viernes, 14 de julio de 2017

Cultura y Educación, una visión desde las Ciencias Sociales. Autora: MsC. Elizabeth Azopardo Núñez.


Introducción:



“Educar -decía José Martí- es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”[1]. Cómo lograrlo sería el problema a resolver y a su vez, tarea de cada maestro.



No se tratada de brindar recetas, los dogmas son propios de la metafísica. En ocasiones las materias que impartimos están sujetas a un rígido programa que deja poco tiempo o nada, para abordar el día a día de cada educando, o para echar una mirada al mundo que nos rodea; entonces introducidos secciones o parches para hablar de efemérides, noticias, informaciones u otros asuntos, ajenos a la materia que se imparte. No se trata de eso.



Las materias que impartimos, todas ellas tienen una utilidad para la profesión. Imaginemos la vida futura del educando. ¿Para qué estudiar cálculo, inglés, historia o morfología? ¿Cuándo o cómo se van a aplicar? ¿Qué es lo que realmente no se debe olvidar? Cuando nos hacemos estas preguntas enseguida salta a la vista la necesidad de educar para la vida.



Eres maestro ¿trasmites cultura? Para educar para la vida no basta con trasmitir conocimientos, hay que trasmitir cultura.



Este tema tiene actualidad como material teórico y práctico, si tenemos en cuenta que muchos de estos elementos aquí expuestos son objeto de debate en la actualidad dentro de la comunidad académica; además, es parte de una ciencia en evolución: la antropología cultural.



La importancia práctica que se le puede atribuir al trabajo es como material pedagógico para los profesores, ya que en ocasiones se le quieren atribuir a la educación funciones que el carácter objetivo de la cultura limita y viceversa, en ocasiones no tenemos en cuenta que la educación como institución adquiere un carácter objetivo y se manifiesta como expresión de la cultura. El desconocimiento de estos presupuestos teóricos puede llevarnos a trazarnos metas inalcanzables, a frustrar las mejores intenciones, o a desconocer factores objetivos que pueden facilitar o entorpecer el trabajo del profesor y la formación de médicos en la Cuba de hoy.

Es por ello que este trabajo se propone los objetivos siguientes:



·         Analizar la evolución histórica de los términos cultura y educación

·         Explicar la relación teórica de de ambos términos para esclarecer la función del maestro como propagador de cultura y de la medicina cubana como institución.



Capítulo 1 La cultura: raíces y horizontes

1.1 La evolución teórica del término cultura.

En este capítulo se hace una apreciación de la cultura desde el punto de vista teórico, teniendo en cuenta la evolución que ha tenido el concepto hasta su significación más actual, utilizada por la antropología para denominar la atmósfera en que se encuentra inmersa la vida humana[2].



Desde los tiempos de Herodoto[3] al menos, se han hecho intentos de dar cuenta de las variaciones culturales existentes en la humanidad. Ciertos pensadores explicaban las diferencias culturales en términos de la influencia del ambiente; desde este punto de vista, ciertas clases de hábitat producirían un tipo de cultura y otro hábitat un tipo diferente. Otros se inclinaban a atribuir la variación cultural a diferencias mentales o temperamentales innatas.

El progreso de la ciencia trajo, sin embargo, un reconocimiento de la cultura como un orden distinto de fenómenos. Se comprendió que la cultura no es sencillamente una respuesta refleja al hábitat, ni una simple y directa manifestación de la naturaleza humana. Se llegó a entender que la cultura humana es un proceso, una corriente de hechos que fluye libremente a través del tiempo de una a otra generación y lateralmente de una raza o hábitat a otro[4].

Eventualmente se terminó por ver que los determinantes de la cultura se relacionan con el desarrollo económico social, la historia, las prácticas socioculturales y otros elementos determinantes dentro de la misma corriente cultural; así como que, el lenguaje, las costumbres, las creencias, las herramientas o ceremonias religiosas, son el producto de precedentes y concomitantes elementos y procesos sociales. En conclusión se llegó a interpretar la cultura, desde un ángulo científico, como el resultado de la interrelación dialéctica actividad-pensamiento.

No obstante, algunas propuestas ético-filosófica actuales fundamentadas en el racionalismo, sobrevaloran la construcción del conocimiento a partir de la actividad interna del hombre y minimizan el papel de la práctica social. Posiblemente de ella se derive la consideración de la cultura como paradigma[5].

Desde este plano de análisis, la cultura influye en todas las acciones de las colectividades de forma casi inconsciente. Más que ideas claras y expresas, abarca conceptos tácitos y sobrentendidos, que se promueven a través de costumbre comunes compartidas. Las posiciones más fieles a estas tendencias, atribuyen la existencia de los paradigmas culturales a la evolución de las formas del pensamiento humano, siguiendo su desarrollo ontogénico[6], hasta alcanzar los niveles de mayor elaboración[7].

Opuestos a estas tendencias, otros consideran que los modelos culturales proyectan la práctica socio-histórica de los grupos humanos en el ámbito conceptual y espiritual, atribuyendo a ésta su origen[8]. Desde este punto de vista, los modelos culturales se desarrollan cuando los individuos comparten una amplia gama de experiencias, en períodos de tiempo relativamente largos, independientemente de que exista o no una filosofía explícita o ni siquiera pensada.



Siguiendo esta tendencia, si se introducen en el análisis de los modelos culturales los términos historia y desarrollo, se pone en evidencia que la práctica socio-histórica presenta un tope a los intentos de construcción conceptual, pues muy difícilmente los esfuerzos internos puedan sobreponerse a valores socialmente aceptados, aunque contrapues­tos, a los que un grupo enuncia y trata de desarrollar.

En la Contribución a la Critica de la Economía Política, Marx afirma: “El hombre es libre, pero con una libertad condicionada. La conciencia es un elemento activo del desarrollo de la Historia, pero no contiene en sí misma ese desarrollo por eso la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando las condiciones materiales para su realización[9]

A pesar de la prédica de Karl Popper[10] contra el historicismo[11], la evolución que sufren en el decurso histórico los modelos culturales, pone de manifiesto que las leyes que los rigen no pueden estar ajenas a las leyes del desarrollo socioeconómico en general, ni a la teoría de la actividad humana en particular. Sin embargo, ellos continúan identificando los rasgos particulares de la nación o colectividad humana, la especifican y la hacen diferente o típica con relación a otras.




Dado a ello, la conservación de los modelos culturales nacionales y regionales, se ha convertido en símbolo de independencia, tanto en el plano económico, político, como social; constituyendo su fortalecimiento parte de los derechos por los que lucha la humanidad, contra la tendencia de globalizar la cultura.



1.2 La cultura como formación o civilización.

Según el diccionario filosófico de Abbagnano[12], el término cultura tiene dos significados fundamentales. El primero y más antiguo, significa la formación del hombre, su mejoramiento y perfeccionamiento. En este sentido, se refiere a la persona individualmente y está relacionado con su educación.



Para los griegos, era la búsqueda y la realización que el hombre hace de sí, o sea, de la verdadera naturaleza humana, ya que según su consideración y como se ha demostrado más tarde científicamente, es imposible llegar a ser humano propiamente dicho, sin el dominio del lenguaje articulado y la conducta social apropiada, o sea, sin cultura.



La República de Platón[13] es precisamente la máxima expresión del estrecho enlace que veían los griegos entre la formación de los individuos y la vida en la comunidad, pero para el filósofo el término está más relacionado con un ideal a conquistar, que con la realidad empírica, ya que excluía las actividades utilitarias.



La Edad Media conservó sólo en parte el significado del concepto clásico de cultura. Mantuvo su carácter aristocrático y contemplativo pero agregó al estudio de la filosofía otros elementos de la vida práctica. Su propósito era la preparación del hombre para sus deberes religiosos y para la vida mundana. El objetivo de los estudios filosóficos se convirtió -más que en una forma de estimular los sentidos y la inteligencia del hombre- en la comprensión, la defensa y hasta donde fuera posible la demostración, de las verdades religiosas.



El Renacimiento devuelve el interés por redescubrir el significado clásico de cultura al considerarla como la formación del hombre en su mundo, y aunque mantuvo su carácter aristocrático, modificó su esencia contemplativa destacando su lado activo. Pico de la Mirandola[14] insistió en que el hombre a través de la cultura llega a su realización total y formula tres de los ideales del Renacimiento: el derecho inalienable a la discrepancia, el respeto por las diversidades culturales y religiosas y, finalmente, el derecho al crecimiento y enriquecimiento de la vida a partir de la diferencia.



Desde este punto de vista, la cultura se apreció como un ideal a alcanzar y Kant la define como “la producción en un ser racional de la capacidad de escoger sus propios fines”, en el sentido de otorgar fines superiores a los que puede proporcionar la naturaleza misma. Relacionado con ello afirma en “El progreso hacia mejor”: “¿En qué orden, únicamente, se puede esperar el progreso hacia mejor? La respuesta es la siguiente: no por el curso de las cosas de abajo arriba, sino de arriba abajo.



Esperar que mediante la educación de la juventud, con la instrucción doméstica y más tarde escolar, de la escuela elemental a la superior, en una cultura espiritual y moral fortalecida por la enseñanza religiosa, se llegase a formar no sólo buenos ciudadanos, sino dados al bien, capaces de sostenerse y progresar siempre, he aquí un plan cuyo logro parece difícil. Porque no sólo ocurre que el pueblo considera que el coste de la educación de su juventud, que él sostiene, debiera cargar sobre el Estado, y éste apenas si tiene algo disponible para retribuir a maestros activos y entregados a su oficio.”[15]



La primera alternativa de cambiar el carácter aristocrático de la cultura fue la Ilustración. Los ilustrados extendieron la crítica racional a todos los posibles objetos de investigación y se encargaron de la divulgación de la cultura.  La Enciclopedia[16] francesa fue uno de sus más importantes intentos, aunque no el único, dando una visión totalizadora a la obra, fue el resultado no sólo del trabajo de Diderot y D´Alembert; sino de una labor colectiva donde participaron hasta 160 personas de las más variadas ocupaciones, entre ellas, literatos, científicos, artistas, magistrados, teólogos, nobles y artesanos. Destacaron en el grupo, Voltaire, Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, Adam Smith, entre otros.



Este ideal de universalidad de la cultura, que empezó desde ese momento se consideró enciclopedismo y sigue siendo hasta hoy un aspecto esencial de la cultura, que se somete a debate constantemente por la necesidad de especialización que imponen las ciencias en la actualidad.



El segundo significado, según Abbagnano[17],  indica el producto de esta formación, o sea, el conjunto de modos de vivir y de pensar civilizados. En este sentido la palabra es utilizada actualmente para señalar el conjunto de modos de vivir creados, aprendido y trasmitidos de una generación a otra entre los miembros de una sociedad en particular. Tal es el punto que la cultura ya no se aprecia como la formación de un individuo, sino la formación colectiva y anónima de un grupo social en las instituciones que lo definen.



Desde este plano de análisis, Ferdinand Tönnies y OswaldSpengle[18], consideran la cultura como la conciencia personal de toda una nación y entienden la civilización como el perfeccionamiento y el fin de una cultura, demostrando la utilidad del término para indicar el modo de vida de un grupo humano determinado. Esta propuesta conduce a definición más actual del término: “Información transmitida (entre miembros de una misma especie) por aprendizaje social, es decir, por imitación, por educación, enseñanza o por asimilación.”[19]



En este sentido y desde al ámbito de la antropología cultural fue Edward Burnett Tylor (1833-1917) quien dio, en 1871, una primera definición de cultura que puede considerarse la más aceptada por los antropólogos en general. Y aseguró: cultura es “toda esa compleja totalidad que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, hábitos y capacidades cualesquiera adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad”.[20]

De esta manera, la cultura se refiere a todos los conocimientos, capacidades, hábitos y técnicas adquiridos o heredados socialmente, es decir, no heredados biológicamente. Esta definición, más bien descriptiva, hecha desde la perspectiva de una teoría evolucionista, considera cultura todo aquello que es producido en sociedad.

De forma más sintética, Sapir, después de repasar distintos significados del término, la define como “el conjunto socialmente heredado de prácticas y creencias que determinan el tejido de nuestra vida”,[21] y pone en estrecha relación la cultura con el lenguaje.

En relación con la definición del término, el autor recubre tres sentidos o tres grupos de sentidos. En primer lugar -afirma- es utilizado en un sentido técnico por los etnólogos o por los historiadores de las culturas, para referirse a todos los elementos de la vida humana que son transmitidos socialmente, tanto si son materiales como si son espirituales. En esta acepción, la cultura es coextensiva al hombre mismo... La segunda acepción del término es la más ampliamente difundida. Designa un ideal, fuertemente academicista, de refinamiento individual, elaborado a partir de un pequeño número de conocimientos y experiencias asimiladas, pero hecho sobre todo de un conjunto de reacciones particulares sancionadas por una clase y una larga tradición... La tercera acepción del término es la más difícil de definir e ilustrar de manera satisfactoria..., esta tercera acepción participa de la primera acepción (la acepción técnica) por el hecho de que, como aquella, pone el acento sobre los bienes espirituales del grupo más que sobre los del individuo. Participa de la segunda acepción en la medida en que insiste sobre un pequeño número de factores culturales... En este sentido la cultura se aproxima al espíritu o al genio de un pueblo.[22]

1.3 El carácter objetivo de la cultura.



La obra de Lewis H. Morgan[23], influyó directamente en las concepciones marxistas, especialmente en F. Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado y éste, junto a Marx subrayan, en cierto sentido, la oposición entre naturaleza y cultura, ya que considera que determinadas pautas de comportamiento cultural forman parte de la superestructura ideológica, y justamente el aspecto más ideológico -en el sentido de falsa conciencia de la cultura- se da cuando ésta se quiere presentar como un producto natural ya que, entonces, bajo la coartada de su supuesta naturalidad se quiere imponer una determinada concepción del mundo generada por la clase dominante para proseguir su supremacía[24].



Para Marx la cultura es una segunda naturaleza, ya que el ser humano, como organismo que forma parte del mundo material, produce sus propias condiciones de vida. Pero estas condiciones son las que determinan esta segunda naturaleza que, en este sentido, no es natural, sino social.

Ya Hegel había señalado con anterioridad el carácter objetivo de la cultura cuando afirmó: “Esta individualidad se forma como lo que en sí es, y solamente así es en sí y tiene un ser ahí real; en cuanto tiene cultura, tiene realidad y potencia”.[25] Y Horkheimer hace hincapié en su prisma ideológico cuando afirma: “La cultura se manifiesta como la apariencia que ocultaba la forma pasada del poder establecido y la apariencia se desvanece con la cultura”.[26]

Sobre el marxismo y su concepción científica del mundo afirma Manuel Sacristán: “Pero frecuentemente esos principios o creencias inspiradores de la conducta cotidiana, aunque el sujeto no se los formule siempre, están explícitos en la cultura de la sociedad en que vive. Esa cultura contiene por lo común un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida, así como un código de estimaciones de la conducta... El que las concepciones del mundo carezcan de aquellos dos rasgos característicos del conocimiento positivo no es cosa accidental y eliminable, sino necesaria: se debe a que la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica”.

Y agrega: “La concepción materialista y dialéctica del mundo, otras veces llamada por Engels, más libremente, concepción comunista del mundo, está movida, como todo en el marxismo, por la aspiración a terminar con la obnubilación de la conciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. De esto se desprende que es una concepción del mundo explícita”[27].

Gramsci, desde la perspectiva desarrolladora del marxismo, puso énfasis en el estudio de los aspectos culturales de la sociedad -la llamada superestructura- como elemento desde el cual se podía realizar una acción política y como una de las formas de crear y reproducir la hegemonía. Para él la hegemonía es, por lo tanto, el ejercicio de las funciones de dirección intelectual y moral unida a aquella del dominio del poder político. La posición del marxismo, afirmaba: “no tiende a mantener los simples en su filosofía primitiva del sentido común, sino conducirlos a una concepción superior de la vida”.[28]

A.L. Kroeber y Clyde Kluchhohn, tras examinar unas quinientas definiciones, ofrecieron la siguiente como síntesis: “Pautas implícitas y explícitas de y para la conducta, adquiridas y transmitidas mediante símbolos exclusivos del grupo humano y que incluyen su materialización en forma de utensilios, aunque el núcleo principal de las mismas son las ideas tradicionales, es decir, obtenidas y seleccionadas históricamente, y los valores que implican. Los sistemas culturales son, por un lado, productos de la acción humana y, por otro lado, elementos condicionadores de acciones humanas futuras”[29].

En otro sentido, el desarrollo del estructuralismo en la antropología cultural de inicios del siglo XX se basó fundamentalmente en la producción de modelos culturales sustentados en los métodos de la lingüística y de la lógica formal, para establecer principios relativos al comportamiento social alejados de la práctica sociohistórica. Pero para ellos la oposición entre naturaleza y cultura también es una realidad. Claude Lévi-Strauss consideró que los mitos -que actúan como mediadores- tienen, un origen psicológico y son fruto de la tendencia de la mente a polarizar la experiencia describiéndola en series de opuestos, en una especie de clasificación binaria, y aparecen como intentos de conciliación de dichas oposiciones.[30]

Otra tendencia reciente es la del neoevolucionismo cultural, representado por Leslie A. White y por Julian Steward. Esta corriente, fuertemente influida por el marxismo, considera que el conjunto de la sociedad humana evoluciona hacia formas cada vez más complejas de estructura social, y que el estudio de la antropología debe enfocarse desde esta perspectiva[31].

Los neoevolucionistas han reexaminado las aportaciones de los evolucionistas culturales del s. XIX, a los que han reivindicado, aunque sin caer en sus ingenuidades, ni en sus concepciones etnocentristas. Especialmente remarcable es el punto de vista de L. White, según el cual la dirección fundamental de la evolución cultural está determinada en gran parte por las cantidades de energía disponibles. Y al respecto plantea: “Desde un punto de vista zoológico, la cultura no es más que un medio para mantener el proceso de la vida de una especie particular, Homo sapiens. Es un mecanismo destinado a proveer al hombre con medios de subsistencia, protección, ofensa y defensa, regulación social, ajuste cósmico, y recreación”[32].

El materialismo cultural es una reelaboración del neoevolucionismo que, aunque se aparta de las concepciones más marcadamente marxistas, sigue considerando que la antropología cultural debe basarse en el estudio de los condicionantes materiales que surgen en las necesidades de producir alimentos, refugios, máquinas y, en general, de todos aquellos condicionantes de la cultura. Entre sus representantes más destacados se encuentra Marvin Harris[33].

Concluyendo la evolución del término cultura se puede apreciar que el mismo ha pasado por distintos significados:



·         Inicialmente se entendía como el cultivo del espíritu en un sentido individual, o sea, educación del hombre.

·         A partir del siglo XVII se añade el aspecto de actividad consciente, con lo que el término cultura se asocia  un ideal a alcanzar, o resultado de esa formación o socialización, dimensión social de la cultura que presupone una acción colectiva, es decir, la colaboración de muchos en la comunidad humana.

·         Y finalmente todo ello queda superado por la noción actual de cultura tal como ha sido formulada, en general, desde la antropología y, en especial, desde la antropología cultural, en cuanto que la cultura es el objeto de estudio de dicha ciencia y, en un sentido amplio, se refiere al conjunto de los diversos aspectos de la conducta humana que son aprendidos y que se transmiten a lo largo de la historia por aprendizaje social.



Resumiendo, la cultura se nos presenta en variadas dimensiones: como educación del hombre e ideal a alcanzar, como resultado de esa formación o civilización y como proceso de construcción subjetiva de la propia actividad humana y reflejo de la realidad. Desde este punto de vista último, la cultura adquiere un carácter objetivo y se encuentra relacionada con el desarrollo económico social y la historia del hombre.



Capítulo 2 El hombre: condicionamientos y desafíos de la Educación.

2.1 Evolución histórica de la relación cultura y educación.



En este capítulo se analizan las posibilidades del hombre y su educación para el desarrollo de la cultura y los valores, así como, la interrelación dialéctica cultura educación, sin cuya comprensión la enseñanza puede llegar a caminos sin salida.   



Los términos educación y cultura están íntimamente relacionados en la historia del pensamiento humano; no obtente, ambos no significan lo mismo. Mientras que la educación está más relacionada con la formación del propio hombre, sin la cual no llegaría a alcanzar todas las características de su especie, y sobre todo la más importante: convertirse en un ser racional; la segunda, significa –como se ha explicado- todo el entrecruzamiento de formas de existencia que adopta una comunidad o grupo social, en su decurso histórico y por lo tanto objeto de estudio de la educación. Vista en el sentido planteado, la cultura expresa las normas de vida, costumbre, sistemas de ideas, principios y valores que sustentan a la colectividad y la educación es la vía para apropiarse de ellas.



En sus orígenes, la educación en Grecia tenía un cierto carácter aristocrático y se basaba en la transmisión de conocimientos de gramática -lectura, escritura y recitación de poemas-, música, y gimnasia, dirigidas todas ellas hacia la formación militar. Posteriormente fue generalizándose y se dirigió hacia la formación del ciudadano. El término griego paideia, aunque etimológicamente significaba la educación de los niños, englobaba un significado más amplio, que abarcaba todo el proceso de educación o formación, y se fundía con las nociones de cultura o de civilización[34].



A partir de finales del siglo V a.n.e. -bajo la influencia de los sofistas y de Sócrates- aparecerá una reelaboración intelectual del papel de la educación en la sociedad, que culminará con la aparición de las escuelas filosóficas[35]. Ejemplo de ellas fueron la Escuela de Isócrates, la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. En estas últimas instituciones ya no importaba solamente la formación del ciudadano y el dominio, por parte de éste, de las técnicas de la retórica, como pretendía Isócrates, sino que la enseñanza y la educación se realizaban en función del ideal intelectual del conocimiento de la verdad.



Según el filósofo y filólogo alemán Werner Jaeger, destacado investigador de la universidad de Oxford, que en 1933 publicó un famoso libro titulado Paideia, fue este afán educador de los griegos el que decidió la superación de los modelos bárbaros. Según él, la cultura, en el sentido general dado a este término en Occidente como valor e ideal consciente de vida comunitaria, comenzó solamente con los griegos. Y este progreso decisivo, fue debido al papel de la paideia, que se forjó sobre una nueva concepción del papel del individuo en el seno de la sociedad. Al respecto afirmaba:



“El helenismo ocupa una posición singular. Grecia representa, frente a los grande pueblos de Oriente, un "progreso" fundamental, un nuevo estadio" en todo cuanto hace referencia a la vida de los hombres en comunidad. Ésta se funda en principios totalmente nuevos. Por muy alto que estimemos las realizaciones artísticas, religiosas y políticas de los pueblos anteriores, la historia de aquello que, con plena conciencia, podemos denominar nosotros cultura, no comienza antes de los griegos”.[36]



Como se ha expresado con anterioridad, en su acepción más antigua cultura significa la formación del hombre, su mejoramiento y perfeccionamiento y en este sentido, la cultura no se puede separar del término educación.



A partir del siglo XVIII, con el Iluminismo, la cultura se asume como civilización o socialización, término este último que significa a su vez el proceso por el que el individuo adquiere la cultura de la sociedad a que pertenece, mediante el aprendizaje y aceptación interna de las normas y valores fundamentales y estructura su personalidad, a través de la maduración del sí mismo y una asunción de roles suficiente para poder entablar relaciones sociales, o interactuar socialmente de forma satisfactoria con los demás, por lo que continúan íntimamente relacionados los términos cultura y educación[37].



G. Rocher, autor del libro, Introducción a la Sociología (1979), define la socialización como: “el proceso por cuyo medio la persona humana aprende a interiorizar, en el decurso de su vida, los elementos socioculturales de su medioambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de la experiencia y de agentes sociales significativos, y se adapta a sí al entorno social, en cuyo seno debe vivir”[38].



Desde este plano de análisis se llama socialización primaria, cuando ocurre en las etapas fundamentales de la educación del niño en la familia y la escuela, y secundaria, cuando ocurre en situaciones más amplias que éstas y mediante fenómenos más generales de transmisión de la cultura de la sociedad a los individuos (medios de comunicación de masas, cultura ambiente, etc.), denominándosele también enculturación.



A finales del siglo XIX y durante el XX, con la definición Tylonista de cultura, llega a sumirse un plano de análisis en el que se ha utilizado por la etnografía para denominar agrupaciones humanas que como resultado de la interacción entre  individuos y grupos sociales  que comparten un determinado espacio-tiempo, y a través de largos procesos de práctica y construcción histórica, van alcanzando cierta coherencia; la cual actúa como mecanismo regulador de la propia actividad humana.



En este sentido, la cultura se manifiesta como el resultado de la interrelación dialéctica actividad-pensamiento y adopta formas tales como: la conducta, los principios, los valores y expresiones de éstos como la lengua, el arte y la religión.  También como manifestaciones de la sedimentación de la esencia y el sentido común que asimila elementos culturales nuevos[39], la cultura adopta las formas de costumbres, tradiciones, doctrinas y sistema de ideas particulares, separándose definitivamente del término educación.



Como se puede apreciar, los que empezaron siendo términos equivalentes, han terminado siendo -con el desarrollo de la práctica y el pensamiento contemporáneo- sólo términos relacionados, contando cada uno de ellos con definiciones distintas. Mientras la cultura ha evolucionado de ser considerada como enseñanza y paradigma de la sociedad civilizada, ha llegado a ser entendida como práctica socio histórica arraigada en el decurso histórico y en este sentido asume un carácter objetivo.



Así la cultura ha tomado forma propia en un complejo conjunto que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otras producciones y maneras de vivir nacidas del hombre que vive en sociedad y como tal íntimamente vinculada a las relaciones socio-económicas y a la historia, adquiriendo con ello un carácter objetivo. Por otra parte la educación, en su movimiento relativamente independiente de la cultura se ha convertido en la institución capaz de trasmitir esa práctica y ese conocimiento y por tanto tiene un carácter subjetivo.

2.2 Aspectos a tener en cuanta en la práctica docente.

Como se ha explicado, por su relativa independencia de la base, la conciencia puede convertir a la cultura en un modelo teórico o paradigmas a alcanzar y hacerla objeto de la educación. No obstante, el carácter objetivo de la cultura y de la educación pone límites a estos intentos, que siempre tendrán que realizarse dentro de condiciones histórico-concretas específicas, las cuales determinan en última instancia el rol del individuo en la sociedad.

La educación considerada como la formación de un sujeto siempre tiene un modelo que generalmente se adelanta a su tiempo y comúnmente se le atribuye a ella la capacidad de crear al hombre nuevo que cambiará la realidad circundante; sin embargo, es la práctica socio-histórica la que pone límites a esos intentos. Decía Martí: “Es necesario elevarse a la altura de los tiempos, y contar con ellos”[40].



Es por ello que el modelo de hombre que José Martí quería formar para la construcción de la república moral en América[41], constituye un desafío aún para la sociedad actual. Como educación o como resultado de ésta -paradigma subjetivo, o proyecto moral- sigue vigente y es deber de la actual generación profundizar en su estudio y acercarse cada vez más a él.

No obstante, Martí también reconocía la existencia de la cultura como práctica socio-histórica, acumulado en el tiempo y por tanto objetiva. A ello se refería, entre otros ejemplos, cuando reconocía la existencia de un pueblo nuevo en América, resultado de la mezcla de culturas.

Por otra parte, la educación también alcanza su carácter objetivo como institución resultante de la práctica socio histórica y se convierte en expresión de la cultura, por lo que la relación cultura educación es una interrelación dialéctica. La cultura y la educación –a la vez que son términos opuestos, uno como ideal y el otro como plataforma objetiva- se condicionan cuando la educación alcanza un carácter objetivo como institución y se manifiesta como cultura.

La educación como expresión de la cultura motiva a que los maestros proporcionen la posibilidad de elevarse a ella. Desde este punto de vista, debe facilitarse la entrada de las expresiones culturales de su espacio tiempo en planes de estudio, programas y clases de todas las especialidades y asignaturas, no como expresión artística de una época; sino, como lo que realmente es: conducta, principios, valores, lengua, arte, religión, costumbres, tradiciones, doctrinas y sistema de ideas particulares que identifican la cubanía.



Esa decisión constituye un reto para maestros y profesores. En el caso de las ciencias médicas, sería necesario ampliar los estudios sobre los rasgos identitarios de la escuela cubana de medicina, para poder trasmitir a nuestros estudiantes éstos como una fortaleza de la institución frente a otras tendencias globalizadoras y elitistas.



¿Existe una escuela cubana de medicina? A priori se afirmaría que sí. El hecho de que los médicos en Cuba se formen vinculados a la práctica es sin duda un rasgo identitario. Otra de las fortalezas de la escuela cubana de medicina es que no se circunscribe a un espacio geográfico; va allí donde está el más necesitado, tras la catástrofe, la epidemia o la peor de éstas: el hambre y la pobreza. Ello fortalece los conocimientos científicos de de los profesionales de la salud en la Isla, porque aprenden a la vez que se solidarizan con los pobres de la tierra, con los que quería Martí su suerte echar.



También en Cuba se trabaja fundamentalmente en la medicina preventiva y en la cura de enfermedades, no en el paliativo de los síntomas, esa que la medicina privada desestima porque no forma parte del negocio. En la práctica científica Cuba destaca por la búsqueda de soluciones a enfermedades que otros han tomado para enriquecerse como el SIDA y el cáncer y en la elaboración de vacunas que evitarían el sufrimiento humano.



Todo lo anterior permite afirmar que uno de los rasgos identitarios de la escuela cubana de medicina es su profundo carácter humanista y se debe seguir profundizando en el tema para ampliar sus rasgos a otros campos. Defender la existencia y los valores de una escuela cubana de medicina es un deber más de maestros y profesores.



Por otra parte, si se pretende formar profesionales realmente en la práctica hay que acercar los planes y programas de estudio a ésta. La educación, si quiere impartir cultura, no puede quedarse en el paradigma, en el deber ser. Y debe pasar a lo que realmente es. Por ejemplo, históricamente en Cuba el conteo de glóbulos rojos se hacía manual y daba resultados satisfactorios por la gran habilidad alcanzada por los técnicos en el mismo. Hoy los programas de estudio parten del supuesto de que en todas las circunstancias existen los equipos técnicos necesarios para la realización de exámenes clínicos; sin embargo, en muchos lugares no es así y se van perdiendo habilidades que han sido de gran utilidad práctica.



Además, todos los sistemas políticos inculcan a la sociedad la preservación y desarrollo de éste, mediante lo que se ha dado por llamar cultura política. En el mundo global, la defensa de la identidad cultural se ha convertido en un símbolo de independencia, cuando constantemente se infunde una cultura homogénea para todos, que responde a los intereses del orden económico social imperante.





Conclusiones:

La cultura se nos presenta en variadas dimensiones: como educación del hombre e ideal a alcanzar, como resultado de esa formación o civilización y como proceso de construcción subjetiva de la propia actividad humana y reflejo de la realidad. Desde este punto de vista último, la cultura adquiere un carácter objetivo y se encuentra relacionada con el desarrollo económico social y la historia del hombre.

La cultura y la educación –a la vez que son términos opuestos, uno como ideal y el otro como plataforma objetiva- se condicionan cuando la educación alcanza un carácter objetivo como institución dentro de la práctica socio-histórica y se manifiesta como cultura, estableciéndose entre ellas una interrelación dialéctica.

Pero, en su relativa independencia de la base, la conciencia puede convertir a la cultura en un modelo teórico o paradigmas a alcanzar y hacerla objeto de la educación; pero este paradigma no puede abandonar los cánones de la realidad sin cometer el pecado de ser idealista.

Esta interrelación debe tenerse en cuenta al elaborar Planes y Programas de Estudio. El modelo educativo como paradigma no puede desconocer  los límites objetivos de la cultura y de la educación como institución. El recargar los Programas de contenidos del “deber ser”, olvidando la realidad objetiva, puede conducirnos un idealismo sin salida. Cada etapa histórica de la práctica humana es un momento único e insustituible del desarrollo, violar etapas ya ha traído dificultades en la construcción del socialismo. La educación cubana debe tratar de no incurrir en iguales errores.



Cuba se encuentra en un momento vital para su subsistencia independiente en un mundo hostil y lleno de contradicciones. Rodeada de un sistema que agoniza y que pretende arrasar con todo en su decadencia, el valor de la pequeña Isla, resistiendo los embates y pretendiendo mostrar la eficacia de un mundo mejor, es heroica.

Con la actualización del modelo económico y social, la educación debe también enrumbar hacia un modelo más objetivo.

Es necesario recordar que la base económica determina la superestructura social en última instancia y a pesar del relativo movimiento independiente de la conciencia en relación con el ser, la sobrevaloración del factor subjetivo es tan nociva como ignorar su existencia. No se puede aspirar a crear un sistema de valores que no se corresponde con la base. Errores como esto han llevado a hablar de “crisis de valores”, cuando estos sólo son un reflejo de una realidad histórico concreta dada, la cual no se puede ignorar.



La educación como expresión de la cultura motiva a que los maestros proporcionen la posibilidad de elevarse a ella. Desde este punto de vista, debe facilitarse la entrada de las expresiones culturales de su espacio tiempo en planes de estudio, programas y clases de todas las especialidades y asignaturas, no como expresión artística o histórica de una época; sino, como lo que realmente es: conducta, principios, valores, lengua, arte, religión, costumbres, tradiciones, doctrinas y sistema de ideas particulares que identifican la cubanía.



Si se pretende formar profesionales realmente en la práctica hay que acercar los planes y programas de estudio a ésta. La educación, si quiere impartir cultura, no puede quedarse en el paradigma, en el deber ser.

En el caso de las ciencias médicas, sería necesario ampliar los estudios sobre los rasgos identitarios de la escuela cubana de medicina, para poder trasmitir a nuestros estudiantes éstos como una fortaleza de la institución, frente a otras tendencias globalizadoras y elitistas. No retrocedemos, sólo nos adecuamos a la realidad.



Abordar la práctica socio-histórica como realidad y reconocer su carácter objetivo es a lo que Fidel, en su concepto de Revolución, expresaba como: “sentido del momento histórico”; ajeno a ello la educación pierde significación y deja de ser expresión de la cultura.











Referencias bibliográficas:

Abbagnano, Nicola. Diccionario filosófico. Editora Revolucionaria. La Habana 1963, pág. 272

Artigas, Mariano. Lógica y ética en Karl Popper, Eunsa.2001

Beaucage, Pierre. La etnociencia, su desarrollo y sus problemas actuales, Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona.

Cronos: Cuadernos valencianos de historia de la medicina y de la ciencia, ISSN 1139-711X, Vol. 3, Nº. 1, 2000, págs. 47-92

Gramsci, Antonio. Los intelectuales y la organización de la cultura. Editorial siglo XX. (1949)

Harris, Marvin Teorías sobre la cultura en la era posmoderna- Edición en castellano: 2000)

Hegel, Georg W. F. Fenomenología del espíritu, F.C.E., México 1973, p.288-291.

Horkheimer, Max. Teoría crítica, Barral, Barcelona, 1973, pp. 175-176.

Kant, Emmanuel. Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor. En  Filosofía de la Historia, FCE, México 1979,  p. 115-118.

Kroeber, Albert y Clyde Kluchhohn. Variations in Value Orientations, 1961 http://www.lib.berkeley.edu/MRC/audiofiles.html#kroeber

Kuhn, Thomas S. La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica de España, 2005.

Lévi-Strauss, Claude. El pensamiento salvaje, México 1964: Fondo de Cultura Económica.

Lewis H. Morgan La sociedad antigua, 1877.

Luigi Luca Cavalli-Sforza. La evolución de la cultura. Barcelona 2007: Anagrama.

Martí José. Obras completas. Centro de Estudios Martianos. 2001. Versión digital. Tomos I, 4 y 8

Marx Carlos. Contribución a la crítica de la economía política, Alberto Corazón, Madrid 1970

Mauss, Marcel. Sociología y antropología. Colección de Ciencias Sociales. Madrid: Editorial Tecnos, 1991.

NussbaumMichalah, Joseph. Construccionismo del movimiento de los conceptos alternos (MCA). Int J. Sc, 1989. Vol11. SpecialIssue, 530-540.

Pico de la Mirandola, Giovanni. Discurso sobre la dignidad del hombre, México: Universidad Nacional Autónoma de México. 2003

Platón. Diálogos. Obra completa en 9 volúmenes. Volumen IV: República

Editorial Gredos, Madrid 2003

Redondo, Emilio. Introducción a la Historia de la Educación, Barcelona, Ariel, 2001

Rocher, G. Introducción a la sociología general. Herder, Barcelona 1979 pág. 133-137

Sacristán, Manuel. Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I, Icaria, Barcelona 1983, p. 28-31

Sapir, Edward. Anthropologie, Minuit, París 1967, p.326.

Spengler, Oswald. La decadencia occidental. http://foster.20megsfree.com/spengler_index.htm

Vigotsky, L.S. Desarrollo de las funciones psíquicas superio­res, Moscú, 1960.

White, Leslie. La ciencia de la cultura, Paidós, Buenos Aires 1964, p.17-18.

Werner Jaeger, Paideia, FCE, México 1971, p. 4-8



[1] Martí José. Obras completas. Tomo 8, pág. 281. Centro de Estudios Martianos. 2001. Versión digital.
[2]Mauss, Marcel. Sociología y antropología. Colección de Ciencias Sociales. Madrid: Editorial Tecnos, 1991.
[3] Herodoto (c. 484-425 a.C.), historiador griego, reconocido como el padre de la historiografía. 
[4] White, Leslie. La ciencia de la cultura, Paidós, Buenos Aires 1964, p.17-18.
[5]Kuhn, Thomas S. La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica de España, 2005. Nota: Según Kuhn, la ciencia no progresa por simple acumulación de conocimientos; las revoluciones científicas son momentos de desarrollo no acumulativo en los que un viejo paradigma es sustituido por otro distinto e incompatible con él.
[6] Desarrollo del individuo.
[7]NussbaumMichalah, Joseph. Construccionismo del movimiento de los conceptos alternos (MCA). Int J. Sc, 1989. Vol11. SpecialIssue, 530-540.
[8]Vigotsky, L.S. Desarrollo de las funciones psíquicas superio­res, Moscú, 1960.
[9] Marx Carlos. Contribución a la crítica de la economía política, Alberto Corazón, Madrid 1970, p. 37.
[10] Karl Raimund Popper (1902-1994), filósofo de la ciencia británico, de origen austriaco, famoso por su teoría del método científico y por su crítica del determinismo histórico.
[11]Artigas, Mariano. Lógica y ética en Karl Popper, Eunsa.2001
[12]Abbagnano, Nicola. Diccionario filosófico. Editora Revolucionaria. La Habana 1963, pág. 272
[13]Platón. Diálogos. Obra completa en 9 volúmenes. Volumen IV: República, Editorial Gredos, Madrid 2003
[14]Pico de la Mirandola, Giovanni. Discurso sobre la dignidad del hombre, México: Universidad Nacional Autónoma de México. 2003
[15]Kant, Emmanuel. Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor. En  Filosofía de la Historia, FCE, México 1979,  p. 115-118.
[16] http://web.archive.org/web/20040204195547/http://encyclopedie.inalf.fr/index.html
[17]Abbagnano, Nicola. Diccionario filosófico. Editora Revolucionaria. La Habana 1963, pág. 276
[18]Spengler, Oswald. La decadencia occidental. http://foster.20megsfree.com/spengler_index.htm
[19] Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona.
[20]Luigi Luca Cavalli-Sforza. La evolución de la cultura. Barcelona 2007: Anagrama.
[21]Sapir, Edward. Anthropologie, Minuit, París 1967, p.326.
[22] Ibídem
[23]Lewis H. Morgan La sociedad antigua, 1877.
[24] Marx Carlos. Contribución a la crítica de la economía política, Alberto Corazón, Madrid 1970
[25] Hegel, Georg W. F. Fenomenología del espíritu, F.C.E., México 1973, p.288-291.
[26]Horkheimer, Max. Teoría crítica, Barral, Barcelona, 1973, pp. 175-176.
[27] Sacristán, Manuel. Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I, Icaria, Barcelona 1983, p. 28-31
[28]Gramsci, Antonio. Los intelectuales y la organización de la cultura. Editorial siglo XX. (1949)
[29]Kroeber, Albert y Clyde Kluchhohn.Variations in Value Orientations, 1961 http://www.lib.berkeley.edu/MRC/audiofiles.html#kroeber
[30]Lévi-Strauss, Claude .El pensamiento salvaje, México 1964: Fondo de Cultura Económica.
[31]Beaucage, Pierre. La etnociencia, su desarrollo y sus problemas actuales, Cronos: Cuadernos valencianos de historia de la medicina y de la ciencia, ISSN 1139-711X, Vol. 3, Nº. 1, 2000, págs. 47-92,
[32] Leslie A. White. La ciencia de la cultura, Paidós, Buenos Aires 1964, p.340-341.
[33]Harris, Marvin Teorías sobre la cultura en la era posmoderna- Edición en castellano: 2000)
[34] Redondo, Emilio. Introducción a la Historia de la Educación, Barcelona, Ariel, 2001
[35] Ibídem
[36] Werner Jaeger, Paideia, FCE, México 1971, p. 4-8
[37] Redondo, Emilio. Introducción a la Historia de la Educación, Barcelona, Ariel, 2001
[38]Rocher, G. Introducción a la sociología general. Herder, Barcelona 1979 pág. 133-137
[39]“buen sentido”,  Ver Gramsci, Economía e Ideología, en Antología, La Habana.
[40] Martí José. Obras completas. Tomo I Pág. 204. Centro de Estudios Martianos. 2001. Versión digital.
[41] Ibídem. Tomo 4, pág. 101

No hay comentarios:

Publicar un comentario