jueves, 21 de agosto de 2014

Reflexiones de una maestra jubilada

Autora: MsC Elizabeth Azopardo Nunez
Somos herederos de algunos errores pasados. Hubo una época en que la formación de maestros era rigurosa y -como en todas partes- los alumnos que no estudiaban, o a los que les faltaban capacidades, suspendían. A los graduados de Minas-Topes Tarará, se les sumaron los graduados por la Dra. Escalona, en el Instituto Pedagógico de La Habana y los de la Escuela para maestro Salvador Allende. Pero, allá por la década de los años 70, comenzó la autocomplacencia y el facilismo, aparecieron las Escuelas en el Campo, instituyéndose como modelo de enseñanza y con ellas el Destacamento Pedagógico, adolescentes con una formación elemental que fueron a dar clases masivamente mientras se preparaban.


Como copia de la pedagogía que se practicaba en la extinta Unión Soviética, aparecieron los manuales y se perdió el gusto por los clásicos en las diferentes ramas del saber. Los profesores se acostumbraron a reproducir y los estudiantes se acomodaron a repetir. La pasión por la lectura, que se había desatado entre los estudiantes de la generación de los años 60, fue desapareciendo y cada vez menos fueron a los libros de texto. Como los maestros carecían de la experiencia y de la formación necesaria, se generalizó la práctica de dar objetivos para pruebas y después elaborar cuestionarios con 3, 4 ó 5 preguntas recogidas en aquellos objetivos. Los resultados formales del proceso fueron excelentes y empezaron a aparecer en la prensa "los 100% de promoción", pero los del aprendizaje fueron desastrosos.


Cuando la mayor parte del Destacamento Pedagógico había terminado su fase de formación y comenzaban a actuar como profesionales, la crisis de los 90 y las malas decisiones hicieron el resto. Las necesidades económicas, el maltrato al personal docente y la racionalización que se hizo del mismo en los años 90, sacaron de las aulas a muchos de los que tanto trabajo había constado formar y volvimos a la emergencia. Una pregunta tan elemental como ¿no sería más fácil cuidar los que tenemos que estar constantemente formando nuevos?- parece no ocurrírsele a nadie. Fue así como apreciaron los PGI y con ellos los maestros que se limitan a mandar a callar y a poner video clases. Se realizó un experimento con "Cien Valientes", alumnos de alto rendimiento de la vocacional Vladimir Ilich Lenin para que fueran profesores generales integrales en la enseñanza primaria y media básica, pero se generalizó la experiencia -en lo fundamental- con jóvenes desvinculados que no habían podido obtener su ingreso a la universidad. Hasta escribirlo cuesta trabajo.


Ahora que hemos hecho un alto en el camino y se desea sinceramente recuperar las glorias pasadas, ha regresado la exigencia en los exámenes. También se han recuperado un grupo de profesores viejos que ya gozaban de su jubilación o estaban a punto de alcanzarla. ¿Cuál es el panorama que enfrentamos? En la enseñanza general se han tomado un grupo de medidas basadas en la desconfianza al personal docente que parten del supuesto que los resultados de promoción anteriores son fruto del fraude y no dejan de tener parte de razón. Pero además, esas medidas no están surtiendo efecto. .


Mientras unos cumplen al pie de la letra lo establecido y no saben ni qué repasar a sus alumnos porque el patrón para la confección de pruebas no es identificable, otros siguen, como antes, aferrados al facilismo y la autocomplacencia.


La escasez de maestros hace que los empleadores contraten y manden para las escuelas a cualquiera que pueda presentar un título de 12 grado, sin tener en cuenta preparación, conocimientos o cualidades morales. Las pruebas nacionales o provinciales se filtran, se venden, o los que las conocen comunican a sus allegados "objetivos" que responde a su contenido. Profesores -que se creen conocer las materias- le soplan a los alumnos disparates, porque los especialistas no están en las escuelas; las calificaciones se vulneran si las relaciones personales con el metodólogo le permiten a los profesores calificar sus propias escuelas; secretarios y otros funcionarios cambian notas por amistad o por dinero.


Otro grave problema es el paternalismo con los estudiantes. Si no viene a la escuela -a pesar de existir la posibilidad por reglamento de suspenderle su derecho a examen- ésta medida no se toma, con la esperanza de que finalmente apruebe sus asignaturas y no se afecte a sí mismo y a la promoción, que es medidor de eficiencia. Tampoco se le exige ninguna responsabilidad cuando -menospreciando todo el esfuerzo que hacen por él y los recursos que se invierten en su formación- no estudia lo suficiente y suspende sus exámenes; por el contrario, la sociedad vuelve a apostar invirtiendo nuevos recursos, con la esperanza de que en una segunda oportunidad logre vencer las asignaturas.


Para él, no basta que el Estado invierta cuantiosas sumas en libros, maestros, medios audiovisuales, computadoras, etc.; ni siquiera es suficiente que el maestro se prepare consecuentemente e imparta clases con rigor. Tampoco es suficiente que la familia se sacrifique manteniendo una boca más hasta que el adolescente culmine sus estudios. El escolar se abroga el derecho de perder el tiempo, despreciar todo eso que recibe y las reprimendas por tal actitud se limitan a: mandar a buscar al padre, levantar un acta, o quitarle el aval para estudiar en la Educación Superior, a la que en la mayoría de los casos, ni ha soñado ingresar.


De parte del pueblo -que mantiene con su trabajo creador esos privilegios- ninguna corrección; por el contrario, la sociedad le da una segunda oportunidad de perder el tiempo y el dinero de todos, otorgándole la repitencia.


En la actualidad, muchos de los estudiantes que suspenden no tienen la mejor conducta en las aulas. Asisten para hacer vida social. Los profesores y padres casi siempre hacen un esfuerzo más, cada cual con sus recursos: unos conversando con los alumnos e hijos, otros imponiéndose para que estudien; los menos se dan por vencidos y abandonan su propósito, afectando así a la educación y a la sociedad. Pero lo cierto es que con su estilo algunos educandos defraudan a padres y maestros, justificados por la irresponsabilidad generada por el paternalismo con que son tratados por los adultos.


¿Cuál es la causa más profunda del problema? ¿Cómo solucionarlos? En mi modesta opinión todo es fruto de malas decisiones administrativas que van desde errores en la elección de los ministros del ramo, hasta problemas la formación y contratación del personal docente, pasando por falta de cientificidad y abundancia de voluntarismo en la toma de decisiones pedagógicas; problemas estos que en gran medida se solucionan elevando el carácter científico de la enseñanza y colocando en los puestos de dirección a los mejores profesionales del ramo.


Es posible que con el maltrato existente en el sector no se encuentren cuadros dispuestos, por lo que debe comenzarse por humanizar la labor del maestro y brindarle un verdadero estímulo al que la ejerce, empezando por una selección más rigurosa, una mayor exigencia en su preparación científica y pedagógica y - no sólo de palabras- el respeto de todos.


Por otra parte, considero que debe analizarse el derecho a repetir de los estudiantes y que los que repiten, en cualquier de los grados de secundaria y preuniversitario, tengan que pagar con trabajo social ese derecho. .



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