miércoles, 1 de julio de 2015

La cultura cubana. Sus orígenes.

Autora: Master Elizabeth Azopardo Introducción: Las primeras manifestaciones del liberalismo económico en Europa se evidencian -en el plano ético-filosófico y cultural- en la corriente iluminista, tendencia que sin prescindir de los estados despóticos, pretende ilustrarlos. Como sustrato filosófico, El Iluminismo se apoya en el racionalismo humanista, en el empirismo naturalista y el individualismo. Preparó el camino de la ilustración, Descarter, con su “Teoría del conocimiento y el método” y también fue su defensor Kant, quien argumentó como -partiendo de una filosofía elaborada y fundamentada como ciencia especulativa teórica- se puede prescindir de los datos de la experiencia. Constituyeron principales figuras de la lustración Montesquieu, Rousseaux y Diderot, materialistas liberales. El último de ellos fue quien llevó a feliz término la edición de la Enciclopedia, obra que los nominó. Durante el academisismo de los prjmeros Borbones, el arte también manifestó el libertismo filosófico Volteriano a través del estilo Rococó. Carlos III, de la Casa de los Borbones, llevó a España el Despotismo Ilustrado y a imitación de otros monarcas europeos, se propuso implantar reformas que permitieran el desarrollo del capitalismo en el país. La metrópolis lo trasladó a sus colonias, donde se manifestó en reformas que trataban de resolver desde arriba el atraso de la base económica. No obstante, suele afirmarse que la última década del siglo XVIII, fue una de las más felices para Cuba, pues aumentó la población, la riqueza y la cultura. la repercusión de este fenómeno en la cultura cubana es el objeto de estudio de este trabajo. Desarrollo: 1. Principales medidas del Despotismo Ilustrado en Cuba. El rey de España inició una política de estímulo a la producción cubana, las principales medidas pueden resumirse en los hechos siguientes: 1. Designación de mejores gobernantes y funcionarios para la colonia. 2. Supresión de los monopolios comerciales y disminución de los impuestos. 3. Establecimientos de nuevas instituciones para la administración pública y el fomento de la agricultura, el comercio y la ilustración. Pero, lo más significativo de esta política fue la presencia, en el conjunto de fuerzas en este campo en España, de una nueva generación de criollos que posee no sólo riqueza material; sino también, una modernísima concepción política económica y social, la cual se mueve dentro de la concepción clásica reformista de la Ilustración y utiliza vías expeditas creadas por el “Despotismo Ilustrado”. El proyecto de la oligarquía cubana se puso de manifiesto en las sucesivas concesiones que el gobierno español hizo en el período, y las que pueden ser argumentadas de la manera siguiente: el fomento y apoyo a la trata africana que provocó el auge de la esclavitud en Cuba; disminución de los impuestos tradicionales que frenaban el fomento de ingenios, cafetales y otras producciones agrícolas; la tendencia a la liberalización del comercio, algunas veces oficiosas y otras oficial; así como, de las trabas para la introducción de técnicas modernas y la existencia de una política de ampliación del conjunto superestructural de la sociedad, con la creación de instituciones como El Real Consulado de Economía y Comercio, La Sociedad Económica de Amigos del País y la publicación del Papel Periódico de La Habana. Otras medidas desarrolladas en el período, estuvieron relacionadas con las construcciones. Con el propósito de robustecer la defensa de la Plaza, se comenzó a reconstruir el Morro y se fabricaron los nuevos castillos de Atarés y La Cabaña; obras a las que se sumó la construcción de un nuevo arsenal. Una vez terminadas las fortificaciones, La Habana quedó convertida en una de las Plazas más fuertes e importantes del mundo y comienza a desempeñar su antiguo papel de base de expediciones. Fruto de las riquezas que se acumularon en la Isla para asegurar las construcciones y las facilidades que aseguró el comercio, se desarrolló en el período un plan de obras públicas de carácter civil, entre las que se destacan: La Alameda de Paula, un muelle, varios puentes, el primer teatro, el edifico de la Intendencia de Hacienda y la Casa de Gobierno; esta última, uno de los mejor edificios coloniales que se conserva actualmente. También se construyeron La Plaza de Armas y El Paseo de Extramuros, actual del Prado o Martí. En el interior del país, se abrieron o ensancharon caminos, se hicieron muelles y puentes, se levantaron cuarteles, mejoraron las defensas y se fundaron pueblos, como los de Pinar del Río, Jaruco y Guines. Otra medida de importancia fue la realización del primer censo de población en 1774, éste relevó la existencia de progresos insospechados por las autoridades coloniales, sobre todo, en el ramo azucarero. En cuanto a la población, cuya cifra total era de l72, 000 habitantes, pudo saberse que había 7 blancos por cada cinco negros, y que entre los últimos se contaban 3 esclavos por cada dos libres. Sin embargo, la población total del país se duplicó en el período del 1765 a l800. La inmigración desde Canarias, la Florida y Santo Domingo fue estimulada por la riqueza que iba desarrollándose en la colonia. La población negra aumentó, sobre todo, por la introducción de esclavos, y en poco más de 30 años entraron en Cuba más negros, que en los dos centenarios anteriores. El desarrollo de la economía cubana tiene como inmediata consecuencia en el período, la agudización de los conflictos internos. Pese al monolitismo que manifiesta la clase dominante, partidaria del iluminismo reformista. Comienzan a manifestarse posiciones contrarias a este espíritu. En l975, es descubierta en Bayamo la conspiración promovida por el negro libre, Nicolás Morales. En ésta, se pone de manifiesto una radicalización y una intención social, producto del rechazo al proyecto económico-oligárquico colonialista. Dentro de las posiciones de la ilustración reformistas, también en la década final del siglo XVIII se pone de manifiesto la existencia en Cuba de un cerrado y brillante grupo de hombres de pensamiento y acción, los cuales se caracterizan por una amplia cultura enciclopedista, una coherente concepción socio-económica, una activa participación en las esferas del poder y una pragmática proyección política. La concepción política del grupo se enmarca dentro de los paradigmas de la Ilustración; sin embargo, asumen el pensamiento internacional críticamente. Al introducirse el sentimiento diferenciado del criollo, la nacionalidad del pensamiento ilustrado, se sientan las bases para la conciencia en sí de lo cubano. El quehacer de esta generación de criollos, presenta una cierta especialización en sus miembros: Francisco de Arango y Parreño es el más brillante expositor del proyecto socio-económico; Nicolás Calvo de la Puerta y O’Farrill, es el exponente más abarcador por sus inquietudes políticas, científicas y artísticas; Joaquín de Santa Cruz y Cárdena se destaca por los estudios políticos, siendo el primero en experimentar la máquina de vapor en Cuba, José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera, es el primero en buscar un mundo propio a la filosofía; Tomás Romay y Chacón es un científico; Manuel Tiburcio de Zequeira y Arango, es el preto; Luis de Penalver y Cárdenas, es el Obispo. La actuación de los ilustrados cubanos se manifiesta -según la opinión de Torres Cuevas- en cuatro principios fundamentales: la concepción de que todo camino debe ser resultado de la gestión reformista dentro de la estructura de poder del imperio; el criterio de que la problemática económica-social se resuelve en la relación de subordinación de la clase dominante criolla con el poder colonial; la convicción de que la política es el campo de proposición, defensa y ejecución legal y administrativa de su proyecto socio-económico, y la idea de que la garantía de su proyecto estaba en la estructura imperial, pero sobre la base de una presencia propia y autónoma. La Ilustración Reformista Cubana, tuvo un claro sello oligárquico y esclavista que verá la trata como un mal necesario, pero, inició un movimiento político e intelectual de trascendencia. Suele afirmarse no obstante, que la última década del siglo XVIII, fue una de las más felices para Cuba. Aumentó la población, la riqueza y la cultura. Sin embargo, sólo hacendados y grandes comerciantes, estos últimos en su casi totalidad españoles, se beneficiaron con el auge de los negocios. Hacia 1800, la riqueza de la Isla estaba en manos de 500 familias. A la sazón se fundan las primeras instituciones representativas del desarrollo del pensamiento: La imprenta, fundada en 1720, y que en los primeros 60 ó 70 años, parece haber pasado varios eclipses; el Seminario de San Basilio el Magno, en Santiago de Cuba (1722) y el colegio de los Jesuitas, con filial en Puerto Príncipe. En 1728, se constituye la Real y Pontífices Universidad de San Jerónimo de la Habana. Es fácil advertir que al fundarse nuestra universidad y sobre todo en el resto del siglo XVIII, la época era de integración científica, de rectificación, sin embargo, fuera de la medicina y las matemáticas, no figuraron en ella materias científicas. Fundada por los Dominicos, seguía la enseñanza estagirita y a Sto. Tomás de Aquino, que y fundamente un sistema jurídico, político y ético, donde se trataba de conciliar el ideario católico con el pensamiento de Aristóteles. Sin embargo, el escolasticismo, método que instituyó, fue en este sentido intelectualista, sustentado en la razón como árbitro, al cual se somete la voluntad y se mantuvo así hasta la década del 40 del siglo XIX, en que la universidad pasó bajo la dirección del Estado. Por su parte, el Real colegio de San Carlos y San Ambrosio se estableció en la Habana en 1773, mostrando, a diferencia de la universidad creada bajo retrógrados auspicios y por más de un siglo extorsionada, un ambiente liberal, bajo la inspiración del presbítero José Agustín Caballeros y en la primera mitad del siglo XIX, al contar con la presencia de Sacos, Luz Caballero y Félix Varela, liberales, empiristas, racionalistas y humanistas, que guiaron el pensamiento cubano por derroteros nuevos. En 1790 además, se funda el Papel Periódico de la Habana y en 1793, la Sociedad Económica de Amigos del País, para promover la agricultura popular y la educación de la juventud, así como, la escuela de Artes de San Alejandro, creada a principios del siglo XIX. Es en este ambiente donde va a surgir la primera cátedra de Economía Política fundada por Vélez, e inspirada por el liberalismo vulgar de Say, insipiente en la época. Con la fundación de las academias, se inicia en las colonias de América, el tránsito de la artesanía artística a las artes cultas. En sus comienzos se introduce el concepto de artes y oficios, pasando más a las artes mayores. Sin embargo, el salto se produce imitando los modelos imperiales, sin pensar mucho en la vigencia que pudiera tener en este contexto. Así surgen las culturas mestizas, erosionadas por la cultura dominante y se aíslan las culturas autóctonas en modelos integrales autónomos y estáticos, condenados la ostracismo. Como se puede observar, cuando el liberalismo, como mecanismo económico dominaba en Europa y en Norteamérica actuando la burguesía como una clase revolucionaria en sus concepciones ético-filosóficas-culturales y violentando al poder político para lograr una actitud acorde a sus intereses, a Latinoamérica sólo llegaban los revuelos de sus formas, que si bien no revolucionaba la base económica, preparaba las "almas" para la libertad. Sin embargo, el panorama cultural del hombre de ciencias que arribaba a América no alcanzó el recinto universitario en esta época, paralelamente al proceso de enculturación que se producía, no se logró que la Educación y la Cultura, jugaron un papel de agente social activo. 2. ¿Cómo somos? Basta conque usted se detenga en cualquier esquina de cualquier ciudad cubana tan sólo durante quince minutos para conocer la variada gama de colores de piel que ha engendrado el mestizaje cubano. Desde ese lugar usted podrá ver transitar gente blanca, blanquísima (vasos de leche, le decimos en el lenguaje callejero), negros, negrísimos (azules o carbón), gallegos colorados, asiáticos (narras), y los jabaos (mulato de piel). Y es que realmente nuestra isla es un ajiaco de nacionalidades: españoles de casi todas las autonomías, negros de variadas regiones de África, chinos, árabes, franceses, alemanes, estadounidenses... A pesar de todo este cóctel geográfico, somos capaces de identificar a otro cubano dentro de una multitud en un país extranjero y sin que ambos hayamos sido presentados. Eso ocurre, en primer lugar, por la gestualidad que damos al cuerpo. Hay, aunque no lo parezca, un modo de caminar a lo cubano. Una cadencia rítmica que se marca al andar desde las caderas a los pies. Al hablar, nos delata no sólo el acento, sino la intensidad de pasión utilizada en la charla, aún cuando sea un asunto trivial y el movimiento teatral de las manos. Son dos lenguajes, la palabra y el gesto. Ambos se complementan para expresarnos una idea o un sentimiento. Pero la manera más sencilla de descubrir la identidad de un cubano es por nuestro modo de bailar, de interpretar los movimientos. Y lo demuestra no sólo el ritmo del son El baile, para la mayoría de nosotros, es una expresión espiritual y nos entregamos a él con una fe casi religiosa. En ese momento mágico no nos importa si nuestra pareja es una rubia de ojos azules, negra, o mulata con ojos achinados. La otra característica que es totalitaria y congénita en los cubanos es la de tener una autoestima a prueba de balas. Se puede ser gordo o parecer una tanqueta, flaco o hecha un güín, viejo o temba; da igual, ninguno sufrimos complejos. Enseñar el cuerpo, no esconderlo jamás, es una actitud ante la vida,.. Una razón de principios entre nosotros La introducción de esclavos. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, España proclamó el carácter libre y legal del comercio negrero; no obstante, ya en 1806 comenzó el movimiento abolicionista en Inglaterra, el cual cobraba auge a partir del siguiente año con la suspensión de la trata en ese país. La salida de los ingleses del comercio de esclavos provocará, de forma inmediata, el desarrollo del grupo que en Cuba se dedicará a estos menesteres y que creará grandes fortunas a partir de la trata. Aunque las presiones inglesas obligaron a España a aceptar la entrada en vigor del fin comercio de negros legalmente en 1820, éste se siguió desarrollando al adoptar la corona una doble política que ponía de manifiesto su alianza con la burguesía esclavista de la colonia. Ello favoreció de hecho el ascenso económico de tratistas y esclavistas. No obstante, con la política adoptada a partir de la década de 40 del siglo XIX, en que empiezan a manifestarse los primeros signos de la crisis de la sociedad esclavista cubana, se inician importantes cambios cualitativos que alteran las tendencias poblacionales que venían desarrollándose. Estos cambios se manifestaron en una primera etapa, en la necesidad de esclavos en la parte agrícola del sector azucarero, acrecentada por el desarrollo extensivo de la misma en la medida en que se desarrollaba la capacidad industrial de las fábricas; entre l853 y l862 este hecho se manifestó en la reanimación temporal de la trata negrera. La fuerza de trabajo adquirida en este período, tuvo un alto índice de concentración en la región centro-occidental de la Isla. Esta llegó a representar un 72% de la fuerza de trabajo ocupada en la región. (según el censo de l86l) No obstante, el precio del esclavo que se había incrementado por las dificultades intrínsecas a su carácter clandestino y las evidencias crecientes de su probable desaparición, mantuvo la tendencia alcista, hiriendo de muerte a todas las formas de esclavitud no plantacionistas. Conjuntamente con este fenómeno fue en incremento el desarrollo tecnológico y otras opciones de fuerza de trabajo comenzaron a ser estudiadas. El abolicionismo encontró una mayor receptividad. De l863 a l867, sólo se introducen en Cuba 8700 esclavos y si bien es cierto que éstos entran hasta l873, ya las inmigraciones no son cuantitativamente importantes en el país. En Africa, los pueblos que de diversos modos participan en la trata esclavista como cazadores o como cazados, poseían niveles de desarrollo muy discímiles, que van desde los estados centralizados, como el de los Yorubas o del Dahomey, hasta las áreas sudnigerianas y los estados sudaneses tribales de muy bajo nivel de desarrollo, pasando por estadíos intermedios como es el caso de las confederaciones de jefaturas o el sistema de expresión y dominio de una compleja estructura familiar ampliada, propia del área etnolinguistica Bantú. Por ello, el poblamiento africano en Cuba es el resultado de una complejísima trama de diferentes aportaciones socio-económicas, que sufren un violento desarraigo y readaptación a causa del tráfico esclavista. Las características de la composición étnica de los africanos traídos a Cuba, también era heterogénea. Las cifras relativas a la misma arrojan un predominio de los congos, seguidos de los componentes lucumí, los gangá y en cuarto orden los carabalís. Además de las anteriores diferencias, también existían las que se derivaron de su situación estamentaria en la Isla. En la condición de “libres de color” se incluía una amplia gama de individuos hasta l827 divididos en pardos y morenos y más tarde en mulatos y morenos; se incluía en éste término todo un espectro de combinaciones sociales. Los esclavos también presentaban una amplia heterogeneidad y complejidad y entre los más significativos se encontraban tres elementos diferenciadores: el primero de ellos era el grado de integración a la sociedad, sentido en el que se distinguía al bozal, africano que no habla español y que mantiene, en lo esencial, sus raíces culturales africanas; al criollo, hijo de bozal nacido en Cuba, asimilado a la sociedad y a la cultura de la Isla, pero que mantiene vínculos patriarcales con su pasado trasocéanico; y el rellollo, hijo de criollo, cuyas raíces son totalmente cubanas y no presenta dependencia ni memoria histórica con su pasado africano; el segundo elemento diferenciado corresponde a la diversidad étnica de origen ya mencionada y en los que se dividían, fundamentalmente, los bozales. El tercer elemento diferenciado era el lugar que ocupan en la sociedad, entre los que se distinguirán los esclavos de plantaciones, los agrícolas, los domésticos, los vinculados a la producción artesanal y aquellos que en las ciudades realizaban “trabajos” impropios de blancos”. En la década del 40, cuando la esclavitud en Cuba alcanzada sus cifras más altas, la composición ocupacional de la esclavitud se manifestaba de la forma siguiente: los esclavos plantacionistas representaban el 36,02%, se dedicaba a actividades agrícolas en general, el 55% y estaban ocupados en actividades domésticas urbanas, el 45%. Además de las antes mencionadas, también se establecían diferencias entre los esclavos, por el color de su piel, fundamentalmente entre mulatos y negros. La inclusión de los mulatos esclavos se debía que no todos los africanos de raza negroide introducidos en Cuba tenían la piel negra, aunque conservaran otros rasgos antropológicos. Por su parte, la composición por sexos presenta un evidente desequilibrio en el alto nivel de masculinidad, que oscilaba de l44 a l8l varones por cada l00 hembras. Por lo regular los matrimonios interraciales se efectuaban entre padre europoide y madre negroide, lo que implica una contradicción con relación a la composición por sexos de ésta población. Sin embargo, son los lazos interétnicos los que caracterizan la formación de la población negroide en Cuba, con independencia de los cruces interraciales. De ahí, que tanto el resultado cultural, como bioantropológico africano en Cuba sea calitativamente nuevo y diferente a sus áreas y pueblos de procedencia. Ellos dan origen al etnos cubano. Debido al significativo peso de la inmigración forzada durante el período colonial, las influencias culturales fueron múltiples y sumamente diversas. En su proceso particular de desarrollo constituyen uno de los antecedentes fundamentales para la gestación histórica del pueblo cubano. Los cabildos africanos y de sus descendientes, también llamados en su época y en estudios posteriores , tienen su antecedente en España; pero en Cuba son readecuados a las condiciones coloniales de la Isla. Estas asociaciones agrupaban inicialmente a africanos de acuerdo a su pertenencia étnica o su procedencia territorial y luego a sus descendientes nacidos en Cuba. Desde el punto de vista étnico cultural, estos cabildos representaban el principal centro concentrador difusor de las actividades rituales festivas y musicales de los diferentes componentes étnicos africanos en las ciudades. La formación y proliferación en las áreas urbanas de los cabildos de africanos y sus descendientes, como sociedades de ayuda mutua vinculadas a la organización y funcionamiento de los Batallones de Pardos y morenos, así como al desarrollo de las artes y los oficios fundamentales, condicionaron una impronta indeleble en la vida cotidiana de las ciudades. Ellos influyeron desde las creencias y sus complejos mecanismos sincréticos intrafricanos y/o con el catolicismo popular y el espiritismo, hasta las amplias diversidades de expresiones musicales y danzarias que han llevado el ambiente social de cada época; ellos se manifestaron en los bailes de cuna, en las zonas marginadas y suburbanas, hasta en los salones aristocráticos; así como también en la misa católica con la participación de miembros negros y mulatos de cofradías y en el teatro vernáculo. A diferencia de los cabildos que tendieron a la consolidación y paulatina transformación de los componentes étnicos de una misma procedencia, el barracón y los palenques estuvieron caracterizados por una compleja trama multiétnica, donde predominaron los matrimonios mixtos. Las múltiples implicaciones socio-culturales de estas formas de convivencia y mestizaje, tienden a la síntesis de elementos disímiles y a la creación de intereses y aspiraciones comunes en aras de la integración nacional. La colonización y la inmigración blanca como política colonial en el siglo XIX. El interés de la metrópolis y de la oligarquía criolla de poblar y disponer de un número necesario de brazos para las faenas agrícolas, acompañado éste del temor que despierta la supremacía negra en la población de la Isla, dieron origen a numerosos proyectos de colonización y de importación de trabajadores libres con régimen de asalariados durante el siglo XIX. En las primeras décadas, desde l790 a l840, los proyectos de colonización blanca del poder colonial, se plantearon como un medio de controlar el territorio mediante el establecimiento de núcleos poblacionales. A partir de l840, esta política se combina con el estímulo de la inmigración de asalariados blancos, pasando esta actividad, fundamentalmente, a la iniciativa privada. Partidario de esta política fue, desde finales del siglo anterior, el Gobernador Ilustrado, Don Luis de las Casas, quien propuso la entrada de familias blancas para su asentamiento en zonas despobladas y limítrofes del país y no como medio de sustitución del trabajo esclavo. Esta política se desarrolló, fundamentalmente, en familias traídas de Canarias y con tal propósito promovió la búsqueda de ocupaciones menos fatigosas que la labranza, sugiriendo el control de taberna o pulperías, tanto en la ciudad, como en el campo. También en este período se crean comisiones de parientes o padrinos para acoger a los más jóvenes y ayudarlos a acomodarse como vendedores y otras actividades de este corte. En informes del gobierno colonial en 1798 y 1799, se hace referencia a la existencia de “cuidadores” en Guantánamo- La Paz y Alcudia- y en Nipe, dedicados a la atención de familias españolas traídas de Canaria, Galicia y Cataluña. Este plan contempló en sus inicios el alojamiento de l50 familias, a quienes se les concedió tierras, aperos de labranza y se les eximió de pagar diezmos durante 5 años. Entre l795 y l808 también llegaron desde la Isla de Santo Domingo, españoles en número de alrededor de 4000. A éstos se les situó inicialmente de forma provisional en La Habana hasta su traslado a Guantánamo y a Matanzas, encontrando en estas últimas tierras aptas para el cultivo del tabaco. Otro informe con fecha de l8l3, contempla además, la traída de colonos de las zonas más deprimidas económicamente de España, haciendo alusión a Canarias, Galicia y Asturia, así como de otras áreas cercanas a Cuba. Otra de las figuras que defendió la inmigración europea y el reparto de pequeñas parcelas para que actuaran como campesinos o colonos, fue el Obispo Espada. ideas que en parte fueron puestas en práctica con la llegada a la Isla del Intendente Alejandro Ramírez (l8l7). En esta fecha, con el fin de conseguir recursos para la instalación de familias y colonos en un total de 400, se pusieron en ventas acciones para comprar tierras en zonas despobladas y repartirlas, a razón de dos caballerías por asignatario. En este período se conceden iguales privilegios a los colonos españoles que a extranjeros que profesaran el catolicismo, favoreciéndose más a aquellos que inmigraban con sus familias. Es partir de l820 que se libran en la metrópoli las leyes sobre emigración que frenaban la misma, permitiendo la salida a Cuba de canarios y gallegos. A éstos se les asegurará el pasaje y la ayuda necesaria hasta su instalación definitiva. También se le conceden contratos a particulares para la gestión de transportar españoles. En contraste con la época de Ramírez, los años siguientes hasta la década de l840, fueron de menor importancia para la historia de la colonización blanca. No obstante, se pusieron en práctica proyectos gestionados en la etapa anterior, como fueron los colonatos en Isla de Pinos y en la Bahía de Nipe. A partir de l830 que se inicia un cambio de política con respecto a la inmigración blanca por parte de las autoridades coloniales cubanas, al quedar abolida la trata (l835) e iniciarse la crisis de la sociedad esclavista. La subida de los precios de los esclavos, la fuerte oposición inglesa a la trata, los levantamientos de esclavos y la preocupación de los hacendados por racionalizar la producción, contribuyeron a que la inmigración blanca fuera vista como una alternativa a la esclavitud. En este periodo se inicia un programa que incluía la convocatoria a premios y las exposiciones públicas de productos del agro y la industria en la isla, para estimular la inmigración blanca a ésta. Es a partir de los años 40 del siglo XIX cuando se comienzan a escuchar con mayor frecuencia en los debates de la Sociedad Económica de Amigos del País, las voces a favor de la introducción de trabajadores libres destinados a la industria azucarera, frente a la importación de trabajadores en régimen de colonato; así como, se observan algunas variaciones en la política colonizadora cubana. En estos años la iniciativa pasa de manos el Estado Colonial a empresas privadas. Dentro de las nuevas concepciones sobre la inmigración se tomaba como ejemplo ele modelo norteamericano en su política de colonización. El éxito obtenido en el período por la Junta de importación de Mano de Obra desde España se localizó, fundamentalmente, en trabajadores isleños. Según datos del autor- julio Hernández, entre l835 y l850 arribaron a las costas cubanas un total de l6,300 individuos originarios de Islas Canarias. Para analizar el proceso de poblamiento hispánico de Cuba, es necesario vincular las diferentes fundaciones y asentamientos de comunidades con el correspondiente desarrollo socio-económico alcanzado, así como con las particularidades históricas de los procesos migratorios en España. La primera ruta de asentamientos se efectuó en dirección oriente-occidente, en concordancia con el itinerario de los conquistadores durante los inicios de su presencia en la Isla. Sin embargo, la organización posterior de las comunicaciones oceánicas con España, sitúan como eje del tránsito a la Bahía de La Habana. Esta ciudad posee siempre más de un cuarto de todos los habitantes de la Isla, junto con una mayor proporción de inmigrantes hispánicos. En la Habana, durante el siglo XVIII, período decisivo en el proceso de formación de la nacionalidad y cultura cubanas, prácticamente las siete décimas partes de la inmigración hispánica procede de Islas Canarias y Andalucía, mientras que del norte de la península provienen sólo el ll,49% de los emigrados. Durante el siglo XIX los inmigrantes hispánicos manifiestan una reducción relativa de las regiones tradicionales (Canarias y Andalucía) a favor de la inmigración peninsular hispánica desde el área del norte, sobre todo de Galicia, Asturias y Cataluña, ya que España suprime a partir de l820 las leyes que dificultaban esta emigración. A partir de este siglo (XIX), la inmigración hispánica en Cuba fue variada y con destinos diferentes. Una primera división de esta inmigración ya se establecía en censos y documentos de la época, al separarse a los españoles peninsulares de los canarios o isleños. Estos últimos constituyen en determinados períodos, la inmigración más numerosa. En los estudios realizados por Jesús Guanche se ofrece una presencia canaria del 34,24 % de la inmigración hispánica en Cuba y se consta que su destino preferencia fue esencialmente agrario; aunque otra parte trabajó en la construcción de la vías ferreas y en las plantaciones bajo la condición de contratados. Es de destacar que los canarios constituyeron una de las más apreciables fuerzas de trabajo del país y aportaron numerosos factores a nuestra cultura. Dentro de los españoles peninsulares, la presencia más notable la tuvieron los andaluces; de ellos, el mayor número se estableció en las ciudades y le imprimieron a estas sus costumbres u cultura, caracterizada por el sincretismo hispano-musulmán. Los castellanos, orientados fundamentalmente a actividades vinculadas con la burocracia colonial, el comercio y los negocios azucareros-cafetaleros; los catalanes, que caracterizaron al comercio insular, y por estos años constituyeron un enclave importante en Santiago de Cuba; los gallegos, cuyo aporte significativo en las labores del azúcar se complementan con importantes actividades manuales en las ciudades, también trabajan en el ferrocarril; los vascos, relacionados con actividades comerciales industriales, constituyen los principales núcleos de la inmigración Entre los castellanos, catalanes y vascos surgieron importantes fortunas, cuyos orígenes estaban en el comercio, en la posición ventajosa dentro del aparato burocrático-militar español de la isla y en el casamiento con importantes descendientes de las más acaudaladas familias criollas. La amplia información que aparece durante el corte censal de l86l evidencia el desplazamiento de la inmigración hispánica hacia Cuba desde el sur hacia el norte, aunque se mantiene la tradicional presencia canaria. Hacia finales del propio siglo XIX, las inmigraiones de gallegos y asturianos encabezan un proceso que cubre hasta la primera mitad del presente siglo y tiene su apogeo en la década del 30 Las influencias culturales son múltiples y sumamente variadas. De manera esencial, en el ámbito de la cultura material, estos influjos fueron determinantes en el proceso histórico de formación de la cultura cubana, pues abarcan todos los aspectos de l vida social y sirven de base en el ámbito de la alimentación, los instrumentos de trabajo, las artes de pesca, el vestuario, la vivienda y los modos y medios de transporte. En el ámbito de la cultura espiritual, los componentes hispánicos desempeñan un papel multifacético en la formación de la cultura nacional, y en ella se manifiestan dos grandes tendencias de desarrollo fundamentales, matizadas por múltiples contradicciones en su decursar histórico. 3. Los chinos en el crisol cubano. En la fragua de la historiografía cubana se insertó un nuevo capítulo, cuando el 3 de junio de 1847 descendieron de la fragata española Oquendo los 206 primeros culíes que llegaron al puerto de La Habana, contratados como mano de obra barata. Poco después arribaría la nave inglesa Duke of Argyle con otro cargamento, hasta completar 571 culíes, de un total de 610, procedentes de Amoy, los restantes murieron en la difícil travesía. Los chinos creyeron haber llegado al paraíso prometido, donde se bañarían en ríos de oro, sin sospechar que en la Cuba colonial serían virtualmente esclavos. En la Isla la trata de chinos comenzó bajo un leonino contrato, animado por los ingleses, que en la práctica se tradujo en la sustitución de los esclavos negros en los trabajos, fundamentalmente de las plantaciones cañeras. De ahí que fueran confinados a miserables barracones y a la más espantosa miseria. Del oscuro asunto se había encargado en Londres la firma Zulueta y Compañía, que sirvió de enlace con los traficantes de la mano de obra asiática, con destino a la capital cubana. El tráfico masivo de los chinos se reanudó a partir de 1852. Buques de diferentes nacionalidades trajeron miles de hombres de los puertos de Amoy, Swatao, Hong Kong, Cantón, Manila, Saigón, entre otros. En las plantaciones cañeras las autoridades coloniales habían diseñado un sistema encaminado a evitar actitudes solidarias entre los inmigrantes, al tiempo que propiciaba aislarlos de la cultura común que genera dignidad e identidad. Los culíes, que se consideraban hombres libres, en su mayoría tenían menos de 30 años; eran portadores de una herencia de rebeldía, que tradujeron en una gran resistencia frente a los que pretendían despojarlos de sus raíces culturales, y en muchas ocasiones reaccionaron violentamente contra los abusivos métodos empleados en las plantaciones. Asimismo, la fuga era otra de las formas de rebelión que hallaron los culíes contra la infrahumana existencia en las plantaciones y barracones. Por eso, la historia registra de cómo y por qué cientos de chinos escaparon hacia el monte y se convirtieron en cimarrones. Ante la imposibilidad del regreso a la tierra natal, y sin alternativa inmediata para librarse de las condiciones de esclavitud, muchos optaron por el suicidio; quizás también siguiendo las creencias religiosas orientales de que la muerte constituye un acto de emancipación. Debido a ello, entre 1850 y 1860, Cuba se inscribió en el mundo con la mayor tasa anual de suicidio. Como la iglesia católica no permitió que en su cementerio general, en La Habana, fueran enterrados los chinos, al principio se les destinó un terreno cenagoso en la ensenada de Guanabacoa. Décadas después, el cónsul de la nación asiática logró que fuera cedido un espacio al fondo del Cementerio de Colón, con miras a la inhumación de los restos de los coterráneos. Así, el 20 de mayo de 1893 se iniciaron las obras del Cementerio Chino, que definitivamente quedó emplazado en una superficie de 9 mil metros cuadrados de la entonces finca de La Torre, propiedad de Federico Kohly, a 101 metros del ángulo suroeste de la Necrópolis de Colón, cercado con una verja de hierro. Esta fue la última necrópolis construida en La Habana en el siglo XIX. La instalación consta de 442 obras arquitectónicas. Sobre las lápidas se advierten fotografías de los fallecidos con leyendas, escritas en chino y español. Por la singularidad del recinto, el Cementerio Chino ha sido declarado Monumento Nacional. El censo de 1887 reveló que en la Isla vivían más de 46 mil chinos, una inmigración fundamentalmente de hombres, debido a que fue ínfima la cifra de mujeres procedentes del Lejano Oriente. Aquellos chinos influyeron decisivamente en la formación del pueblo cubano, en su carácter, cultura y aspiración de libertad y justicia. Su espíritu de rebeldía y tradición de lucha lo mostraron de manera muy especial cuando masivamente se incorporaron a las guerras de independencia de Cuba, iniciadas en 1868. En las tres contiendas, la de los Diez Años, La Chiquita y la del 95, los chinos dieron muestras fehacientes de valor. Ni uno sólo fue traidor, desertor o cobarde. Entrado el siglo XX, nuevas oleadas migratorias de chinos llegaron a la Isla, procedentes de California- En la tierra cubana crearon sus familias, establecieron comercios y fundaron las barriadas chinas; la más significativa es el Barrio Chino de La Habana, con el núcleo central en las calles Dragones y Zanja. Este importante asentamiento se origina con motivo de la gran cantidad de culíes que desde 1850 trabajaba en las industrias tabacaleras y cigarreras de La Habana, así como en calidad de albañiles en los edificios de Galiano y Belascoaín. Muchos otros se dedicaron a la explotación de huertos en las inmediaciones de la ciudad. Por esa época, comenzaron a aparecer las fondas chinas, la primera tuvo lugar en la esquina de Zanja y Rayo. Los chinos aportaron, en particular, una cultura de gran valor al arte culinario cubano. De ahí la fama del arroz frito del Barrio Chino de La Habana y de otros platos, que no han sido apartados de las raíces tradicionales de cada región asiática. La fama de las comidas chinas ha originado la celebración del Festival de Chinos de Ultramar, dedicado al Arte Culinario Chino, con el objetivo de debatir temas relacionados con la historia y la cultura de la culinaria china y su influencia en la gastronomía occidental y tendencias actuales del servicio culinario de origen chino. La edición de este año es la séptima, prevista para efectuarse entre el 30 de mayo y el 3 de junio, bajo el auspicio del Barrio Chino de La Habana. El espectáculo central culinario de este evento será el Gourmet Show, presentado por el equipo cubano. A finales del siglo XIX, chinos llegados desde California abrieron en la Isla diferentes comercios. Se fundó en 1870 la primera casa importadora de productos asiáticos; capital chino también entró en la rama del azúcar, y crearon sus propias instituciones, cámara de comercio, farmacias, hospital, asilo de ancianos, prensa, teatros, bancos, cines y un nutrido conjunto de asociaciones tradicionales con la intención de preservar las expresiones de su cultura originaria y los rasgos de etnicidad. El legado de los miles de hijos del Lejano Oriente chino a la tierra cubana es insondable y valioso. Su presencia desde el siglo XIX contribuyó al enriquecimiento de la fragua cultural e histórica de la nación cubana. 1. La lucha abierta de la vanguardia ideológica del étnos nacional cubano en formación, contra los principios que rigen oficialmente: la religión en su contenido escolástico, el arte, filosofía, la ciencia, la política y las formas de enseñanza, hasta generar un salto cualitativo profundo de cambio hacia nuevos intereses nacionales. 2. El proceso de evolución paulatina de la estructura familiar, la lengua, los gustos, las supersticiones, los usos y las costumbres cotidianas, basadas en añejos principios morales, que responden a una tradicionalidad, cuyo contenido conservador ha estado más arraigado en la población, y sus procesos de transformación. Los segundos han tenido un proceso de transformación o adaptación a la cubanía mucho más lento, debido a que forman parte indisoluble del sustrato de información diacrónica de la cultura trasmitida oral como actividad común, de una generación a otra. 4. Francia-Haití. No es posible hablar de cubanía, sobre todo en Guantánamo, Santiago de Cuba, Camagüey y Ciego de Ávila, sin tener en cuenta la huella haitiana, en la danza, las comidas, la religiosidad y hasta en la manera de ser de la gente, acentuado en la familiaridad, la alegría y la solidaridad. El gusto por la taza de café, que tanto identifica al cubano, es una herencia haitiana, como el congrí con su identidad de la región oriental, o los sabrosos platos de carnes asadas o el grillé, así como las frituras de bacalao y el dulce arroz con leche. Sin dudas todo ello es un universo de transculturación de valiosa presencia en la historiografía cubana. El sistema de plantación cafetalero que se hizo muy fuerte en el territorio oriental de la Isla, instalado por la emigración franco haitiana, trajo consigo y de forma muy particular, la tradición danzaria conocida como la Tumba Francesa, con vigencia en la actualidad mediante tres sociedades: la Caridad de Oriente, en Santiago de Cuba; la Pompadour, en Guantánamo, y La Bejuco, en Sagua de Tánamo. Algunos especialistas aseguran que los antecedentes de la rumba y el guaguancó cubanos se encuentran precisamente en la Tumba Francesa. La agrupación de la Tumba Francesa La Caridad de Oriente tiene su sede en la calle Los Maceos, esquina a San Bartolomé, en la barriada santiaguera de Los Hoyos, donde se ubicó el asiento más importante de la población negra y mestiza de Santiago de Cuba. En una de las paredes del citado local, se observa el altar de la virgen de la Caridad del Cobre, Ochún. Asimismo, la trayectoria de la agrupación es mostrada en el resto de las paredes a través de diplomas, fotos y otros documentos. Uno recuerda que cuando se funda la agrupación, hace 140 años, tenía el nombre de Sociedad Fayette, en honor al general francés que luchó por la libertad en América, quien de visita en una ocasión, en Santiago de Cuba, fue recibido con el baile de la Tumba Francesa. Por otra parte, insignes patriotas cubanos, entre estos Antonio Maceo, Quintín Banderas y Guillermón Moncada pertenecieron a la célebre sociedad músico- danzaria santiaguera. Por trasmisión oral, los integrantes de la agrupación de la Tumba Francesa de Oriente, conocen de sus orígenes. De ahí que ellos cuenten de cómo sus ancestros imitaban los bailes de salón de los amos franceses: minué, rigodón, carabiné y yubá, bajo los sonidos de instrumentos de viento y cuerda, en tanto los esclavos bailaban al ritmo de los tambores, pero con una música muy suya. La música de los franceses era suave y la de los esclavos de un ritmo picante. En los cafetales franceses los emigrados haitianos comenzaron a bailar un tipo de baile que denominaban Tumba. Entonces, se le llamaba tumba también a un tipo de instrumento de percusión que resultaba indispensable en tal manifestación danzaria africana, término asociado a fiesta, baile, jolgorio practicado en el oriente de la Isla. Los miembros de aquellos bailes, esclavos, se denominaban a sí mismos franceses, teniendo en cuenta que habían partido de la colonia francesa Saint Domingue. Ellos hablaban francés pero mezclado con dialectos de sus diferentes tribus africanas. De ahí que la expresión danzaria Tumba Francesa forme parte del resultado de un complejo proceso de transculturación (intercambio cultural en los dos sentidos), de acuerdo con el sabio Fernando Ortiz. La Tumba Francesa salió de los cafetales orientales para en sociedades trascender los siglos XIX y XX. En la actualidad se mantiene la tradición de esta música-danzaria muy fiel a su origen. Cuando suenan las tumbas o sea, los tambores catá, bula y tambuché ( pedazos de troncos de árboles ahuecados a golpe de machetines y candela), salen las parejas de baile, las mujeres vestidas muy lindas, entre ellas se destaca la Mayorala de Plaza ( primera bailarina), y en la medida que aumenta el ritmo, comienzan a escucharse las cantadoras, las herederas de los cantos en francés, patuá y español. Música y baile contagiosos, como para llenar de alegría al más escéptico de los humanos. En la segunda oleada que se produce a partir de 1912 y que culmina alrededor de 1950, de forma legal o ilegal, en busca de empleo y como mano de obra barata, miles de hombres y mujeres se asentaron en colonias próximas a los centrales, distribuidas por Santiago de Cuba, Camagüey y Ciego de Ávila. En todos esos sitios, ellos mantuvieron sus costumbres y tradiciones. Se comunicaron a través del creole y siguieron con las prácticas de vodú, sus cantos y bailes. En Cuba formaron familias con negros o campesinos blancos cubanos. De esta unión nacieron los “pichones”, la generación de descendientes haitianos nacidos en Cuba. Desde las postrimerías del siglo XVIII la influencia de la cultura francesa, a través de Haití, está presente en la parte suroriental de la Isla, cuando un significativo número de franco-haitianos laboraban ya en las faenas agrícolas y marítimas. No obstante, el primer gran éxodo de Saint Domingue, hoy Haití, tuvo lugar a partir de las facciones de los franceses que dominaban esa rica colonia, del estallido de las rebeliones de esclavos, de la guerra de liberación, y del triunfo de la Revolución, el 1ro. de enero de 1804, fecha en que oficialmente fue proclamada la independencia de Haití. Estos acontecimientos históricos y culturales se hallan rodeados de extraordinarias significaciones, simbolismo y de curiosidades. La rebelión se inició en medio de una ceremonia de vodú, en Bois Caimán, donde se habían dado cita algunos complotados; también es recordado ese momento por los fuertes vientos y lluvias que caían en tal zona. Es el año 1791, pronto las sublevaciones de esclavos se desgranaron por todo el norte de Saint Domingue, que dio motivo a la Revolución haitiana. Precisamente, estas revueltas de esclavos en Haití están consideradas como las raíces del movimiento social en América Latina. El 29 de agosto de 1793 fue decretada la emancipación general de los esclavos negros en Saint Domingue, y este hecho no había ocurrido con esa magnitud antes en el mundo. El 8 de julio de 1801, Toussaint Louverture proclamó una nueva Constitución en Saint Domingue. Ese mismo año Napoleón envió a este territorio del Caribe, un poderoso ejército para aplastar a los revolucionarios que encabezaba Louverture. Pero el corso vil, el Bonaparte infame, como Martí llamara a Napoleón, tuvo en Haití la primera derrota de su ejército. Es decir que antes de ser derrotado en España y Rusia, el ejército francés fue vencido por las fuerzas de los ex-esclavos en Saint Domingue. La resonancia de esos trascendentales sucesos de Haití, con sus héroes, leyendas y los nombres de figuras históricas, ente ellos Toussaint Louverture, Mackandal y Henri Christophe, aparecen brillantemente plasmados en dos obras de Alejo Carpentier, tituladas En el reino de este Mundo y El siglo de las Luces, publicados respectivamente en 1949 y 1962. Sobre estas rebeliones, también el poeta nacional Nicolás Guillén se inspiró y escribió la hermosa Elegía a Jacques Roumain en el cielo de Haití. Roumain es figura descollante en la cultura y política de Haití. Conclusiones: Considerada la cultura cubana en forma de doctrinas, normas de conducta, valores, principios, leyendas, mitos, ritos, fetiches, etc.; así como, refranes, expresiones artísticas o lingüística particulares, entre otras, se puede afirmar que la misma, dentro de la cultura occidental en general y la hispanoamericana en particular, se encuentra específicamente delineada por: La unidad de lo político intelectual y popular, doctrina que se expresa en una posición común ante las metas de la nación y que se sustenta en las traiciones de lucha de nuestro pueblo; las cuales dieron lugar a la formación de la nacionalidad y el mantenimiento de una nación independiente en un mundo adverso y unipolar. Lo dicho no niega las diferencias de credo, opinión, posición individual ante la vida, libertad de acción, etc. Las normas de conducta, al igual que los mitos y leyendas, tiene una fuerte base hipano-africana y se fundamentan en las tradiciones de la familia, las comunidades o pueblos y la nación, en estos momentos enaltecidos por la dignidad personal, la igualdad de derechos sociales y el orgullo nacional, valores y principios que nos caracterizan. En lo popular, la imaginería africana sigue confundiéndose con los ritos católicos como en los tiempos de fundación de la nacionalidad, ahora con mayor libertad de expresión y sin los prejuicios inculcados por sociedades anteriores. Con la elevación del nivel cultural de la población, el acceso de amplias capas a la educación media superior y superior, el arte expresa esta mezcla cultural de raíces ancestrales, surgidas en la estancia, el barracón del ingenio o en las calles de en una decena de ciudades portuarias, incluida la capital, insertándose en los lenguaje y estilos universales con carisma propio, buscano la unidad en lo diverso. Este pueblo bailador ama moverse al compás de la conga, danza callejera, que como su nombre indica, provine del África, dejando el zapateo español a las tablas del teatro. El español que nosotros hablamos está lleno de modismos, giros y palabras que provienen de los más diversos pueblos del mundo, como le corresponde a un gran puerto. Inicialmente matizado fuertemente por vocablos aborígenes nativos, caribeños y del continente y después de lenguajes tan lejanos y diversos como el chino o el árabe, pasando por los dialectos africanos. El carácter de isleño, rodeado por una frontera natural que niega el fácil acceso al exterior, se expresa en el sentimiento de límite y el ansia de libertad, exacerbado por el fuerte castigo del bloqueo económico y las limitaciones en que en este campo ha sufrido históricamente nuestro pueblo. BIBLIOGRAFIA 1. Aguirre, Sergio: “Eco de Caminos”. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1974. 2. Armas, Ramón de: “La Revolución Pospuesta”, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975. 3. Barcia, María del Carmen: “Elites y Grupos de Presión Cuba 1868-1898”. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1998. 4. _____________________: “Burguesía Esclavista y Abolición. Edit. Ciencias Sociales. La Habana. 1987. 5. Barcia Ma. del C, García G, y Torres Cueva E.: Historia de Cuba. La Colonia. La Habana. Edit. Política. 1994. 6. _____________________: Historia de Cuba. Las Luchas. Edit. Política. La Habana. 1995. 7. Colectivo de Autores: “La República Neocolonial”. 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