El pequeño hombrecito blanco.
El pequeño hombrecito blanco continuaba parloteando en un silogismo conocido, pero incomprensible para mí. Parecía hablar como el que todo lo sabe, como el que está por encima del bien y el mal. Su charla insulsa me repugnaba. Creo que se refería a la belleza del tigre y a la necesidad de preservar la especie. A cada momento mencionaba una palabra: Bután.
A su alrededor, otros que como yo que no entendía lo que decía, simulaban escucharlo ensimismados, con los ojos vacíos por el hambre, rodeados de críos famélicos y ventrudos, pero con un cerebro palpitante y lleno de sabiduría, una sonrisa fácil y agradecida de poder respirar un día más.
Y me pregunto: ¿qué sabe el pequeño hombrecito blanco de vivir en el confín del mundo, con una esperanza de vida de 55 años, con sólo el 47,3% de la población alfabetizada, con una agricultura predominante de subsistencia y compartir nuestro habitad con los tigres. Qué ironía: ¡Salvemos a los tigres!
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