sábado, 6 de julio de 2013

LA REPUBLICA DE JOSE MARTI


UNA REPÚBLIACA JUSTA: VIABLE Y AUTÓCTONA.


Autora: MSc Elizabeth Azopardo Núñez


Introducción:

Hay frases martianas muy conocidas que hacen referencia a sus ideas acerca del tipo de gobierno que éste consideraba oportuno para Cuba y América. Entre las más populares se encuentra la parafraseada en el título de este trabajo. Sin embargo, a juicio de la autora, poco se reflexiona -en el quehacer diario- sobre el tipo de democracia que él preconizaba.

Martí, como todos los hombres, fue un hombre de su época. La contradicción que genera el desarrollo del pensamiento en general y en particular del pensamiento cubano y martiano, es que este fenómeno es excluyente con la trascendencia que alcanza su pensamiento. Ambos fenómenos se condicionan y a la vez se excluyen, para arribar a una síntesis cualitativamente superior y realizarse como teoría revolucionaria para el Continente.

Es por ello que se propone como objetivo analizar, desde el punto de vista del contexto contemporáneo, la viabilidad de un gobierno autóctono, fundamentado en los postulados económicos, políticos, sociales y éticos expresos en el ideario martiano, lo que excluye la contextualización de la obra martiana, pero a la vez la presupone su trascendencia. La importancia del tema a tratar se revitaliza a partir de la desaparición de otros paradigmas contemporáneos de trascendencia universal; tales como, el liberalismo y el socialismo real. Ausente de los mismos, los pueblos de América se encuentran carentes de  teoría revolucionaria autóctonas; sobre todo por las presiones que existe para hacerlos importar las formas de gobierno “globales”.

No obstante, la autora le concede al trabajo otra importancia práctica a niveles menos estatales. Bajo la máxima de que no puede hacer patria, quien no lleva la patria a su almohada, las reflexiones sobre la política doméstica, por llamarle de alguna manera, tienen merecida significación. Desde este plano de análisis, el contenido del trabajo sienta pautas al quehacer cotidiano del individuo y de los grupos sociales -ya sea en el ámbito comunitario, laboral, o nacional-; así como, sobre la formación de valores en correspondencia con la época histórica que nos ha tocado vivir.

Entre los aspectos a tratar se encuentran: la vigencia de las consideraciones socioeconómicas y políticas republicanas en José Martí y de la república moral latinoamericana qué él preconizaba.

La literatura fundamental utilizada incluye el documento rubricado por Martí y Gómez el 25 de marzo de 1895, conocido como “El Manifiesto de Montecristi”, su discurso en el liceo cubano de Tampa” el 26 del noviembre de 1891, su artículo La República Española ante la Evolución Cubana y otras obras del Maestro.

DESARROLLO:

Vigencia de las consideraciones socioeconómicas sobre la república de José Martí.

Martí consideraba como uno de los vicios que se debía eliminar en las jóvenes repúblicas de América para dejar zanjada la etapa colonial, el de la mono producción, a la cual denominaba como “única industria”

Es conocido que la mono producción, la mono exportación y el mono mercado son consecuencias del desarrollo capitalista primero e imperialista después, en los países que el mundo desarrollado ha considerado históricamente como sus tributarios. Al respecto Martí afirmaba: “Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere  salvarse, vende a más de uno”.

La diversificación de la producción y el mercado aún en la contemporaneidad tiene trabas objetivas. Desde finales del siglo XV, exceptuando el breve período de existencia histórica del CAME, todos los estados tributan al mismo mercado: el Mercado Capitalista Mundial. El dominio de ese mercado se encuentra desde finales del siglo XIX monopolizado y actualmente en manos de las trasnacionales.  Ellos imponen las mercancías, los patrones de consumo, los precios y otros parámetros de este rubro al mundo; y con la última oleada neoliberal, poco o nada va quedando en poder de las naciones.

En épocas de Martí aún el liberalismo tenía alguna oportunidad, pero en la actualidad, la diversificación de la producción en el Continente no deja de ser una mera intención acordonada por la división internacional del trabajo. La internacionalización del poder capital, actual campo de dominio de las trasnacionales, ha polarizado la riqueza mundial, haciendo que se manifieste a esta escala la Ley de la Acumulación Capitalista enunciada por Marx. En el polo desarrollado se acumula la riqueza y en la periferia la pobreza.

La solución a esta situación que pudiera hacer viable los postulados martianos está en luchar por un nuevo orden económico internacional- idea defendida por el Comandante en Jefe, Fidel Castro. Encontrar  paliativos, alternativas en la unidad latinoamericana. Alba, UNASUR, el CELA y otros intentos en este sentido marcan la pauta. Al poder de las trasnacionales no queda más remedio que imponer la unión de las naciones desfavorecidas. por el capital.

La objetividad de esta propuesta requiere de una intencionalidad política. Convencer a los gobiernos de “Nuestra América” que la única alternativa para la supervivencia es la unidad, es tarea de hoy en día. Este tema fue también abordado por Martí; al respecto afirmaba: “El alma de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me transporta. Me irrita que no se ande pronto. Temo que no se quiera llegar. Rencillas personales, fronteras imposibles, mezquinas divisiones, ¡cómo han de resistir, cuando esté bien compacto y enérgico, a un concierto de voces amorosas que proclamen la unidad americana!”.

En la actualidad existe, sobre las democracias latinoamericanas, una presión económica insoslayable, instigada por los organismos internacionales del poder como el Banco Mundial, la OMC, el Fondo Monetario Internacional y otros. Los privilegios de que goza los EEUU por acuñar la moneda internacional de mayor circulación y la deuda externa, siempre creciente, que pende sobre ellos, constituyen dificultades para lograr la unidad.

A la moneda única americana tuvo oportunidad Martí de referirse en la Comisión Monetaria Internacional Americana, celebrada en Washington en el año 1891. En el informe presentado por el Apóstol, el 30 de marzo, como delegado por el Uruguay, por encargo de la Comisión nombrada para estudiar las proposiciones de los delegados de los Estados Unidos de Norteamérica, argucia: “Toda alteración en una especie de moneda que sirve para comerciar, se ha de hacer en acuerdo con los países que comercian en la moneda de esa especie. La moneda que cubre los saldos de comercio ha de ser mutuamente aceptable a los países que comercian”.

El poder hegemónico de EEUU no beneficia la intención martiana. No se quiere ser reticente en el tema que no por archiconocido deja de ser crucial, más es imposible avanzar en el análisis sin dejar de mencionarlo.  Al respecto hacia alusión al referirse a la tiranía de los extranjeros menesterosos que nos sangran y corrompen, y a la desposesión de riquezas proveniente de gabelas inmorales, cuando analizaba el nefasto efecto del dominio colonial sobre la economía cubana. Aun cuando han cambiado los sujetos y las formas, las acciones en el mundo actual logran efectos similares.

En el ámbito social, a todos los niveles, el enemigo asecha, por lo que hay que abrir paréntesis para analizar los postulados martianos en este campo. Para la república cubana y Latinoamérica, Martí clamaba por la humanidad, la cultura, la integridad, la laboriosidad y el establecimiento de la igualdad en las relaciones sociales. Fundamentaba estos argumentos en el derecho de todos al trabajo y la equidad en las costumbres.

Desgraciadamente, las nuevas condiciones creadas en Cuba con el derrumbe del campo socialista, han acentuado deferencias y creado caldo de cultivo para privilegios ya erradicados en la etapa anterior. Para América Latina es aún peor. La corrupción, los vicios, la miseria, el trabajo infantil, la violencia doméstica, la discriminación de las minorías y otros, son males que fructifican.

Por la lucha contra la violencia, el crimen, los vicios, las costumbres señoriales, el olvido a las minorías, la pereza, la servidumbre y el temor al negro, alzaba el Apóstol de la independencia su bandera y si descuidamos la vigilia seguiremos en deuda con él. En relación con el racismo afirmaba: “Sólo los que odian al negro ven en él odio” y en su discurso de Tampa, del 26 de noviembre de 1891 decía: “ ...faena de fundar, por este pueblo de amor que ha levantado cara a cara del dueño codicioso que nos asecha y nos divide; por este pueblo de virtud, en donde se prueba la fuerza libre de  nuestra patria trabajadora; por este pueblo culto, con la mesa de pensar al lado de la mesa de ganar el pan,... por este templo orlado de héroes, y alzado sobre corazones”. Así veía Martí a Cuba ¿La Cuba de su tiempo?

No basta una intención recurrente con los postulados martianos, es necesaria una actitud enérgica en la aplicación práctica de estos principios; especialmente ahora que las condiciones económicas concretas en el país, han creado caldo de cultivo para que se renueven en la esfera de la conciencia, vicios del pasado.

Es necesario en el ámbito nacional continuar trabajando por el acercamiento de los ingresos provenientes del trabajo honesto a las necesidades del pueblo trabajador, hay que abrir espacios y estímulos para el trabajo creativo en bien de la sociedad, cerrando las puertas al egoísmo individual, los privilegios de castas y grupos sociales; así como, a sus fuentes de ingresos. Pero sobre todo hay que lograr que el discurso vuelva a los cánones de la práctica y deje de ser - tanto en Cuba como en Latinoamérica-  retórica donde se ocultan las exenciones.

Como se ha podido observar en el análisis realizado, en el aspecto económico social aún queda mucho por trabajar en el contexto latinoamericano y cubano para acercarnos a los postulados de la república justa y viable, basada en conceptos autóctonos a que Martí aspiraba. No cabe duda que corresponde a las generaciones actuales cumplir con tal compromiso histórico.

Vigencia de las consideraciones políticas republicanas en José Martí.

Se requiere para la política -aseveraba Martí- inteligencia, talento, justicia, garantía del derecho ajeno; así como,  recordar con unción el esfuerzo excelso. La expresión -a su juicio- debía ser saludable e inmersa en una atmósfera donde imperase la libertad de pensamiento. Al respecto afirmaba: “La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político...”. Complejo problema.

El referido ejercicio de la democracia requiere indiscutiblemente de la creación de espacios de comunicación y cultura de esta disciplina. La imposición de criterios es método de la ignorancia. No es necesario eludir el enfrentamiento, siempre que las ideas se expresen de forma saludable para el bien común.

La autora de este trabajo considera que tanto en Cuba como en Latinoamérica hay que reflexionar sobre la democracia participativa, luchando contra el vicio de aseverar para evitar problemas, de imponer para ahorrar tiempo, de decidir por otros, violando los derechos ajenos y cerrando espacios a la creación productiva. Ello no es fácil e implica toda una cultura de la comunicación.

Martí creía en el civilismo de los guerreros, en la indulgencia y en la reflexión; as'i como, en una guerra benéfica y culta. La forma de gobierno para él debía tener el espíritu de la redención, formas viables de sí propias nacidas; así como, ímpetu ejecutivo y empleo de todas las energías.

Indiscutiblemente afirmarlo es fácil, cumplirlo no. El verdadero poder se ejerce con mesura, precisamente porque si es poder, no requiere de otros atributos. Y cabe preguntarse ¿estamos exentos de extremismos, competencia de mandos, caudillismo, arrogancia, venganza estéril, parcialidad, rencor provocativo, demagogia y cohecho?

Existe una vieja máxima que dice que el poder corrompe ¿es cierto? Para Martí el poder no debía herir de palabra o de obra, más bien educar. Ello no quiere decir que su tolerancia no tuviera límites. No se trata de un Cristo, como algunos quieren hacer ver, por eso afirmaba –“la libertad que sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino...” “... no nos maltraten, y no se les maltratará...”;  y reiteraba: "al acero responda el acero y la amistad a la amistad”

Bella palabra la de amistad, difícil tarea la de hacer una república “Con todos y para el bien de todos” Al respecto deben reflexionar no sólo los Estados, sino también el hombre común. La intolerancia y la inflexibilidad excluyente, imposibilitan la unidad. La unidad se logra en la diversidad. La diversidad de cultos, creencias, inclinaciones, preferencias, cultura, estatus sociales, etc., no pueden ser motivos de excepción. Para Martí era suficiente el amor a la Patria, a Nuestra América como punto de partida para el trabajo común.

Son muchas las causas justas que unen a un pueblo, una familia, un grupo o nación, pero la más bella de ellas es precisamente la devoción a los ancestros, el respeto por los que hicieron posible el llegar hasta aquí, que fueran los hombres que somos hoy. Con sólo 16 años Martí nos enseñaba el significado de Patria. Muchas después volvió a reflexionar sobre ello. Sin chovinismo de nación y con el concepto de la patria grande que es la humanidad, se ha de volver el rostro a los hermanos de América y del mundo que hoy se encuentra terriblemente amenazado por políticas exclusivas y reaccionarias.

“Política- decía Martí- es una ocupación culpable cuando se encubren con ella, so capa de satisfacciones indebidas, la miseria y desdicha patentes, la gran miseria y gran desdicha, del pueblo que los soberbios y los despaciosos suelen confundir con su propia timidez y complacencia. Y sí por ventura, como pudiese suceder, no se tiene fe en el mínimo recurso abierto para la cura urgente y radical; si por ventura se estuviese convencido de que el alivio aceptado no llega, ni por sus componentes puede llegar nunca, adonde llega el mal terrible, algo habría tan grave como el mal, la responsabilidad de los que a sabiendas recomendaron el falso remedio”.

Ante tal disyuntiva solo cabe preguntar ¿qué tendencia política asumir cuándo se quiere resolver los problemas que aquejan a la humanidad, cuando se quieren nuclear alrededor de las nobles causas a las amplias mayorías? Indiscutiblemente una política inteligente y flexible, donde se encuentre bien definidos los problemas y se le busquen colectivamente soluciones a estos.

En el epígrafe anterior se ha analizado la posición política de Martí ante la república autóctona y viable que deseaba para América. En él resalta la unidad sobre la base del acatamiento de la diversidad, del ejercicio honesto de la expresión y el respeto a la historicidad, con el reconocimiento cuidadoso a las actitudes excelsas de aquellos hombres que dieron con denuedo la máxima energía a la nación.


Vigencia de la república moral latinoamericana.

Indiscutiblemente uno de los aportes más significativos de Martí en el ámbito político es su ética. Además de las ideas socioeconómicas y políticas, sobre la república viable y justa, la ética martiana tiene especial relevancia. El respeto al individuo, a sus derechos como ser humano, constituían los fundamentos de su república justa. ¿Y qué entendía por dignidad, respeto, virtud, honradez, integridad y decoro?

Para él la dignidad y el decoro debían ser la ley primera de la república, lo cual pone de manifiesto su gran sentido humanista. Al respecto planteaba:

“En mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales...”

Levántese por sobre todas las cosas esta tierna consideración, este viril tributo de cada cubano a otro. Ni misterios, ni calumnias, ni tesón en desacreditar, ni largas y astutas preparaciones para el día funesto de la ambición. O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propios, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin por el decoro del hombre, -o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres, ni una sólo gota de sangre de nuestros brazos”.

El Apóstol de la independencia de Cuba exhortaba a la abnegación y el sacrifico por un bien común, del cual su propia vida era ejemplo. Un hombre que sufrió por su tierra, por su familia y por la libertad de su patria; que jamás cejó en el empeño de luchar por el amor, ni por la nación cubana, es digno ejemplo en el accionar cotidiano de cualquier hijo nacido en América.

Según la opinión que se defiende en este trabajo el primer paso de un gobierno para asegurar la dignidad el hombre es su derecho al trabajo: la posibilidad de ser útil, de ganar con el sudor de su frente el sustento de sus ascendientes y sus descendientes. El hombre que tiene que robar o prostituirse para lograr la manutención de su familia, no puede tener decoro y es el Estado el que debe asegurar que cada vez más, que los ingresos provenientes del trabajo se acerquen a las necesidades del hombre.

Después la sociedad debe asegurar, como aseveraron los padres de la nación, la educación y la salud del hombre, para permitir el ejercicio pleno de su integridad. El respeto, la honradez, la virtud y la integridad se cultivan. “Ser culto es el único modo de ser libre- decía Martí.

Para el pleno desarrollo de todas las capacidades, el hombre debe ser educado y saludable; pero, a pesar de lo anterior ser una verdad de Perogrullo, millones de hombre en el continente viven hoy en condiciones de insalubridad e ignorancia.

Simultáneamente Martí criticaba en la república latinoamericana las calumnias, los descréditos, los dimes y diretes, la envidia, el odio y las ingratitudes

¡Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas, y se abre sola la caja de nuestros ahorros, y nos apretamos para hacer un puesto más en la mesa, y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nación en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen!”

Debe reflexionarse entonces hasta que punto se está en la actualidad exenta de estos males que agobian el espíritu y envilecen el trabajo.

CONCLUSIONES:

La contradicción entre el carácter epocal de la formación del pensamiento martiano, como el de otros de los artífices de nuestra historia, y su vigencia actual, que hace de su estudio un quehacer contemporáneo, sienta pautas cómo método para el estudio del pensamiento en general y del pensamiento cubano en particular.

En este trabajo se ha recreado la trascendencia del pensamiento martiano como fundamento para la práctica sociopolítica y cultural contemporánea en Cuba y Latinoamérica, haciendo un análisis de sus principales aportes en el ámbito socioeconómico, político y ético.

No cabe duda que la república “Con todos y para el bien de todos” y el “Culto a la dignidad plena del hombre” son eslóganes enarbolados por el pueblo y la actualidad cubana. No obstante, el trabajo presentado obliga a reflexionar sobre su aplicación en la práctica sociohistórica cotidiana.

Muchos y largos son los caminos a recorrer aún -a juicio de la autora- en el contexto contemporáneo, para completar  el proyecto enunciado por el Apóstol. Muchos de sus postulados han sido logrados en Cuba; otros están frenados por las condiciones que impone el poder capital internacional, los vicios del pasado que aún subsisten en nuestras prácticas políticas y sociales.

Especial énfasis se hace en lograr que el trabajo siga siendo la fuente principal de ingresos, en que éste se la base para dignificar al hombre y que el camino de la igualdad social regrese a nuestros cánones de conducta.

Mucho peor es la situación para América y el mundo, donde los sistemas políticos se ven maniatados por la política neocolonial implantada por los Estados Unidos de Norteamérica y que tanto hiciera sufrir a Martí en el invierno de 1891, cuando el “Vecino poderoso” sentaba las bases de este proyecto. Desgraciadamente, diez años después era la bien amada Cuba de José Martí, el laboratorio de ensayo para su aplicación posterior a las Jóvenes repúblicas de “Nuestra América” sin que ardua labor y su verbo apasionado hayan podido impedirlo.

Agradecemos a todos este espacio de reflexión, en honor al más Universal de los cubanos.

Bibliografía martiana mínima:

Martí, José: Obras completas. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1975, t 4, pp. 91-101
Martí, José: Ob. Cit., t 4, pp., 41-42
Martí, José: Ob. Cit., t 4, p. 113
Martí, José: Ob. Cit., t 4, p. 119

Bibliografía martiana de consulta:

Martí, José: Ob. Cit., t  1, pp. 89-98
Martí, José: Ob. Cit., t  1. pp. 271-272.
Martí, José: Ob. Cit., t  2, pp. 75-77.
Martí, José: Ob. Cit., t  3. pp. 137-138.
Martí, José: Ob. Cit., t  4. pp. 269-279.
Martí, José: Ob. Cit., t  4. pp. 283-286
Martí, José: Ob. Cit., t  4. pp. 110-112
Martí, José: Ob. Cit., t  5. pp. 333-335
Martí, José: Ob. Cit., t  5. pp. 449-450
Martí, José: Ob. Cit., t  6, pp. 54-63
Martí, José: Ob. Cit., t  6, pp. 64-54.
Martí, José: Ob. Cit., t  7. pp. 98-102
Martí, José: Ob. Cit., t  8, pp. 97-101

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