domingo, 14 de julio de 2013

EL PRINCIPITO (Versión para Teatro)




El Principito.



Personajes:

  1. Narrador.
  2. Principito.
  3. Flor.
  4. Rey.
  5. Bebedor.
  6. Hombre de Negocios.
  7. Farolero.
  8. Geógrafo.
  9. Piloto.
  10. Serpiente.
  11. Zorra. 

Narrador: Había una vez un niño muy especial que vivía en un pequeño planeta. Era tan pequeño el planeta que habitaba que tenía a penas el tamaño de una casa.

Cada mañana, cuando terminaba su aseo personal, realizaba el aseo de su planeta. Lo primero que debía hacer era arrancar los pequeños baobabs, ya que si creían podía arruinar todo su mundo. Después deshollinaba cuidadosamente sus dos pequeños volcanes en actividad, en los cuales era muy cómodo calentar el desayuno por las mañanas. También tenía un volcán extinguido. El resto del tiempo se lo dedicaba a su flor.

Siempre hubo en el planeta del principito –como llamaremos desde ahora al pequeño niño de casaca azul con dos estrellas en el hombro y sable en la mano- flores muy sencillas, adornadas con una sola hilera de pétalos, que no tenían lugar fijo y que no molestaban a nadie. Aparecían en el hierba en la mañana y se marchitaban en la tarde. Pero su rosa había brotado un día de una semilla traída de quién  sabe dónde y el principito de inmediato notó que no era como las demás. De pronto el arbusto dejó de crecer y comenzó a formar una flor.

La flor demoró mucho en embellecerse al abrigo de su cámara verde. Escogió con cuidado sus colores. Se vistió lentamente y formó, uno a uno, sus pétalos. Una mañana, justamente a la hora de salir el sol se mostró.

Bostezando la flor dijo:

Flor:    ¡Ah!, acabo de despertarme… Te pido perdón… Todavía estoy algo despeinada…

Narrador: El principito, sin poder contener su admiración respondió:

Principito: ¡Qué bella eres!

Flor:         ¿Verdad?- Nací al mismo tiempo que el sol.

Narrador: El principito se dio cuenta de que no era muy modesta. ¡Pero era tan conmovedora!

Flor:      Creo que es hora del desayuno ¿Tendrías la bondad de acordarte de mí?

Narrador: Y el principito, muy confuso, fue a buscar una regadera de agua fresca y sirvió a la flor.

Así lo atormentó bien pronto con su vanidad un poco maliciosa. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas dijo al principito:

Flor:        ¡Ya pueden venir los tigres con sus garras! No le temo a los tigres, pero le tengo horror a las corrientes de aire. ¿Tendrás un parabán? Además, por la noche me pondrás debajo de un globo de cristal, aquí hace mucho frío. Hay pocas comodidades. Allá de donde vengo…

Narrador: Pero se interrumpió. Había venido en forma de semilla. No podía conocer nada de otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender en la preparación de una mentira tan ingenua, tosió dos o tres veces para confundir al principito.

Flor:        ¿El parabán?

Principito: Iba a buscarlo, pero ¡Cómo estabas hablando…!

Narrador: Así el principito, a pasar de la buena voluntad de su amor, pronto dudó de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia y se sintió muy desdichado.

Principito: No debí escucharla, no se debe escuchar jamás a las flores. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no sabía disfrutarlo. Debía haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Debí haber adivinado sus ternuras tras sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era muy joven para saber amarla.

 Narrador: Fue así como el principito decidió abandonar un día su planeta y a su flor. Mientras realizaba por última vez sus labores diarias, estas le parecían más dulces que nunca y cuando regó la flor y fue a cubrirla con el globo de cristal, descubrió que tenía deseos de llorar.

Principito: Adiós.

Flor:         Silencio.

Principito: Adiós.

Flor:     He sido una tonta, te pido perdón. Procura ser feliz. Deja el globo tranquilo, no lo quiero más.

Principito: Pero el viento…; las fieras…

Flor:      Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas. No te detengas más, es molesto. Has decidido partir. Vete.

Narrador: No quería que la vieran llorar, era una flor muy orgullosa. Creo que el principito uso para su partida una migración de aves silvestres y fue sí como el principito comenzó a viajar por diferentes asteroides.

Asteroide 325: El Rey.

Narrador: Para los reyes el mundo es muy simple, todos los hombres son sus súbditos. Pero como este rey quería, sobre todas las cosas, que su autoridad fuera respetada, daba órdenes razonables.

Rey:     Si ordeno que un general se trasforme en un ave marina y el general no obedece, no sería culpa del general sino mía. Es necesario exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.

Principito: Me voy.

Rey:    No te vayas, te nombraré Ministro de Justicia.

Principito: Pero si aquí no hay nadie a quién juzgar.

Rey:    Te juzgarás a ti mismo. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo es porque eres un verdadero sabio.

Narrador: No obstante el principito se marchó.

Principito: Las personas mayores son bien extrañas.

Narrador: Así el principito siguió recorriendo mundos y llegó al asteroide 326 donde conoció a un vanidoso. Para los vanidosos todos los hombres son sus admiradores…, no oyen sino las alabanzas. En el asteroide 327 conoció a un bebedor.

Principito: ¿Por qué bebes?

Bebedor: Para olvidar.

Principito: ¿Para olvidar qué?

Bebedor: Para olvidar que estoy avergonzado.

Principito: ¿Avergonzado de qué?

Bebedor: Avergonzado de beber.

Narrador: Y el principito desconcertado siguió su camino. En el asteroide 328 conoció a un Hombre de Negocios.

H. Negocios: La estrellas son cosas doradas que hacen soñar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo de soñar.

Principito: ¿Para qué te sirven las estrellas?

H. Negocios: Me sirven para ser rico.

Principito: ¿Y para qué te sirve ser rico?

H. Negocios: Para comprar otras estrellas si alguien las descubre.

Narrador: El principito pensó, este razona casi como el borracho y continuó su camino. En el asteroide 329 encontró a un farolero.

Principito: Puede ser que este hombre sea absurdo, porque para qué sirve un farol y un farolero en un planeta donde no hay casas ni habita nadie más. Sin embargo, es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el bebedor y que el hombre de negocios. Por lo menos su trabajo tiene sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella, o una flor. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda.

Narrador: El principito amó a este farolero que era fiel a su consigna. No le pareció ridículo porque se ocupaba de cosas ajenas a sí mismo. Al seguir su camino, en el asteroide 330 conoció al geógrafo.

Geógrafo: Nosotros escribimos sobre cosas eternas y las flores son efímeras.

Principito: ¿Qué es efímera?

Geógrafo: Que está amenazada de pronta desaparición.

Principito: Mi flor es efímera ¡Y nada más tiene 4 espinas para protegerse del mundo! ¡Y la he dejado tan sola en casa!

Narrador: Angustiado siguió su camino llegó a la Tierra, donde cayó en el desierto. Allí encontró un piloto que arreglaba su averiado avión.

Principito: Por favor dibújame una oveja.

Piloto: ¡Eh! Yo no sé dibujar.

Narrador: Como lo único que había de niño dibujado el piloto eran boas abiertas y boas cerradas, que los adultos confundieron con un sombrero, le dibujó una boa cerrada digiriendo un elefante. Para sorpresa del piloto el principito contestó.

Principito: No quiero una boa con un elefante dentro, quiero que dibujes una oveja.

Narrador: Después de varios intentos de los que el principito quedaba siempre insatisfecho, el piloto decidió dibujar una caja cerrada y le dijo al principito que la oveja estaba dentro.  Y Más sorprendido quedó aún cuando le principito le dijo.

Principito: ¡Exactamente lo que quería!

Narrador: La Tierra no es un planeta cualquiera. Tiene 111 reyes, 7 mil geógrafos, 900 mil hombres de negocio, 7 millones y medio de borrachos, 311 millones de vanidosos, es decir cerca de 100 millones de personas mayores y antes de existir la electricidad tenía 462 mil 511 faroleros. Sin embargo, toda la humanidad cabría en un islote del Pacífico, aunque las personas no lo crean y piensen que ocupan un gran espacio.

El principito que seguía su camino por el desierto, encontró una serpiente.

Serpiente: ¿Qué haces aquí?

Principito: Tengo dificultades con una flor. ¿Dónde de están los hombres?, me siento un poco solo en este desierto.

Serpiente: Uno está solo también con los hombres.

Principito: Eres un animal un poco raro, delgada como un dedo.

Serpiente: Pero soy más poderosa que el dedo de un rey.

Principito: Pero no tienes patas.

Serpiente: Pero podría llevarte más lejos que un barco. Lo que toco lo devuelvo a la tierra de donde vino y si algún día extrañas tu planeta puedes contar conmigo.







No hay comentarios:

Publicar un comentario