, exponía que únicamente Estados Unidos estaba destinado a completar la colonización de los territorios vírgenes de Norteamérica . La Doctrina Monroe no tuvo gran repercusión en Estados Unidos hasta la década de 1840, cuando el presidente James Knox Polk la aplicó para justificar la expansión territorial estadounidense. Recurrió a ella en 1845 como respuesta a las amenazas británicas en California y Oregón, y a los intentos de Francia y Gran Bretaña para impedir que Estados Unidos se anexionara Texas. Polk advirtió en 1848 que si Europa intervenía en la zona mexicana de la península de Yucatán, Estados Unidos conquistaría esta región. Esta política adquirió un nuevo significado durante las décadas de 1870 y 1880. Amparándose en ella, Estados Unidos prohibió la cesión de territorio americano entre potencias europeas y se arrogó el derecho a controlar con exclusividad cualquier canal que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico a través de Centroamérica. Esta última reivindicación fue reconocida por Gran Bretaña mediante el Tratado Hay-Pauncefote (1901). El gobierno estadounidense interpretó esta doctrina en un sentido más amplio cuando el presidente Stephen Grover Cleveland presionó con éxito a Gran Bretaña en 1895 para que sometiera a arbitraje la disputa sobre límites fronterizos entre la Guayana Británica (la actual Guyana) y Venezuela. En 1904, el presidente Theodore Roosevelt sostuvo que Estados Unidos podía intervenir en cualquier nación latinoamericana culpable de actuar incorrectamente en su política interior o exterior. El corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe justificó nuevas injerencias estadounidenses en los estados del Caribe durante el mandato de los presidentes William Howard Taft (1909-1913) y Thomas Woodrow Wilson (1913-1921). Este énfasis en el panamericanismo se mantuvo durante la II Guerra Mundial y la posguerra, cuando se firmó el Acta de Chapultepec (1945), que afirmó la ayuda mutua entre los países americanos frente a cualquier vulneración de su soberanía por un Estado no americano, lo que fue ratificado en el Tratado de Río de Janeiro (1947), en el que se afirmaba que atacar a una sola nación americana equivalía a atacar a todas. La creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) tenía como objetivo poner en práctica la Doctrina Monroe a través del panamericanismo. Argumentando el temor a que el comunismo se extendiera por Latinoamérica, Estados Unidos emprendió acciones unilaterales contra Guatemala (derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz Guzmán en 1954), Cuba (fracaso del desembarco de bahía de Cochinos en 1961), República Dominicana (apoyo a Joaquín Balaguer en 1965), Chile (contribución al derrocamiento de Salvador Allende en 1973), Granada (invasión de la isla en 1983, tras el golpe de Estado que había destituido al presidente Maurice Bishop), El Salvador y Nicaragua (respaldo al Ejército salvadoreño, en su lucha contra las guerrillas, y a la contra nicaragüense, que se enfrentaba al gobierno sandinista, en la década de 1980) sin consultar con sus aliados latinoamericanos. Aunque sin el aliento moral de los principios promulgados en la Doctrina Monroe, en 1989 y 1994 tuvieron lugar dos nuevas intervenciones militares de Estados Unidos en países latinoamericanos. En 1989, tropas estadounidenses invadieron Panamá para detener el gobierno de Manuel Antonio Noriega. En 1994, en cumplimiento de una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fuerzas militares de Estados Unidos invadieron Haití, para restablecer en el poder al derrocado presidente Jean-Bertrand Aristide. Conclusiones: En este trabajo se han analizado las bases históricas de la unidad Latinoamérica que se sustenta en el pensamiento de los padres fundadores de la independencia en el continente. Corresponde la Bolívar el sitiar de honor, seguido de cerca por muchos otros de los próceres independentistas de Latinoamérica incluido nuestro Héroe Nacional José Martí. Corresponde a las nuevas generaciones de Fidel, Chávez y Ego Morales ser continuadores de tan magna obra aún sin realizar. De ahí la importancia de comprender que los sentimientos de unidad se encuentran entre las mejores tradiciones de nuestros pueblos. En este momento crucial de la historia de nuestra América, en que ha llegado la hora de los sueños de Bolivar, según palabras de Fidel, la humanidad y sobre todo los pueblos del continente se levantan de nuevo para continuar la lucha hincada con el primer grito de independencia en Latinoamérica. Con Chávez y Fidel renacen en América los sueños de Bolívar y Martí. Se integran los pueblos de nuestro continente en lo político, en lo social y en lo económico con beneficios para todos. Se consolida nuestra posición de nación latinoamericana frente al poderío absoluto de los Estados Unidos y su ALCA que va en retroceso, mientras el ALBA avanza con pasos sólidos y se suma a lo que es hoy una realidad. A la alternativa imperialista del ALCA, que sólo sería una fórmula más para acrecentar la dependencia económica y política de la región, el proyecto socialista propuesto por Cuba y Venezuela, implica un modelo de integración al que a la común unificación comercial, monetaria y arancelaria, se le suma la solidaridad y un grupo de proyectos sociales que tienden a la solución de problemas esenciales de las grandes masas desposeídas, reafirmado su carácter humano y revolucionario. Bibliografía: Alberola Romá, A. y otros. Diez años de historiografía modernista. Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona, 1997. Bolívar, Simón. Decretos del libertador. 3 vols. Caracas: Sociedad Bliviana de Venezuela, 1961. Bulnes, Francisco. El verdadero Juárez y la verdad sobre la intervención y el Imperio. México, D. F.: Bouret, 1904. Egea, Antonio. Francisco Miranda. Madrid: Historia 16, 1987. Martí José. Obras Completas. Tomo 6, Págs. 76 – 101. Editorial © Centro de Estudios Martianos. 2001. Martínez, Nelson. Simón Bolívar. Madrid: Ediciones Historia 16 y Quorum, 1986. "Panamericanismo." Microsoft® Encarta® 2006 [CD]. Microsoft Corporation, 2005.

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