lunes, 18 de agosto de 2014

La cultura como conciencia historica segun Willian Raymond



Autora:MsC Elizabeth Azopardo


Introducción:
Una serie de críticas al modelo euro soviético y Chino de socialismo, en los años 70, condujo a un grupo de filósofos fundamentalmente europeos- a asumir posiciones que van desde considerar que el fracaso político del marxismo es inherente a sí mismo, hasta la reformulación de esta teoría desde otras posiciones filosóficas, como es el caso del estructuralismo. Entre estos grupos se destacan: Los nuevos filósofos franceses, movimiento surgido en ese país a mediados de los años 1970 y que abogan más bien por una posición irracionalista; la llamada Escuela de Francfort -iniciadores del "Pensamiento Crítico"- que contrasta con el movimiento anterior, porque -mientras el primero es fundamentalmente negativo y su nivel de conceptualización y elaboración teórica es muy irregular- el movimiento alemán ha tratado muchos de los mismos aspectos y efectuado muchas de las mismas críticas, pero con un rigor mucho mayor, valorando positivamente el legado racionalista.





En Inglaterra, también se desarrollaron procesos de reanálisis del marxismo desde diferentes posiciones. Raymond Williams es unos de los integrantes de la nueva izquierda británica. Ésta, integrada por un conjunto de importantes obras que pueden ser consideradas exposiciones de una tradición particular del marxismo, se encuentra vinculada preferentemente al materialismo histórico. Los puntos en que convergen sus miembros son: la valorización del sujeto en tanto conformador del mundo social y a partir de éste mismo; la analogía base-superestructura y la importancia del concepto "experiencia" como articulador de nuevas categorías con las cuales interpretar los procesos sociales.





En particular, creemos necesario ahondar el tratamiento que hace Raymond Williams de los procesos culturales, porque se considera por un grupo de destacados especialistas que su obra no sólo indaga en una metodología particular de abordaje de la cultura, sino que esta arraiga en una lectura auténticamente materialista de los procesos sociales y culturales, recuperando una interpretación enriquecedora del marxismo.





Williams constituyó además, punto de partida ante nuevos interlocutores; entre los que se destacan: los que proponen "leer la cultura" como Cliffor Geertz; o diferenciar las experiencias del discurso-lenguaje, como Foucault; o incluso, diferenciar "áreas" perfectamente limitadas aunque más o menos autónomas, como Bourdieu.






Lo cultural como conciencia histórica en la obra de William Raymond.






La atención que presta William Raymond al concepto cultura, parte de la apreciación de tomar conciencia de ésta desde el punto de vista histórico. Al respecto plantea: "El concepto funde y confunde a las vez las tendencias y experiencias radicalmente presentes en su formación. Por tanto, resulta imposible llevar a cabo un análisis cultural serio sin tratar de tomar conciencia del propio concepto; una conciencia que debe ser histórica".





En su obra Culture and Society (1958), Williams busca comprender la forma y las causas por las cuales la idea de Cultura y la palabra misma en sus modernos usos generales, aparecen en el pensamiento inglés del siglo XVIII y se transforman al ritmo de la Revolución Industrial. La especificidad del caso inglés, en el cual se concentra, consiste en que al ser la primera sociedad en atravesar los cambios políticos, sociales y económicos de dicha Revolución: "fue literalmente, un problema de encontrar un lenguaje para expresarlos" .





Por lo tanto, al buscar el origen de palabras que en la actualidad son de capital importancia, Williams se plantea explorar la experiencia que conformó sus significados. Para él, estos cambios habían seguido un "patrón general", reconocible a partir de cinco palabras clave: clase, industria, arte, cultura y democracia- que servirían como un mapa donde: "mirar de nuevo aquellos grandes cambios en la vida y el pensamiento a los cuales los cambios en el lenguaje evidentemente refieren".





Siguiendo sus opiniones, de las cinco palabras seleccionadas, cultura es la que mejor corporiza estas transformaciones, de allí que sus cambiantes significaciones aparezcan en varias obras de Williams. Al respecto señala que hacia mediados del siglo XVIII, se le consideraba como la tendencia de un crecimiento natural y de ahí, por analogía, paso a significar un proceso de entendimiento humano: "...pero este último uso, que había sido usualmente una cultura de algo, fue cambiado, en el siglo XIX, a cultura como tal, una cosa en sí misma. Vino a significar, primero, "un estado general o hábito de la mente", teniendo una relación cercana con la idea de perfección humana. Segundo, vino a significar "el estado general del desarrollo intelectual, en una sociedad como un todo". Tercero, vino a significar "el cuerpo de las artes". Cuarto, ya tarde en el siglo, vino a significar una forma total de vida: material, espiritual e intelectual".



Como movimiento general, Williams advierte la emergencia de cultura como un absoluto o una abstracción desde la cual, por un lado, se puede reconocer el divorcio entre ciertas actividades morales e intelectuales del ímpetu del desarrollo social. Al mismo tiempo, esas actividades se transforman en "la corte de apelación" desde donde son juzgadas las alternativas de los sujetos sociales. Estas alternativas no tienen que ver solamente con el desarrollo de la mecánica industrial, sino también con la dinámica de las relaciones personales y sociales: es decir, no se trata de una respuesta sólo a lo que fue significado por industria -en el sentido de los cambios que un sistema de instituciones imprimía al devenir social y político- sino también a lo que democracia comenzó a significar -la consecuencia y el peligro de las Revoluciones Francesa y Americana, pero también el acceso de la muchedumbre a espacios de participación.





La metodología empleada por Williams consiste en trazar una tradición de pensadores y escritores ingleses según los usos y significaciones con que trabajaron cultura. Esto lo sumerge en el estudio de exponentes de la intelectualidad inglesa que suelen frecuentar las páginas de otros marxistas británicos, tales como: E. Burke, W. Cobbett, J. S. Mill, J. Bentham, S. T. Coleridge, T. Carlyle, J. Ruskin, W. Morris, D. H. Lawrence, entre otros. A partir de este punto, pueden distinguirse en el libro varios centros de interés, destacándose fundamentalmente los lineamientos propuestos para el desarrollo de una teoría cultural, sobre todo en relación a las clases sociales, el lenguaje y las herramientas de la teoría marxista. Al respecto planteaba: "La historia de la idea de cultura es un registro de nuestras reacciones, en pensamiento y sentimiento, a las cambiantes condiciones de nuestra vida común. Nuestro significado de cultura es una respuesta a los eventos que nuestros significados de industria y democracia más evidentemente definen. Pero las condiciones fueron creadas y han sido modificadas por los hombres. El registro de los eventos yace en otra parte, en nuestra historia en general. La historia de nuestra idea de cultura es un registro de nuestros significados y nuestras definiciones, pero éstas, a su vez, son entendidas solamente dentro del contexto de nuestras acciones





En esta cita están presentes dos de los más importantes elementos del análisis de Williams: por un lado, el papel activo de los hombres al crear sus condiciones históricas; al mismo tiempo, la relación entre el proceso social y la dinámica del lenguaje. Consideramos que estas modalidades constituyen las mayores elaboraciones en la obra de Williams en su conjunto.





Pero su sistematización más acabada de la cultura está sintetizada en lo que denomina "materialismo cultural", expuesto en Marxismo y Literatura. Reiterando las cambiantes significaciones del concepto de "cultura" y de las experiencias que conformaron sus significados, Williams rescata "Cultura" a partir de la concepción marxista del hombre histórico: "La noción originaria del "hombre que produce su propia historia" recibió un nuevo contenido fundamental a través de este énfasis puesto sobre "el hombre que se hace a sí mismo" mediante la producción de sus propios medios de vida.(...) En tanto que especificación del elemento básico del proceso social de la cultura era la recuperación de la totalidad de la historia".





De esta forma, lo cultural ya no es lo superestructural -como todavía aceptaba en 1958- sino que se vuelve en sí mismo un proceso material constitutivo. Así es como las corrientes marxistas que se acercan a lo cultural como condicionado, reflejo o determinado por una supuesta base económica, son criticadas por Williams, considerándolas "idealistas" y por reproducir una separación entre la cultura y la vida social material, propia del pensamiento burgués.





"Desde los castillos, palacios e iglesias hasta las prisiones, asilos y escuelas; desde el armamento de guerra hasta el control de la prensa, toda clase gobernante, por medios variables aunque siempre de modo material, produce un orden político y social. Estas actividades no son nunca superestructurales. Constituyen la necesaria producción material dentro de la cual, en apariencia, solo puede ser desarrollado un modo de producción autosubsistente".





Desde esta perspectiva, Williams avanza sobre conceptos claves del marxismo: fuerzas productivas, determinación, analogía base-superestructura. La operación consiste en demoler lo que eran concepciones categóricas formulando un pensamiento procesual. La clave en que se apoya es el carácter indisoluble de las conexiones entre producción material, actividad e instituciones políticas y culturales y la conciencia. Es decir, la crítica que esgrime apunta a los esquemas que -al estilo del que expusiera Plejanov- postulan los elementos antes mencionados como consecutivos, en una serie que parte desde las fuerzas productivas hasta las ideas. Al plantear lo indisoluble de la actividad social, el papel del lenguaje se vuelve central.





Retornará, entonces, a la definición primigenia que Marx y Engels desarrollaron en La ideología alemana (1845): "Desde el principio, el "espíritu" es afligido con la maldición de ser "agobiado" con una cuestión que hace su aparición en este punto bajo la forma de agitadas capas de aire, de sonidos, en síntesis: del lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia, el lenguaje es la conciencia práctica ya que existe para los demás hombres, y por esta razón está comenzando a existir, asimismo, personalmente para mí; ya que el lenguaje, como la conciencia, sólo surge de la urgencia, de la necesidad del intercambio con otros hombres."





Es en esta línea en la que Williams rescata los trabajos del "grupo de Leningrado", quienes en lugar de ubicar al lenguaje en un pensamiento marxista, desarrollan un pensamiento marxista del lenguaje. Los rasgos distintivos estarían puestos en que el lenguaje constituye -tanto como es constituido- por la actividad productiva humana: "La significación, la creación social de significados mediante el uso de signos formales, es entonces una actividad material práctica; en verdad es, literalmente, un medio de producción. Es una forma específica de la conciencia práctica que resulta inseparable de toda la actividad material social".





Desde este plano de análisis William Raymond brinda la necesaria objetividad a la cultura, ante las posiciones de aquellos que hablan de construir paradigmas culturales como un proceso subjetivo que sólo atañe a la conciencia. La cultura, como proceso objetivo derivado de la práctica sociohistórica, no puede cambiarse o sustituirse voluntaristamente, por más que lo intenten los autores de las teorías construccionistas paradigmáticas, que invaden en la actualidad la mayor parte de la literatura sobre el tema.






La cultura de masas.






Para ampliar la manera en que Williams entiende lo cultural, podemos detenernos en la forma que rechaza el punto de vista de "masa" en referencia a la cultura contemporánea, evidenciado en expresiones omnipresentes; tales como, cultura de masas, comunicación de masas, política de masas. Williams asegura que estas problemáticas son fundamentales para entender el uso que desde la segunda posguerra se le ha dado a palabras por él estudiadas . En cierto sentido, sería una prolongación de lo que antes se entendía por "muchedumbre", siempre asociada con la falta de gusto o manipulación, es decir: "una amenaza a la cultura"





Williams se pregunta, entonces: "¿Quienes son las masas? En la práctica, en nuestra sociedad y en este contexto, no pueden ser otros que los trabajadores". No se trata entonces de la existencia o no de algo llamado masas: el tema es que la problemática de las masas es siempre "una forma de ver", una perspectiva: "De hecho, no hay masas: hay sólo maneras de ver a la gente como masas. En una sociedad urbana industrial hay muchas oportunidades para tales formas de ver. El punto no es reiterar las condiciones objetivas, pero considerar, personal y colectivamente, lo que estas han hecho a nuestro pensamiento. El hecho es, seguramente, que una manera de ver a otra gente, que se ha vuelto característica de nuestro tipo de sociedad, ha sido capitalizada para los propósitos de la explotación política o cultural".





Queda entonces denunciado el carácter de este tipo de acercamiento. Surge otro tipo de problema cuando Williams introduce la temática de la clase en la cultura. Hace un llamado de atención sobre el peligro de reducir el material cultural a la producción de una clase: "El cuerpo del trabajo intelectual e imaginativo que cada generación recibe como su cultura tradicional es siempre, y necesariamente, algo más que el producto de una simple clase". De esta forma, rotular toda una cultura como "burguesa", pasa por alto no solo las tradiciones anteriores, sino también que: "...incluso en una sociedad en la que una clase en particular es dominante, es evidentemente posible para miembros de otras clases contribuir al stock común, y por tal contribución permanecer inafectados por o en oposición a los valores de la clase dominante". Esta manera de entender la cultura también se deja ver en quienes adscriben a los valores de las clases ascendentes -la clase obrera, por ejemplo- de manera mecánica y categórica, en cuyo caso se niegan espacios, valores y herencias comunes a distintos grupos.





Esta doble visión -acentuar la complejidad de lo cultural, a la vez que rescatar el papel activo de los sujetos en la producción de significados- es la que predomina en el capitulo "Marxismo y cultura", en donde adelanta varias pautas para lo que debería ser una teoría marxista de la cultura. En este sentido, aparece la crítica, tan debatida y rescatada en el marxismo inglés, a la formula base-superestructura: "Estructura y superestructura, como términos de una analogía, expresan de una vez una relación fija y absoluta. Pero la realidad que Marx y Engels reconocieron es menos absoluta y menos clara (...) Cualquier fórmula en términos de niveles como en términos de estructura y superestructura hace menos que justicia a los factores de movimientos cuya constatación es la esencia del marxismo". De esta manera, Williams acepta "la fuerza organizadora del elemento económico" pero enfatizando los problemas "superestructurales" como históricos, es decir que no son reflejo de cierta estructura económica, sino más bien la interacción de elementos complejos, en donde conviven rupturas y continuidades, e incluso autonomías limitadas.





Esto le permite rendir cuentas con la fusión de elementos del marxismo y el romanticismo que conformaba la matriz del materialismo histórico británico de los años treinta. En esta tradición, a ciertos elementos del marxismo se le sumaba una significación de lo cultural como lo emplearon los intelectuales del siglo XIX (S. T. Coleridge, T. Carlyle o M. Arnold): una abstracción en donde sobreviven aquellos valores que el desarrollo industrial había desplazado. De esta manera el marxismo de los años 30 otorgaba al arte, por ejemplo, un papel dinámico en el cambio social y en la formación de la conciencia.





Por lo tanto, por un lado, Williams escapa a una concepción estrecha de cultura, que iniciada en el siglo XIX, tiende a recortar el espacio de la cultura a unas pocas actividades intelectuales. Ligada a esta concepción, están tanto la "perspectiva de masas", como cierto marxismo mecanicista que maneja el desarrollo de los procesos culturales de manera instrumentalista. Es escapando de estas tendencias que Williams rescata el uso de cultura como "una forma total de vida", al tiempo que se pregunta: "¿Hay algún punto, de hecho, en seguir pensando en términos de clase?" Ese punto, enfatizado por Williams, radica en el carácter superficial de las ideas de clase y cultura contenidas en las posiciones anteriores.





Por un lado, porque se apoya más en la tradicional manera de entender la cultura como el "trabajo imaginativo", o en parámetros que la producción industrial tiende a equiparar cada vez más, es decir, cultura obrera o burguesa, entendidas como una forma de vestir, consumir determinados productos, leer determinados materiales o frecuentar determinados espectáculos. Si cada vez más las formas de consumo, la manera de hablar o incluso recrearse tienden a equipararse: ¿dónde radica la diferencia de clases? Williams sostiene que desde la Revolución Industrial: "la distinción crucial es entre ideas relativas sobre la naturaleza de las relaciones sociales".





De esta forma, sería propiamente burguesa la idea individualista según la cual la sociedad sería un espacio neutral dentro del cual el individuo es libre para lograr su propio desarrollo. Como reacción a esta idea que puede guardar varias formas, surgiría la idea propia de la clase trabajadora, que interpreta el desarrollo no en términos individuales sino comunitarios. Al avanzar sobre la cultura de una clase como el "modo total de vida" llega a afirmar que: "Podemos ver ahora que es propiamente significado por "cultura de clase obrera". No es ni el arte proletario, ni las council houses, ni un particular uso del lenguaje; es, en cambio la idea colectiva básica y las instituciones, maneras, hábitos de pensamiento que proceden de esta. Cultura burguesa, de manera similar, es la idea individualista básica y las instituciones, añeras y hábitos de pensamiento y acciones que proceden de aquella, las itálicas son nuestras".





Esta peculiar forma de resolver la problemática de la cultura de clase no tardó en ser criticada. En 1963, E. P. Thompson le dedica unas palabras en relación a un tema particular, pero evidenciando una manera distinta de entender el proceso de formación de una clase: "El señor Raymond Williams ha indicado que "el elemento distintivo crucial de la vida inglesa desde la Revolución Industrial está en... la existencia de ideas alternativas en cuanto a la naturaleza y la relación social. (...) Las sociedades de socorro mutuo no "procedían" de una idea, tanto las ideas como las instituciones surgieron en respuesta a ciertas experiencias comunes"





Al abordar desde el punto de vista clasista el tema cultural, Wiiliam Raymon lo hace desde un punto de vista original que muy merecidamente debemos tener en cuenta. Si la cultura es un proceso objetivo construido y enriquecido por la práctica sociohitórica, todas las clases sociales están inmersas en él y a todas ellas el ambiente cultural dicta las normas de vida y las costumbres sociales. Ahora bien, cuando esas normas de vida arrastran el vico de una sociedad clasista, reproducen en las costumbres las posiciones estamentarias de la sociedad, dividiendo a sus miembros según su posición social. Es por eso que a los aporte de William habría que agregar que sobre la vieja cultura -que arrastra los vicios del individualismo burgués- la práctica social socialista basada en el trabajo colectivo para bien común- irá construyendo una nueva cultura: la cultura proletaria.







Conclusiones:



Los lineamientos propuestos por William Raymond para el desarrollo de una teoría marxista de la cultura, sobre todo en relación con el papel activo de los hombres al crear sus condiciones históricas, las clases sociales, la interrelación base superestructura y el lenguaje, rescatan el uso de cultura como una forma total de vida y abre espacios para pensar en una comunicación alternativa a la de la clase hegemónica.





El aporte que al materialismo cultural hace, está fundamentado en la dialéctica marxista y la relatividad que le concediera esta teoría a la relación base superestructura, liberándola de criterios mecanicista y reconociendo el papel activo de la segunda. Pero sobre todo, reconoce el papel dinámico de las ideas, valores, creencias, arte y religión de las sociedades. No obstante, sigue considerando que la antropología cultural debe basarse en el estudio de los condicionantes materiales que surgen en las necesidades de producir alimentos, refugios, máquinas y, en general, de todos aquellos condicionantes materiales de la cultura. De esta forma, lo cultural ya no sólo superestructural, sino que se vuelve en sí mismo un proceso objetivo.





Para él, el lenguaje es constituido por la actividad productiva humana; por lo que la creación social de significados mediante el uso de signos formales, es entonces una actividad ajena a la conciencia del Hombre; una forma específica de la conciencia práctica que resulta inseparable de toda la actividad material social.




Paralelamente introduce la temática de la clase en la cultura. Para él, de hecho, no hay masas; sino sólo una manera de ver a la gente como masas, que se ha vuelto característica de nuestro tipo de sociedad y ha sido capitalizada para los propósitos de la explotación política o cultural. Por todo lo anterior, la labor teórica de William Raymond no debe ser ajena a aquellos que confían en el marxismo como fundamento de una nueva sociedad.







Bibliografía:
Anderson, P.: La cultura represiva, Barcelona, Anagrama, 1977


Lovell, T, History Workshop 27, London, 1989.


O'Connor, Raymond Williams: Writing, Culture, Politics, London, Basil Blackwell, 1989.


Thompson, E. P.: La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica, 1989,


Williams, R.: Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980.


Williams, R.: Culture & Society: 1780-1950, New York, Columbia University Press, 1983.


Williams, R.: Television, Technology and Cultural form, N. England, Wesleyan U. Press, 1992.


Williams, R.: La política del modernismo, Bs. As., Manantial, 1997.



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