Como
integración social se entiende
aquel proceso dinámico y multicausal que posibilita a las personas que se
encuentran en un sistema marginal, participar del bienestar alcanzado en un
determinado país. En oposición, la marginación o exclusión, es la desventaja económica, profesional, política o de
estatus social, producida por la dificultad de un grupo para integrarse a los
sistemas de funcionamiento social. Creo que las minorías en Cuba están
perdiendo la perspectiva sobre el objetivo central de la integración, ya que están
haciendo más esfuerzo en diferenciarse, que el que hacen por formar parte del
proyecto social.
No
puede negarse de que a pesar de que el Sistema Político Cubano asegura la
igualdad de todos los grupos y sectores sociales ante la Ley y el artículo
primero de la Constitución de la República -aprobada por la mayoría del pueblo
cubano el pasado 24 de febrero del 2019- afirma: ”Cuba es un Estado socialista
de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado
con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada
en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el
disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar
y la prosperidad individual y colectiva”; subsisten en la conciencia social
elementos heredados de otras sociedades y momentos históricos, que provocan que
se mantengan en la cultura popular determinados rasgos de machismos, homofobia,
dogmas religiosos y otras lacras del pasado.
También
la sociedad cubana recibe la influencia de la cultura global que se trata de
imponer desde las cadenas de comunicación trasnacionalizadas y a cuya
influencia no son ajenos, ni los “marginados”, ni los especialistas del tema. Además,
recibe el influjo directo de la cultura norteamericana, no sólo por el
propósito expreso de esta potencia de desmontar el sistema ideo-político
nacional; sino porque en la mayoría de las familias cubanas existen emigrados
que viven en esa nación y visitan sistemáticamente el país.
Esta
es la causa de por qué recientemente he tenido que confrontar en las redes
sociales diferentes posiciones de enfrentamiento entre grupos religiosos con
elementos de la comunidad gay, o de elementos de la comunidad gay y las
autoridades; o la exacerbación de campañas de género sobre la violencia contra
la mujer, posiciones que dividen más que lo que integran.
Lo
que más me preocupa que estas posiciones son estimuladas desde la academia, que
son los especialistas los que justifican y organizan campañas, encuentros,
propagandas y otras manifestaciones culturales, siguiendo un patrón nada cubano,
cuya tendencia general es a reafirmar las diferencias de estos grupos y no sus
similitudes.Decía José Martí: “Ni el que tiene un derecho, tiene con él el de
violar el ajeno para mantener el suyo: ni el que se ve dueño de una fuerza debe
abusar de ella. El uso inspira respeto: el abuso indigna”[1].
Si
el objetivo es la integración social de estos grupos -evitando el marginalismo cultural-
¿por qué las organizaciones que agrupan están minorías destacan las diferencias
y no hacen el esfuerzo fundamental porque participen junto al resto en la
construcción social?
Encomiable
es la labor realizada por el sistema socioeconómico norteamericano para dividir
a su sociedad e impedir que enarbolen causas comunes. Durante su formación
enfrentó emigrantes contra nativos, hasta de exterminio y sumisión de las
poblaciones originarias, que hasta hoy viven segregados en reservas y atacados
por los vicios más execrables de la sociedad. Enfrentó al norte y el sur con
diferentes grados de desarrollo; negros y blancos con las secuelas del
oprobioso régimen esclavistas y hasta hoy los estigmatiza con el apelativo de afronorteamericanos.
Durante los siglos XIX y XX, dividió al movimiento obrero por nacionalidades de
emigrantes y hoy enarbola el enfrentamiento de blancos, negros y latinos. Llama
a los blancos poblaciones originarias, porque los amerindios no cuentan; divide
a sus ciudadanos en ricos, clase media y obrera, sin contar la división política
en múltiples Partidos. Nadie se salva del estigma de las diferencias, y nadie
tiene motivos para ver al prójimo como igual. De ahí la soledad y el
aislamiento que se siente entre ellos, tan distinto a la solidaridad que se
práctica por el pueblo cubano.
Otras
de las formas de división de la sociedad norteamericana es la religiosa.La
animosidad anticatólica en los Estados Unidos alcanzó un punto máximo en el
siglo diecinueve cuando la población protestante comenzó a alarmarse con la
llegada masiva de inmigrantes católicos. A su vez, la propia iglesia
protestante está divida en Baptistas, Metodistas, Luteranos, Presbiterianos,
Pentecostalistas, Anglicanos, Mormones, Iglesias de Cristo, Congregacional,
Testigos de Jehová, Asambleas de Dios, Evangélicos, Adventistas del Séptimo
día, Ortodoxos y otros. No se puede olvidar que estas iglesias tienen su
representación en Cuba y dependen de la tutela de las existentes en ese país.
Diversidad
no quiere decir enfrentamiento pero, la sociedad norteamericana fue fundada
sobre la violencia y aún resuelve los conflictos internos e internacionales
mediante ésta. La decadencia de una sociedad sin valores proactivos hace que
proliferen otros tipos de divisiones más nocivas como las pandillas, sectores
violentos de la sociedad vinculados a actividades ilícitas como el narcotráfico,
que resuelven sus conflictos de forma asimilar a cómo lo hace la sociedad en
que viven.
Algunos
ingenuos o mal intencionados quieren transpolar estos patrones a la sociedad
cubana. Ya se ha empezado a escuchar la palabra afrocubano por algunos
profesionales extranjeros y hasta cubanos. La integración del pueblo cubano
comenzó en las primeras décadas del siglo XIX y culminó en este siglo, durante
las luchas por la independencia. En Cuba no hay afrocubanos, sólo cubanos, ¿o
es que acaso quieren dejar de llamar cubano a Antonio Maceo, a Guillermón
Moncada, a Juan Gualberto Gómez, o al presidente de la Asamblea Nacional del
Poder Popular y al Vicepresidente de la República?
En
Cuba no hay enfrentamiento religioso porque todas las iglesias trabajan
coordinadamente mediante el Consejo Ecuménico por el bien de la nación. Hay
libertad de conciencia y cada cual puede profesar las creencias que desee,
incluidas las yoruba, el Palo Monte, o el espiritismo. Pero últimamente he
escuchado a algunos protestantes referirse a estas últimas como religiones
satánicas, lo que muestra su falta de cultura. La unidad de la nación cubana
surgió ligada al sincretismo religioso, fruto de los cuatro siglos de
dominación colonial, donde los africanos, traídos como esclavos, encontraron
una forma de preservar su cultura. Éste, lejos de un ejemplo satánico, es muy
digno, sobre todo para los que todavía no han aprendido a preservar la propia y
repiten prototipos que no le pertenecen como el culto a Papá Noel, la creencia
en vampiros, hombres lobos, extraterrestres, superhéroes, etc. O andan por las
calles de la ciudad exhibiendo banderas de otras naciones, especialmente
norteamericanas.
En
Cuba no hay discriminación de género, desde el mismo momento en que mujeres,
hombres, heterosexuales y homosexuales reciben salarios iguales por trabajos
afines; hay más mujeres en las universidades que hombre; más de la mitad de la
Asamblea Nacional del Poder Popular es femenina; existen homosexuales en todos
los órganos de dirección, en todo tipo de trabajo y profesiones.
¿Qué
desean las minorías, destacarse por encima de la media o integrarse? ¿Qué
estimulan los académicos y directivos, resaltar sus diferencias o mostrar sus
valores en la construcción social? No sería más proactivo luchar porque no se
estigmatice el mérito por inclinaciones sexual, genero, militancia religiosa,
raza, etc, que estar organizando espectáculos gay, eventos científicos de
género o proliferando estigmas religiosos?
El que atenta contra la unidad del pueblo cubano
traiciona nuestras tradiciones patrias.
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