lunes, 1 de julio de 2013

EDUCACION Y CULTURA


TÍTULO: Educación y cultura, ¿un sólo significado?


Autora: MSc. Elizabeth Azopardo Núñez

Los términos educación y cultura están íntimamente relacionados en la historia del pensamiento humano; no obstante, ambos tienen significados anbiguos. Mientras que la educación está relacionada con la formación del propio hombre y se encuentra relacionada con la posibilidad de alcanzar las características plenas de la propia especie; la segunda, significa todo el entrecruzamiento de formas de existencia que adopta una comunidad o grupo social, en su decurso histórico. Vista en el sentido planteado, la cultura expresa las normas de vida, costumbre, sistemas de ideas, principios y valores que sustentan a la colectividad; mientras que la educación es la vía para apropiarse de ellas.

Es por lo anterior que proponemos analizar los rasgos comunes y diferencias que desde el punto de vista de la autora pueden apreciarse entre los términos educación y cultura.
 
En sus orígenes, la educación en Grecia tenía un cierto carácter aristocrático y se basaba en la transmisión de conocimientos de gramática -lectura, escritura y recitación de poemas-, música, y gimnasia, dirigidas todas las enseñanzas hacia una formación militar. Posteriormente, la educación fue generalizándose y se dirigió hacia la formación del ciudadano. El término griego paideia, que aunque etimológicamente significaba la educación de los niños, englobaba un significado más amplio, que abarcaba todo el proceso de educación o formación y se funde con las nociones de cultura o de civilización.

A partir de finales del siglo V a.C. -bajo la influencia de los sofistas y de Sócrates- aparecerá en Grecia una reelaboración intelectual del papel de la educación en la sociedad, que culminará con la aparición de las escuelas filosóficas. Ejemplo de ellas fueron la escuela de Isócrates, la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. En estas últimas instituciones ya no importaba solamente la formación del ciudadano y el dominio, por parte de éste, de las técnicas de la retórica, como pretendía Isócrates, sino que la enseñanza se realizaba en función del ideal intelectual del conocimiento de la verdad.

Según el filósofo y filólogo alemán Werner Jaege - destacado investigador de la universidad de Oxford y autor del libro titulado Paideia - fue el afán educador de los griegos el que decidió la superación de los modelos anteriores. Según él, la cultura, en el sentido general dado a este término en Occidente como ideal  alcanzable por la vida comunitaria, comenzó solamente con los griegos. Y este progreso decisivo se logro debido al papel de la eduacion que se forjó con una nueva concepción del individuo en el seno de la sociedad. Al respecto afirmaba el mencionado autor:

“El helenismo ocupa una posición singular. Grecia representa, frente a los grande pueblos de Oriente, un "progreso" fundamental, un nuevo «estadio" en todo cuanto hace referencia a la vida de los hombres en comunidad. Ésta se funda en principios totalmente nuevos. Por muy alto que estimemos las realizaciones artísticas, religiosas y políticas de los pueblos anteriores, la historia de aquello que, con plena conciencia, podemos denominar nosotros cultura, no comienza antes de los griegos”.

Por otra parte, desde el plano sociológico y antropológico, la cultura ha sido considerada como información transmitida -entre miembros de una misma especie- por aprendizaje social, es decir, por imitación, enseñanza o asimilación. Y en este sentido, la cultura no se puede separar del término educación. El desarrollo  histórico del pensamiento le ha atribuido al término cultura dos significados fundamentales. El  más antiguo  la considera como la formación del hombre y su  mejoramiento y en este sentido su significado coincide con el de educación. No obstante, ya en los siglos XVIII y XIX, la cultura se aprecia como el producto del anterior, o  sea, como el conjunto de los modos de vivir y de pensar cultivados, acercándose más al término civilización. Pero, en ambos casos, el término expresa un ideal, un estatus que los hombres deben conquistar.

Immanuel Kant: en “El progreso hacia mejor”, plantea: 

“¿En qué orden, únicamente, se puede esperar el progreso hacia mejor? La respuesta es la siguiente: no por el curso de las cosas de abajo arriba, sino de arriba abajo. Esperar que mediante la educación de la juventud, con la instrucción doméstica y más tarde escolar, de la escuela elemental a la superior, en una cultura espiritual y moral fortalecida por la enseñanza religiosa, se llegase a formar no sólo buenos ciudadanos, sino dados al bien, capaces de sostenerse y progresar siempre, he aquí un plan cuyo logro parece difícil”.

En el sentido propuesto aparece un nuevo término para identificar el proceso: socialización o civilización; considerado esta como el proceso por el que el individuo adquiere la cultura de la sociedad a que pertenece, a través del aprendizaje y aceptación interna de las normas y valores fundamentales. Es así como estructura su personalidad, mediante la maduración del sí mismo y una asunción de roles suficientes para poder entablar relaciones sociales, o interactuar socialmente de forma satisfactoria con los demás.

G. Rocher, autor del libro, Introducción a la Sociología (1979), define la socialización como:

“el proceso por cuyo medio la persona humana aprende a interiorizar, en el decurso de su vida, los elementos socioculturales de su medioambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de la experiencia y de agentes sociales significativos, y se adapta a sí al entorno social, en cuyo seno debe vivir”.

Desde este plano de análisis se llama socialización primaria a la educación del niño en la familia y la escuela; y secundaria, cuando ocurre en situaciones más amplias que éstas y mediante fenómenos relacionados con la transmisión de la cultura de la sociedad a los individuos, denominándosele también enculturación.

A finales del siglo XIX y durante el XX, con la definición Tylonista de cultura, llega a sumirse un plano de análisis en el que se ha utilizado para denominar agrupaciones humanas que como resultado de la interacción entre  individuos y grupos sociales  que comparten un determinado espacio-tiempo, y a través de largos procesos de práctica y construcción histórica, van alcanzando cierta coherencia; la cual actúa como mecanismo regulador de la propia actividad humana.

En este sentido, la cultura se manifiesta como el resultado de la interrelación dialéctica actividad-pensamiento y adopta formas tales como: la conducta, los principios, los valores y expresiones de éstos como la lengua, el arte y la religión.  También como manifestaciones de la sedimentación de la esencia y el sentido común que asimila elementos culturales nuevos, la cultura adopta las formas de costumbres, tradiciones, doctrinas y sistema de ideas particulares.

El antropólogo inglés Sir Edward B. Tylor  y el americano Lewis H. Morgan, son los autores más destacados de esta línea de investigación. Tylor introdujo el término cultura en la antropología y dio su definición clásica. Por su parte, la obra de Morgan influyó directamente en las concepciones marxistas, especialmente en F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.

Desde esta perspectiva se consideraba la historia del género humano como una historia única, incluso en el aspecto cultural, idea bajo la que subyacía el supuesto etnocéntrico, de una única línea de evolución que va desde los otros hasta nosotros, de manera que también se consideraban los supuestos estadios evolutivos como otros tantos pasos hacia la realización de la sociedad civilizada.

Durante los años veinte y treinta se desarrolló la llamada Escuela sociológica francesa, cuyo precursor fue É. Durkheim, integrada por Marcel Mauss, P. Rivet y Lucien Lévy-Bruhl. El estructuralismo, en la antropología cultural, se debe, fundamentalmente, al también investigador francés Claude Lévi-Strauss, y se basa en la producción de modelos culturales sustentados en los métodos de la lingüística y de la lógica formal, para establecer principios relativos al comportamiento social.

Otra tendencia reciente es la del neoevolucionismo cultural, representado por Leslie A. White y por Julian Steward. Es una corriente fuertemente influida por el marxismo, que considera que el conjunto de la sociedad humana evoluciona hacia formas cada vez más complejas de estructura social, y que el estudio de la antropología debe enfocarse desde esta perspectiva.

Los neoevolucionistas han reexaminado las aportaciones de los evolucionista culturales del s. XIX, a los que han reivindicado, aunque sin caer en sus ingenuidades ni en sus concepciones etnocentristas. Especialmente remarcable es el punto de vista de L. White, según el cual la dirección fundamental de la evolución cultural está determinada en gran parte por las cantidades de energía disponibles. Al respecto plantea:

“Desde un punto de vista zoológico, la cultura no es más que un medio para mantener el proceso de la vida de una especie particular, Homo sapiens. Es un mecanismo destinado a proveer al hombre con medios de subsistencia, protección, ofensa y defensa, regulación social, ajuste cósmico, y recreación”.

El materialismo cultural es una reelaboración del neoevolucionismo que, aunque se aparta de las concepciones más marcadamente marxistas, sigue considerando que la antropología cultural debe basarse en el estudio de los condicionantes materiales que surgen en las necesidades de producir alimentos, refugios, máquinas y, en general, de todos aquellos condicionantes de la cultura. Entre sus representantes más destacados se encuentra Marvin Harris.

Como se puede apreciar en nuestro comentario, los que empezaron siendo términos equivalentes, han terminado siendo -con el desarrollo de la práctica y el pensamiento contemporáneo- sólo términos relacionados, contando cada uno de ellos con definiciones distintas. Mientras la cultura ha evolucionado de ser considerada paradigma de la sociedad civilizada, ha llegado a ser entendida como práctica socio histórica arraigada en el decurso histórico y en este sentido asume un carácter objetivo.

Así la cultura ha tomado forma propia en un complejo conjunto que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otras producciones y maneras de vivir nacidas del hombre que vive en sociedad. Por otra parte la educación, en su movimiento relativamente independiente se ha convertido en la institución capaz de trasmitir esa práctica y ese conocimiento. 

De más está decir que ni siquiera se ha tenido en cuenta los argumentos de aquellos que aprecian la cultura sólo como arte. Esa concepción estrecha no responde ni a la historia del pensamiento ni a la práctica socio histórica, aunque algunos pretendan reducir la cultura a tan limitado espacio. El término arte deriva del latín ars, que significa habilidad y hace referencia a la realización de acciones que requieren una especialización, como por ejemplo el arte de la jardinería o el arte de jugar al ajedrez. Sin embargo, en un sentido más amplio, el concepto hace referencia tanto a la habilidad técnica como al talento creativo en un contexto musical, literario, visual o de puesta en escena y en ese sentido es expresión de la cultura.


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