lunes, 27 de abril de 2015

La cultura como proceso.

(Monografía) Autora: Elizabeth Azopardo. El desarrollo histórico del pensamiento le ha atribuido al término cultura dos significados fundamentales. El más antiguo la considera como la formación del hombre y su mejoramiento y el segundo, como el producto de este desarrollo, o sea, el conjunto de los modos de vivir y de pensar cultivados. Sin embargo, en ambos casos el término expresa un ideal, un estatus que los hombres deben conquistar . Más recientemente, el término se ha utilizado para denominar agrupaciones humanas que como resultado de la interacción entre individuos y grupos sociales que comparten un determinado espacio-tiempo, y a través de largos procesos de práctica y construcción histórica, van alcanzando cierta coherencia que actúa como mecanismo regulador de la propia actividad humana. En este sentido, la cultura se manifiesta como el resultado de la interrelación dialéctica actividad-pensamiento y adopta formas tales como: la conducta, los principios, los valores y expresiones de éstos como la lengua, el arte y la religión. También como manifestaciones de la sedimentación de la esencia y el sentido común que asimila elementos culturales nuevos , la cultura adopta las formas de costumbres, tradiciones, doctrinas y sistema de ideas particulares. Posiblemente, de la consideración histórica de la cultura como paradigma, se derive la significación más actual del término, utilizado por la antropología para denominar la atmósfera en que se encuentra inmersa la vida humana . La cultura, desde este plano de análisis, influye en todas las acciones de las colectividades de forma casi inconsciente. Más que ideas claras y expresas, abarca conceptos tácitos y sobrentendidos, que se promueven a través de una cultu¬ra común compartida. Ella se manifiesta en forma de doctrinas, normas de conducta, valores, principios, leyendas, mitos, ritos, fetiches, etc.; así como, refranes, expresiones artísticas o lingüística particulares, entre otras. Como doctrinas se consideran las enseñanzas, sabiduría o ciencia acumulada por los pueblos; las normas de conducta, a su vez, son expresión de las reglas que existen para el gobierno de grupos, familias e individuos, algunas de ellas expresadas en principios que rigen las diferentes formas de actuación, o valores, que expresan la trascendencia de las acciones o cosas. Las doctrinas, normas de conducta, principio y valores -algunos de ellos reflejados en el refranero popular- son formas que adopta la cultura y terminan diferenciando a unos pueblos de otro, estando explícitas o no, en sus sistemas jurídicos. También se han desarrollado entre las diferentes comunidades leyendas que recogen anécdotas más fantásticas que históricas, ritos, o reglas para el culto religioso, mitos o alegorías, fetiches o ídolos; así como, expresiones lingüísticas locales y creaciones artísticas típicas, que forman parte del acervo espiritual de la nación. En las comunidades también, los modelos culturales se trasmiten de padres a hijos como tradiciones; o por repetición práctica, como costumbres; noticias, o ideas de las cosas. Las posiciones más fieles a las tendencias racionalistas, atribuyen estos paradigmas culturales a la evolución de las formas del pensamiento humano, siguiendo su desarrollo ontogénico, hasta alcanzar los niveles de mayor elaboración . Tanto el estructuralimo como el funcionalimo han utilizado el término estructura como instrumento para analizar el entramado de instituciones que conforman la realidad social. Según los primeros, los fenómenos culturales pueden considerarse como producto de un sistema de significación que se define sólo en relación con otros elementos dentro del sistema, como si fuera el propio sistema quien dictase los significados. Todo código de significación es arbitrario, pero resulta imposible aprehender la realidad sin un código. En cambio los segundos, concibieron una teoría de la cultura que explicaba la existencia de las instituciones sociales por su capacidad de satisfacer las necesidades psicológicas humanas, a lo cual el estructural-funcionalismo agregó que el funcionamiento y la existencia de las instituciones en este campo debían ser explicadas en términos sociales, y no reducido a motivaciones psicológicas. Este punto de vista se creó en torno al estudio de unidades sociales pequeñas y autosuficientes, en las que es relativamente fácil suponer un sistema de funcionamiento como totalidad. Otra tendencia, en cambio, considera que los modelos culturales proyectan la práctica sociohistórica de las colectividades humanas, en el ámbito conceptual y espiritual, atribuyendo a ésta su origen . Desde este punto de vista, ellos se desarrollan cuando los individuos comparten una amplia gama de experiencias, en plazos relativa¬mente largos de tiempo, independientemente de que exista o no una filosofía explícita o ni siquiera pensada. También las guerras de conquista, el comercio, los viajes, la imprenta y otras formas de interacción de diferentes colectividades históricamente determinadas, han permitido que se trasladen de unas a otras modelos culturales -a través de largos procesos de transculturación, enculturación o deculturación - al exportarse a diferentes contextos naturales, prácticas sociales de otras regiones, dado lugar –como en el caso de Cuba- a la mezcla o aparición de una nueva cultura. En la actualidad, la revolución de la información, conjuntamente con la voluntad política de los magnates de capital internacional de imponer la Globalización y el Neoliberalismo, amenazan incluso con la desaparición de los modelos culturales particulares, mediante la imposición de supuestos “modelos universales ¨. En un plano menos general, ha ocurrido otro tanto con las culturas comunitarias, donde en ocasiones el “progreso” ha significado una verdadera invasión. A juicio de la autora, si se introducen en el análisis los términos historia y desarrollo, se pone en evidencia que el contexto social de la comunidad presenta un tope a los intentos de construcción cultural, pues muy difícilmente estos esfuerzos internos, puedan sobreponerse a valores socialmente aceptados, aunque contrapues¬tos, a los que la comunidad enuncia y trata de desarrollar. La evolución que sufren en el decurso histórico los modelos culturales, pone de manifiesto que las leyes que los rigen no pueden estar ajenas a las leyes del desarrollo socioeconómico en general, ni a la teoría de la actividad humana en particular. Sin embargo, ellos continúan identificando los rasgos identitarios de la nación o colectividad humana, la especifica y la hacen diferente o típica con relación a otras. Es por ello que la conservación de los respectivos modelos culturales nacionales y regionales, se ha convertido en símbolo de independencia, tanto en el plano económico, político, como social; constituyendo así, el fortalecimiento de los rasgos culturales particulares, parte de los derechos por los que lucha la humanidad. Por todo ello, si se pretende influir sobre los modelos culturales particulares, hay que comenzar por reconocer y estudiar su existencia; ignorarlas más que un atropello es una vía errada para emprender el desarrollo. También es importante esclarecer cuáles son los factores objetivos que ponen límites a estas influencias.

sábado, 18 de abril de 2015

El modo de vida en la obra martiana.

Autora: MSc. Elizabeth Azopardo Núñez Introducción: Dentro del concepto cultura se incluye el acuñado como modo de vida, o sea, el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado. El término cultura engloba además, ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias. A través de la cultura se expresa el hombre, toma conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados y crea obras que le trascienden. El termino modo de vida toma actualidad e importancia, al ser utilizado por diversas ciencias para referirse a los oficios y profesiones; como por ejemplo, “el modo de vida del pescador o del intelectual”; como organización, “el modo de vida impuesto por san Basilio como primera forma de organización monástica”; para el estudio de comunidades particulares, “descripción fidedigna del modo de vida en el Lejano Oriente” y otras, que engloban en él una comunidad, un sistema de creencias, una observancia litúrgica, una tradición, etc. En el caso de la obra martiana, el concepto modo o estilo de vida, tienen la concepción antes apuntada y en muchas de sus obras describe el mismo, con especial elegancia y trascendencia. Por ello su estudio tiene una relevancia particular para la cultura cubana y universal. Por todo lo antes expuesto el trabajo que se presenta a continuación tiene por objetivo, analizar las referencias directas que hiciera Martí en su obra sobre este concepto. Para ello se utilizarán las anotaciones hechas por él en su “Cuaderno de apuntes”, las cuales aparecen en el tomo 21, pág. 75 y 76 de la Obras Completas; así como, en las traducciones que hace de las antigüedades romanas, en particular sobre las nociones de lógica, que aparecen en el tomo 25 “Traducciones”, pág. 159. El análisis será apoyado que precisiones de otras obras de Martí y de los autores Leonardo Griñan Peralta, Nidia Sarabia, Julio Ramón Pita y Blanche Zacharie. Para su desarrollo el trabajo será dividido en dos epígrafes: El modo de vida o estilos de vida en la obra martiana y las concepciones martianas sobre el papel de la historia, la dialéctica y el materialismo. Desarrollo: 1. El modo o estilos de vida en la obra martiana: En este epígrafe se aborda las referencias directas que hizo Martí en su obra a los modos y estilos de vida. En primera instancia se analiza el estudio que hace el apóstol de la obra de Francis Salten, Registro de las facultades de la familia. De esta afirma: “…quiere que su libro sea una especie de prontuario de profecías, merced al cual, dados los caracteres de nuestros abuelos y los nuestros propios, podemos predecir cómo serán nuestros hijos ”. Como se puede apreciar, ve Martí en la obra de Francis Salten la labor de un profeta. Esta palabra proviene de la voz latina propheta, referida al que, inspirado por Dios, habla en su nombre anunciando sucesos futuros; o el que por algunas señales conjetura y anuncia sucesos futuro, o sea un vidente más que un científico. Y a lo referido, agrega: “¡Y nosotros, que vemos a los nuestros oscilar a nuestros ojos como la superficie del mar a diversos vientos, según sea amorosa u odiadora la persona que va ejerciendo en ellos dominante influencia!“, resaltando el papel del educador en los resultados del educando. Juega para Martí la educación y no la herencia el papel fundamental en la formación de las nuevas generaciones, aunque no desdice de la segunda, haciendo interesentes reflexiones que lo colocan a nivel con el pensamiento más moderno. Al respecto plantea: “Descríbanse en el Registro , en las casillas correspondientes, el modo de vida de cada persona, en cuanto pudo afectar el desarrollo o la salud; sus aptitudes mentales y morales, y su energía, y el grado en que las tuvo, y si fue mayor o menor que el grado en que se tienen comúnmente… Y con todos esos datos, cree Salten que se podrá predecir cómo serán los hijos; de lo cual no importa tener conocimiento previo para saber que serán de este modo o aquél, sino para dirigir su educación conforme a las cualidades que en ellos existan, o a las virtudes de que-carezcan” Martí no asumía tal posición ingenuamente, sabe que Salten es materialista y al respecto refiere sobre esta posición filosófica: “con lo que viene la filosofía materialista a reconocer que el espíritu viene a la tierra con carácter marcado prehecho, y a aceptar en una de sus formas la verdad de la preexistencia, que arguye la necesidad de la racionalidad del postexistir . En la página de 395 de la propia obra Martí había afirmado anteriormente: “La filosofía materialista, que no es más que la vehemente expresión del amor humano a la verdad… sin extremar sus sistemas, viene a establecer la indispensabilidad de estudiar las leyes del espíritu. De negar el espíritu -la cual negación fue provocada en estos tiempos, como ha sido en todos, por la afirmación del espíritu excesiva, - viene a parar en descubrir que el espíritu está sujeto a leyes y se mueve por ellas, aceleradas o detenidas en su cumplimiento por las causas mecánicas y circunstancias rodeantes que influyen en la existencia y suelen ser tan poderosas que la tuercen o determinan”. Y al respecto agregaba: “Observando a los hombres, se ve que no es cada uno una entidad definitivamente aislada y con un carácter exclusivo, que venga a ser una combinación original de los elementos humanos comunes; sino un tipo de una de las varias especies en que los hombres se dividen, según exista en ellos dominante el amor de sí, o no exista, o coexista con el amor de los demás: y según, de los accidentes usuales que influyen en los hombres, les haya tocado vivir entre algunos determinados que en personas de cierta manera constituidas han de producir una conocida impresión cierta”. Como se puede apreciar, simpatizaba Martí como los materialistas y conocía su ciencia, atribuyéndole la capacidad de apreciar la interrelación dialéctica que existe entre la historia y el desarrollo y el papel que juegan los factores subjetivos en la misma. Si creía, como en la referencia se puede apreciar, en el posexistir y al respecto superaba las interpretaciones dogmáticas que del materialismo hizo el socialismo real. Estas apreciaciones, se encuentra en correspondencia con los propósitos de su mística vida. Martí aspiraba a que su espíritu, o pensamiento, o ejemplo, trascendiera, como lo ha hecho y lo demuestra el que aún estemos buscando en él una fuente de conocimiento. En la traducción de “La familia romana ” vuelve a hacer referencia al modo de vida cuando afirmaba: “Plutarco, el filósofo griego, que escribió la vida de Catón. 250 años después de la muerte del severo romano, dice de este: “Es para mí señal de condición excesivamente áspera en el hombre la creencia de que puede usar del trabajo de sus siervos como del de los brutos, y echarlos y venderlos en su ancianidad, pensando que no ha de haber más trato entre hombre y hombre, que en tanto que se saca algún provecho de él. . . En cuanto a mí, no vendería yo, por culpa de su edad, mi buey de tiro, cuanto menos por una pieza de moneda a un pobre anciano, ni le echaría de mí tan duramente; que es como echarlo de su propio país, el sacarlo del lugar donde ha vivido tanto tiempo, y de aquel modo de vida a que está acostumbrado, más cuando ha de ser ya tan inútil al que lo compra como al que lo vende.” Y al respecto aclaraba, apuntando su pensamiento humanista: “Pero, a despecho de estas enseñanzas de clemencia, en esos mismos tiempos de Plutarco eran más numerosos y horribles los actos de crueldad con los esclavos. Si sabían ya mejor entonces los hombres lo que habían de hacer, tardaban más en hacerlo. Era en aquel tiempo dicho común el de que un hombre tenía tantos enemigos cuantos eran sus esclavos. No podemos maravillarnos de esto, cuando sabemos de qué modo los trataban. En muchos lugares del país, era uso hacerlos trabajar cargados de cadenas. De noche los encerraban en grandes barracones (ergastula), subterráneos en parte, iluminados sólo por pequeñas ventanas, puestas a tal altura que no podían los esclavos ver afuera por ellas. En Roma misma era uso tener al portero encadenado a la puerta como un perro. En las casas grandes había un siervo (silentiariu), cuyo oficio era hacer que se guardase completo silencio entre sus compañeros de servidumbre, y el más ligero ruido, una tos, un estornudo, eran al punto castigados y con golpes” . También hacía referencia Martí en sus cuadernos de apuntes a los estilos de vida estableciendo a su vez la relación entre la filosofía y la historia. Al respecto planteaba : “iFilosofía sin Historia examinadora y concienzuda! ¿Cómo hemos de llegar al conocimiento de la humanidad futura y probable sin el conocimiento exacto de la humanidad presente y la pasada? Esta es humanidad que se desenvuelve y se concentra en estaciones y en fases. Todo lo que pasa en algo queda. Para estudiar los elementos de la sociedad de hoy es necesario estudiar en algo los residuos de las sociedades que se han vivido”. Y agregaba: “…Analícese en la narración el carácter del que la narra, y para hallar la verdad de lo narrado, quitase de ello lo que le pone la naturaleza y punto intimo de vista especial del narrador. Dos hechos exactamente iguales en sí mismos, en las causas o en los efectos o en uno sólo variado, siendo los mismos, quedan ya totalmente diferentes. Pasión de patria, carácter de individuo, exaltaciones o modos de estilo: quítese todo esto de la historia para que quede, y aún nos quedará algo parecido a la historia creíble y verdadera”. Huelga comentario al respecto, la visión martiana de la filosofía y la historia coincide plenamente con las concepciones que defiende el materialismo histórico. Identificaba, como se puede apreciar, los factores subjetivos con la espiritualidad del hombre y al referirse a la historia decía “Principios eternos la rigen: la ambición y la soberbia entre los hombres; el espíritu de dominación en los monarcas; el espíritu de independencia en los países: la identidad del Espíritu uno con todos los espíritus hijos vivos y pertenecientes en la tierra. Puesto así desde un ánimo recto, quizás vean los ojos claros en tanto tiempo casi perdido que pasó, en tanto tiempo inadivinable y misterioso que queda aún por venir”, apreciado como regularidad elementos referidos a la lucha de clases. Como conclusión del epígrafe se puede afirmar que Martí veía el modo de vida como el desarrollo, la salud, las aptitudes mentales y morales, la energía heredada y la influencia cotidianas del hombre; así como, la pasión de patria, el carácter del individuo y sus exaltaciones. De esta forma le da al concepto un antecedente, la historia y una resultante, el medio social, colocándolo al tanto de las concepciones filosóficas más actuales del mismo. 2. Las concepciones martianas sobre el papel de la historia, la dialéctica y el materialismo. En el epígrafe se analiza la interpretación martiana de categorías filosóficas, tales como, la historia, la dialéctica y el materialismo. Para el análisis del de los aspectos referidos anteriormente se hacen alusión elementos de la historia de la Filosofía que justifican ciertos términos empleados por Martí como espíritu, alma y referencias de la propia vida del apóstol de la independencia cubana. En opinión de la autora es cierto que la vida del Maestro se acerca a la vida mística. El había hecho votos para con su patria y a ella postergó cualquier acción de su existencia. La vida mística se caracteriza precisamente por un aumento de productividad, serenidad y alegría, mientras los aspectos interiores y exteriores armonizan en unión con lo divino. Para explicarla se han elaborado complejas teorías filosóficas, incluida su manifestación en algunos credos seculares en apariencia ateos. En sentido general se consideran ateas aquellas doctrinas que niega la existencia de la divinidad. El ateísmo se diferencia con claridad del agnosticismo, doctrina que afirma que la existencia de una deidad nunca podrá ser probada o refutada. Mucha gente ha sido llamada atea de forma impropia, sólo porque rechazaba alguna creencia popular en la trascendencia. Para los romanos, los primitivos cristianos eran ateos porque negaban a los dioses romanos. Los partidarios de varios grupos cristianos han aplicado el término a cualquiera poco dispuesto a aceptar los dogmas de su doctrina. Así, un librepensador, como el filósofo francés y escritor Jean-Jacques Rousseau, el escritor francés Voltaire, o el filósofo político anglo-americano y escritor Thomas Paine, aunque suscrito a una forma de deísmo, pueden con frecuencia ser considerados como ateos. La filosofía sankhya, uno de los grandes sistemas del pensamiento hindú, el budismo y el jainismo han sido todos descritos como doctrinas ateas porque todas ellas niegan un dios personal. Con el desarrollo del conocimiento científico y la consecuente explicación del fenómeno formalmente considerado sobrenatural, el ateísmo se ha convertido en una tendencia filosófica más natural y aceptada. Las ideas filosóficas de la antigua Grecia fueron ante todo naturalistas y racionalistas, aunque un elemento del misticismo encontró expresión en el orfismo, los misterios de Eleusis y otros ritos. Un movimiento griego tardío, el neoplatonismo, basado en la filosofía de Platón, presenta también influencias de religiones misteriosas. Plotino fue quizá su mejor exponente, y su pensamiento ejerció una considerable influencia en el cristianismo primitivo. El neoplatonismo es una variante de monismo idealista para el que la realidad última del universo era lo Uno, perfecto, incognoscible e infinito. De este Uno emanan varios planos de realidad, siendo el nous (inteligencia pura) el más elevado. Del nous deriva el alma universal, cuya actividad creadora origina las almas inferiores de los seres humanos. El alma universal se concibe como una imagen del nous, del mismo modo que el nous es una imagen de lo Uno; de esta forma, tanto el nous como el alma universal, a pesar de su diferenciación, son de la misma sustancia, es decir que son consustanciales con lo Uno. El alma, en muchas religiones y filosofías, es considerada el elemento inmaterial que, junto con el cuerpo material, constituye al ser humano individual. En general, el alma se concibe como un principio interno, vital y espiritual, fuente de todas las funciones físicas y en concreto de las actividades mentales. La creencia en alguna clase de alma que puede existir independiente del cuerpo se encuentra en todas las culturas conocidas. En muchas culturas contemporáneas de tradición oral, se dice que los seres humanos tienen varias almas (a veces hasta siete) localizadas en diferentes partes del cuerpo, cada una con distintas funciones. La enfermedad es descrita a menudo como la pérdida del alma; lo que puede ocurrir, por ejemplo, cuando las brujas roban el alma o los espíritus del mal lo apresan. El alma universal, no obstante, al constituirse como un puente entre el nous y el mundo material, tiene la opción de preservar su integridad e imagen de perfección o bien de ser sensual y corrupta por entero. La misma elección está abierta a cada una de las almas inferiores. Cuando, por la ignorancia de su verdadera naturaleza e identidad, el alma humana experimenta un falso sentido de distancia e independencia, se vuelve presumida de un modo manifiesto y cae en hábitos sensuales y depravados. La espiritualidad es vista en este ámbito como el desarrollo de la dimensión espiritual del hombre. El ser humano se compone de una naturaleza material o corporal y otra espiritual. Aunque unidas e inseparables, hay actividades que desarrollan de un modo más específico una u otra dimensión. A partir de este concepto han surgido en el tiempo, numerosas escuelas de espiritualidad que en la mayor parte de los casos se encuentran vinculadas a una personalidad o a una orden religiosa concreta; es por ello usual que llegue a hablarse de una espiritualidad dando al término una connotación peculiar o distintiva, como pueda ser la espiritualidad franciscana, la ignaciana o la benedictina, por ejemplo. Martí, en su crítica a Darwin, consideraba antihistórico el sobreponer las llamadas zonas morales o etapas de la historia, al hecho histórico en sí mismo, en este sentido no era partidario de la teoría de hacer depender de forma absoluta el pensamiento del hombre, de su época. Al respecto planteaba : “Que en todas partes, y paralelamente se desarrolle el espíritu humano por progresivas épocas, que como zonas morales ciñen con igual presión a todo el universo sentido - es afirmación osada y antihistórica” Consideraba además que ninguna restauración es idéntica a la obra, como ninguna referencia a un hecho histórico sería el hecho mismo, advertencia que le hacía a los historiadores cuando afirmaba: “¡Qué restauración ha sido idéntica a la obra! He aquí una deducción absolutamente exacta,-uno de los grandes principios que entrarían a formar la ciencia histórica. Dicho se ha ya, en enérgica síntesis: “Era hermoso que las reacciones respeten siempre la mayor parte de la obra de las Revoluciones“ En igual sentido debemos respetar el pensamiento martiano. Sin tratar de etiquetarlo, la autora considera que el apóstol de nuestra independencia era un hombre universal, como universal era su pensamiento. Tal hombre no podía estar ajeno a los últimos avances de las ciencias filosóficas. Cómo humanista que era, vio al hombre en el centro de su atención y dedicó a en su pensamiento, alos problemas humanos, especial atención. El materialismo y la dialéctica, como se ha mostrado en el epígrafe anterior, no estaban ausentes de sus análisis, aunque poco se ha hablado sobre ello. Generalmente los comentarios al respecto han sido tomados con prejuicios escépticos. Como se pudo mostrar para él los materialista aportaban a la concepción generalizada de la espiritualidad humana hasta el momento, su sujeción a leyes, e identificaba los factores subjetivos con la espiritualidad del hombre. Considera que las leyes que rigen la espiritualidad eran aceleradas o detenidas por circunstancias que él llamaba “rodeantes” y que ahora se denominan modo de vida. Generalmente los marxistas cubanos han colocado a Martí entre los idealista objetivos, temerosos de hacer una rotunda afirmación al respecto que los comprometa, al referirse al Martí de su etapa de formación. La autora uno quiere ser absoluta al respecto, conformándose con un llamado a la reflexión del hombre que piensa. Conclusiones: Era el modo de vida para Martí las circunstancias aquella en que el hombre se desenvolvía y que en ocasiones podían hasta llegar a determinar su accionar, al cual no lo consideraba subordinado. Concedía a la educación y no la herencia el papel fundamental, pero no desconocía el papel de la primera. Al respecto se preguntaba “¿Cómo hemos de llegar al conocimiento de la humanidad futura y probable sin el conocimiento exacto de la humanidad presente y la pasada?”, reconociendo la lógica de la evolución humana y colocando a la historia y la posteridad en el análisis social, en su justo lugar. Utiliza los conceptos materialistas del prexistir para aseverar la necesidad de considerar el postexistir, apreciando la capacidad interrelación dialéctica entre la historia y el desarrollo y el papel que juegan los factores subjetivos en la misma, oponiéndose a las interpretaciones dogmáticas del materialismo que hizo el socialismo real. Estas apreciaciones se encuentra en correspondencia con los propósitos de su mística vida, dedicada a la patria. Bibliografía: 1. Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía. Editorial Félix Varela. La Habana, 2004. 2. Zachairie, Blanche. El Martí que yo conocí. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1980. 3. Griñán Peralta, Leonardo. Psicografía de José Martí. Editorial Oriente, Santiago de Cuba. 2002. 4. Martí Pérez, José. O.C. Tomos 15, 21, 25. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963. 5. Ramón Pita, Julio. Ediciones Vitral, La Habana, 2003. 6. Sarabia Nydia. Glosas Martianas. Editorial Pablo de la Torriente, Santiago de Cuba, 2002.

martes, 7 de abril de 2015

Título: La Unidad Continental: el latinoamericanismo y el panamericanismo. Autora: MsC. Elizabeth Azopardo Núñez. Introducción: En el presente trabajo se realiza un análisis de los fundamentos históricos de la unidad en el pensamiento bolivariano y latinoamericano como valladar ante las perenciones hegemónicas de Estados Unidos de Norteamérica (EEUU) durante los siglos XIX, XX y lo que va del XXI. La unidad latinoamericana es una herencia histórica legada por los padres fundadores de “Nuestra América”, como la llamara nuestro Héroe Nacional José Martí. Iniciada los Bolívar la acción unificadora de nuestras tierras, apenas en la primera mitad del siglo XIX, sigue siendo hoy un objetivo para nuestro ideario de justicia. Estados Unidos ha impedido a través del tiempo esta unidad tan deseada, valiéndose para ello de su fuerza, su poderío económico y sus argucias. La desunión de nuestros pueblos sólo ha favorecido al imperio y por eso es de vital importancia comprender las raíces históricas de ésta política para combatir y conseguir tan anhelado bien. De ahí la importancia y actualidad del tema. 1. El Latinoamericanismo: La Modernidad surge en Europa; sin embargo, el carácter cosmopolita que ha adquirido el mundo con el desarrollo del mercado internacional y el poder que ejerce ese continente sobre otras áreas en general y particularmente sobre Latinoamérica, la hacen en poco tiempo un fenómeno universal . Las pautas de transformación social de la modernidad conducirían con mayor o menor celeridad y con las peculiaridades propias de cada sociedad, al ciclo de revoluciones burguesas que se iniciaría desde finales del siglo XVIII y que supondría, en términos generales, el desmantelamiento del Sistema Colonial en América. Esta corriente, que se manifestó en un cambio de actitud -conjuntamente con las transformaciones socioeconómicas, culturales y políticas- llevará a los latinoamericanos a expresar su extraversión hacia el colonialismo y concretar en el plano nacional la emergencia de la independencia. Así el proceso de emancipación de América Latina respecto a España, trajo consigo una innumerable cantidad de regímenes republicanos unidos a la independencia de los nuevos estados que los adoptaban, ya fuesen repúblicas unitarias o federales, tales como la República de la Gran Colombia o las Provincias Unidas del Centro de América. Dentro del contexto general de la modernidad, la idea de la unidad Latinoamericana estuvo presente durantes las luchas emancipadoras. La primera etapa de las mismas no vio coronado su esfuerzo con la independencia; entre otras causas, por el localismo de los gobiernos criollos. No obstante, la segunda etapa, tuvo centrado sus objetivos en la lucha continental. San Martín lideraría las fuerzas revolucionarias en Argentina, Chile, Perú, Alto Perú; mientras Bolívar lo haría en Venezuela, Nueva Granada y Quito. Finalmente el primero cedería la supremacía al segundo y se lograría la independencia definitiva de España. 2. Los precursores del Latinoamericanismo: Miranda y Bolívar. Dentro del pensamiento latinoamericano de la época, la unidad continental estuvo defendida fundamentalmente por Simón Bolívar. Francisco de Miranda fue el precursor de la independencia venezolana. Miranda se enroló desde muy joven en el ejército español. Con el grado de capitán participó en ese país en la defensa de Melilla (9 de diciembre de 1774). En 1780 fue destinado a La Habana, como capitán del Regimiento de Aragón y edecán del general Juan Manuel Cagigal. De allí escapó y, atraído por la independencia de las colonias inglesas, se refugió el 1 de junio de 1783 en Estados Unidos, donde se entrevistó con George Washington, con el marqués de La Fayette y con otras personalidades estadounidenses. Pasó a Londres el 1 de febrero de 1785 para presentar al gobierno inglés su proyecto revolucionario; pero las continuas excusas de este país molestaron a Miranda, quien se dirigió a París en 1792. Miranda ingresó al Ejército francés con el grado de mariscal de campo y se destacó en la victoria de Valmy , por lo que fue ascendido a general. Como jefe del Ejército del Norte tomó Amberes . Acosado por los jacobinos, huyó de París y llegó a Londres en 1798. Decepcionado por la actitud inglesa ante su plan libertador, se trasladó a Nueva York en 1805) donde armó una expedición que hizo su primera escala en Haití el 18 de febrero de 1806. En aguas haitianas, a bordo del Leander, Miranda enarboló el 12 de marzo de 1806 la que se convertiría en la bandera de Venezuela. Regresó a Londres el 1 de enero de 1808. Allí, en 1810, Simón Bolívar, que acababa de llegar en busca del apoyo británico, lo convenció de que tenía que regresar a Venezuela; antes de terminar el año, Miranda se encontraba ya en Caracas (13 de diciembre), donde se había constituido una Junta Suprema de Gobierno. Como diputado al Congreso constituyente, en el que se le eligió presidente, luchó ardientemente por la declaración de la independencia (5 de julio de 1811). El nuevo país nacía sumido en diferencias y enfrentamientos de facciones internas, que impedían su fortalecimiento. Ante el anuncio de la llegada de una expedición militar desde Puerto Rico, fue nombrado general en jefe y se le concedieron todos los poderes, pero incapaz de organizar un ejército disciplinado y eficaz, firmó una capitulación con el jefe realista Domingo Monteverde el 25 de julio de 1812. A punto de embarcarse hacia el extranjero, Miranda fue traicionado por los suyos y arrestado por los realistas. Enviado de una prisión a otra (Puerto Cabello, San Juan y Cádiz), murió en La Carraca, cerca de Cádiz, el 14 de julio de 1816. Sus restos fueron enterrados en una fosa común. Simón Bolívar , que estaba en el exilio en Nueva Granada, invadió Venezuela por San Antonio de Táchira y en la denominada “Campaña admirable” conquistó Caracas (6 de agosto de 1813). La brutal presencia del español José Tomás Rodríguez Boves en la guerra, al frente de las tropas realistas, acabó con el esfuerzo patriota por sostener el gobierno instaurado y las reformas que se habían iniciado. En diciembre de 1814 se perdió la II República y los patriotas se exiliaron de nuevo. De este segundo exilio surge la Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815), documento profético de Simón Bolívar. En 1816 fue ratificado como jefe supremo de la República y realizó la expedición de los Cayos para volver nuevamente a Venezuela. El año de 1817 fue el de afirmación de la República, al darse la batalla de San Félix, con la que el general Manuel Piar conquistó Angostura. 3. El ideal Bolivariano de la unidad. Simón Bolívar, quien, además de ser el Libertador de Venezuela, fue también un escritor epistolar, orador, periodista y orientador de lo que sería la independencia. Textos suyos como La carta de Jamaica (1815), un ensayo vertido dentro de la forma epistolar, o el Discurso de Angostura (1819), composición ensayista para ser leída en voz alta, están considerados entre sus textos más significativos. En la Carta de Jamaica Bolívar expuso la idea de unir toda Sudamérica, desde Chile hasta México. El 15 de febrero de 1819, en el medular discurso de Angostura, presentó el proyecto de una Constitución basada en los más puros principios de libertad y moral republicana y solicitó la unión de la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador en la República de la Gran Colombia, nombre dado en honor del descubridor de América. Se estableció un nuevo Estado nacional, con tres grandes departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito. Se eligió a Bolívar presidente de la República y vicepresidente a Francisco Antonio Zea. Las ideas de Bolívar sobre los grandes bloques políticos, y los planteamientos de venezolanos y granadinos en este congreso y en el de Cúcuta de 1821, originaron la ampliación de la Gran Colombia que integró además a Panamá . En 1822, el Libertador decidió auxiliar a Perú con soldados y armas. Autorizado por el Congreso de la Gran Colombia, llegó a Lima, cuyo gobierno le pedía que dirigiera la guerra. El Congreso peruano le nombró dictador el 10 de febrero de 1824, y a partir de entonces logró controlar las intrigas de la nueva república, al tiempo que organizaba el Estado, creaba colegios, establecía la Universidad de Trujillo o decretaba pena de muerte para los defraudadores del tesoro público; hasta que se vio obligado a delegar todas sus facultades en Sucre el 24 de octubre de 1824 por habérsele suspendido la autoridad para dirigir la guerra en el sur de Perú. Después de la batalla de Ayacucho, una Asamblea reunida en Chuquisaca (actual ciudad boliviana de Sucre) acordó el 6 de agosto de 1825 la independencia del Alto Perú, que cinco días más tarde habría de llamarse Bolivia en su honor, cuya Constitución redactó el propio Bolívar. Cuando iba camino de Venezuela, llamado por el estallido de la sublevación de la Cosiata, que había tenido lugar el 30 de abril de 1826, en Perú le nombraron presidente vitalicio el 30 de noviembre de ese año, pero el Libertador no aceptó. El ideal de Bolívar fue formar un gran país homogéneo, compacto, capaz de enfrentar a España y las demás amenazas externas. La Gran Colombia se consolidó con las victorias de Carabobo (1821), del Lago de Maracaibo (1823) y Ayacucho (1824). Fue reconocida por Estados Unidos en 1822 y por Gran Bretaña en 1825. La Gran Colombia se derrumbó en 1830, al separarse Venezuela y Quito. Nueva Granada pasó a llamarse República de Colombia en 1886. 4. El Panamericanismo. Es así como el Nuevo Mundo se convierte en el punto de destino de las utopías del viejo continente, pero en el plano general de la política europea hacia estas áreas, cono la de la naciente república de EEUU se plantearía en términos de desigualdad en favor de las metrópolis económicas. En Latinoamérica, la definitiva salida de los españoles planteaba el dilema de norteamericanizarse o reafirmarse en su carácter hispánico o, más en general, latino. Su decisión fue remontarse a las fuentes a los clásicos de Grecia y Roma, tamizados por los modelos franceses. Ello coincide con un rápido y pujante desarrollo de ciertas ciudades hispanoamericanas, que se tornan cosmopolitas y generan un comercio intenso con Europa. No obstante, los EEUU siempre estarían al asecho para hacer de Latinoamérica su traspatio político y su zona fundamental de influencia. A pesar de ciertas dudas iniciales, se desinteresó en la participación en el proyecto bolivariano de federación hispanoamericana planteado en La Carta de Jamaica. En 1823, había proclamado la Doctrina Monroe y no tomó parte activa en el movimiento, prefiriendo esperar una mejor oportunidad. El Panamericanismo es precisamente el movimiento que pretende fomentar las relaciones y la colaboración entre los estados de América partiendo de la hegemonía de EEUU. Acabada la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), Estados Unidos se mostró cada vez más interesado en el comercio con Sudamérica. Entre 1889 y 1890 se celebró en Washington, debido a la iniciativa del secretario de Estado estadounidense James G. Blaine, la I Conferencia Panamericana, a la que asistieron los representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Estados Unidos, Uruguay y Venezuela. Esta reunión sentó las bases para el moderno sistema de cooperación panamericana y creó la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas, convertida tras el Congreso de Buenos Aires (1910) en la Unión Panamericana. No hay que olvidar, no obstante, que Estados Unidos venía aplicando desde los primeros años del siglo XX la denominada política del Big Stick (‘gran garrote’) e interviniendo militarmente en diversas repúblicas. Antes de la I Guerra Mundial se celebraron tres conferencias panamericanas o interamericanas, en las que estuvo representada también la República Dominicana, que aprobaron resoluciones sobre cuestiones legales, comerciales y económicas. En el periodo de entreguerras (1918 -1939), se celebraron cuatro conferencias más, centradas en aspectos militares de defensa y cooperación mutua. La reunión celebrada en Santiago de Chile (1923) aprobó la denominada Convención Gondra (que recibió ese nombre por haber sido el ex presidente paraguayo Manuel Gondra su principal promotor), cuyo fin era evitar enfrentamientos bélicos entre los países americanos. En la Conferencia de Lima (Perú) de 1938 se hizo pública la llamada Declaración de Lima, que establecía la solidaridad entre las naciones americanas y la ayuda entre los diversos estados en caso de agresión de un país extranjero. 5. Las ideas de los padres fundadores de la nación. Desde la misma época de su manifestación, la política exterior de EEUU en realción con Latinoamérica fue ampliamente rechazada, tanto por los gobiernos como por las fuerzas políticas de la mayoría de los países latinoamericanos, que entendieron perfectamente los intereses que se escondían tras su formulación. A mediados del siglo XIX, el presidente mexicano Benito Juárez expresó su famoso apotegma, que todavía se enseña en muchas escuelas de México y Latinoamérica, enunciado como respuesta a Monroe: “El respeto al derecho ajeno es la paz ”. En su artículo “El ferrocarril interamericano y la conferencia panamericana” , nuestro Héroe Nacional José Martí” Hace un comentario muy atinado de cómo respondieron los países latinoamericanos a los intentos hegemónicos de EEUU. En relación con al Paraguay escribió: Y dicen que se levantó, imponente de figura, el delegado del Paraguay, uno de los padres del Paraguay moderno, el generoso y sensato, señor José Decoud, y en párrafos que resplandecían como oro, dijo que al Paraguay le sobraban a la ves el decoro y el dinero, y que “no se podría prescindir del Paraguay impunemente ”. En su artículo “La conferencia de Washington”, escrito en Nueva York, 31 de marzo de 1890 escribe en relación con la actitud de los pueblos de América ante la conferencia comentaba: “Ni es posible ver sin júbilo, porque confirma el poder de nuestros pueblos para su gobierno y desarrollo, la identidad tácita con que, avisados desde el sigilo del corazón por aquel consejero sutil que puede más que la codicia de la tierra ajena o la desconfianza fronteriza, van como uno en lo esencial, por la sagacidad y nobleza características en América de la raza, los pueblos que no han dejado ver al extraño ropas caseras, ni las heridas que el hermano les ha hecho, ni sus recelos vecinales; sino que, sin más liga que la del amor natural entre hijos de los mismos genitores, han ido acercándose, en esta primera ocasión hasta palparse y entenderse, y ver, que cuando ronda la herencia, el primo artero que ha de heredar si los hermanos pelean, hay que salir a la defensa del hermano aborrecido, …” y agregaba: “Las familias de pueblos, como los partidos políticos, frente al peligro común, aprietan sus lasos. Acaso lave la culpa histórica de la conquista española en América, en la corriente de los siglos, el haber poblado el continente del porvenir con naciones de una misma familia que, en cuanto salgan de la infancia brutal, solo para estrechárselas tenderán las manos.” Sobre la actitud de los EEUU ante la reunión y en relación con el continente americano decía: “Estados Unidos, pletóricos y desdeñosos, han de ver por su plétora, antes de tachar la de otros, y de curar sus malas leyes antes de poner mano en las ajenas, en hablar, como por derecho natural, de la América castellana como una,-y de un vuelo, con las palabras que se necesitan para fabricar una maza, declarar sin provocación ni imprudencia, y sin parecer que lo declaraba, que los pueblos de América son entidades firmes y crecidas, que se conocen plenamente, viven abiertos al hombre en liza libre, y no entrarán en “aventuras peligrosas ”. 6. El destino manifiesto y la Doctrina Monroe. James Monroe en su comparecencia anual ante el Congreso de Estados Unidos, el 2 de diciembre de 1823, expuso las ideas que se convertirían en la base de la política aplicada por ese país respecto a Latinoamérica. El mismo afirmó que las potencias europeas no podían colonizar por más tiempo América, y señaló que éstas no deberían intervenir en los asuntos de las recientemente emancipadas repúblicas latinoamericanas. Previno a los estados europeos contra cualquier intento de imponer monarquías en las naciones americanas independientes y al marcar de este modo la diferencia entre Europa y América, subrayó la existencia de unos intereses americanos y, más concretamente, estadounidenses. Asimismo, exponía que únicamente Estados Unidos estaba destinado a completar la colonización de los territorios vírgenes de Norteamérica . La Doctrina Monroe no tuvo gran repercusión en Estados Unidos hasta la década de 1840, cuando el presidente James Knox Polk la aplicó para justificar la expansión territorial estadounidense. Recurrió a ella en 1845 como respuesta a las amenazas británicas en California y Oregón, y a los intentos de Francia y Gran Bretaña para impedir que Estados Unidos se anexionara Texas. Polk advirtió en 1848 que si Europa intervenía en la zona mexicana de la península de Yucatán, Estados Unidos conquistaría esta región. Esta política adquirió un nuevo significado durante las décadas de 1870 y 1880. Amparándose en ella, Estados Unidos prohibió la cesión de territorio americano entre potencias europeas y se arrogó el derecho a controlar con exclusividad cualquier canal que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico a través de Centroamérica. Esta última reivindicación fue reconocida por Gran Bretaña mediante el Tratado Hay-Pauncefote (1901). El gobierno estadounidense interpretó esta doctrina en un sentido más amplio cuando el presidente Stephen Grover Cleveland presionó con éxito a Gran Bretaña en 1895 para que sometiera a arbitraje la disputa sobre límites fronterizos entre la Guayana Británica (la actual Guyana) y Venezuela. En 1904, el presidente Theodore Roosevelt sostuvo que Estados Unidos podía intervenir en cualquier nación latinoamericana culpable de actuar incorrectamente en su política interior o exterior. El corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe justificó nuevas injerencias estadounidenses en los estados del Caribe durante el mandato de los presidentes William Howard Taft (1909-1913) y Thomas Woodrow Wilson (1913-1921). Este énfasis en el panamericanismo se mantuvo durante la II Guerra Mundial y la posguerra, cuando se firmó el Acta de Chapultepec (1945), que afirmó la ayuda mutua entre los países americanos frente a cualquier vulneración de su soberanía por un Estado no americano, lo que fue ratificado en el Tratado de Río de Janeiro (1947), en el que se afirmaba que atacar a una sola nación americana equivalía a atacar a todas. La creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) tenía como objetivo poner en práctica la Doctrina Monroe a través del panamericanismo. Argumentando el temor a que el comunismo se extendiera por Latinoamérica, Estados Unidos emprendió acciones unilaterales contra Guatemala (derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz Guzmán en 1954), Cuba (fracaso del desembarco de bahía de Cochinos en 1961), República Dominicana (apoyo a Joaquín Balaguer en 1965), Chile (contribución al derrocamiento de Salvador Allende en 1973), Granada (invasión de la isla en 1983, tras el golpe de Estado que había destituido al presidente Maurice Bishop), El Salvador y Nicaragua (respaldo al Ejército salvadoreño, en su lucha contra las guerrillas, y a la contra nicaragüense, que se enfrentaba al gobierno sandinista, en la década de 1980) sin consultar con sus aliados latinoamericanos. Aunque sin el aliento moral de los principios promulgados en la Doctrina Monroe, en 1989 y 1994 tuvieron lugar dos nuevas intervenciones militares de Estados Unidos en países latinoamericanos. En 1989, tropas estadounidenses invadieron Panamá para detener el gobierno de Manuel Antonio Noriega. En 1994, en cumplimiento de una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fuerzas militares de Estados Unidos invadieron Haití, para restablecer en el poder al derrocado presidente Jean-Bertrand Aristide. Conclusiones: En este trabajo se han analizado las bases históricas de la unidad Latinoamérica que se sustenta en el pensamiento de los padres fundadores de la independencia en el continente. Corresponde la Bolívar el sitiar de honor, seguido de cerca por muchos otros de los próceres independentistas de Latinoamérica incluido nuestro Héroe Nacional José Martí. Corresponde a las nuevas generaciones de Fidel, Chávez y Ego Morales ser continuadores de tan magna obra aún sin realizar. De ahí la importancia de comprender que los sentimientos de unidad se encuentran entre las mejores tradiciones de nuestros pueblos. En este momento crucial de la historia de nuestra América, en que ha llegado la hora de los sueños de Bolivar, según palabras de Fidel, la humanidad y sobre todo los pueblos del continente se levantan de nuevo para continuar la lucha hincada con el primer grito de independencia en Latinoamérica. Con Chávez y Fidel renacen en América los sueños de Bolívar y Martí. Se integran los pueblos de nuestro continente en lo político, en lo social y en lo económico con beneficios para todos. Se consolida nuestra posición de nación latinoamericana frente al poderío absoluto de los Estados Unidos y su ALCA que va en retroceso, mientras el ALBA avanza con pasos sólidos y se suma a lo que es hoy una realidad. A la alternativa imperialista del ALCA, que sólo sería una fórmula más para acrecentar la dependencia económica y política de la región, el proyecto socialista propuesto por Cuba y Venezuela, implica un modelo de integración al que a la común unificación comercial, monetaria y arancelaria, se le suma la solidaridad y un grupo de proyectos sociales que tienden a la solución de problemas esenciales de las grandes masas desposeídas, reafirmado su carácter humano y revolucionario. Bibliografía: Alberola Romá, A. y otros. Diez años de historiografía modernista. Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona, 1997. Bolívar, Simón. Decretos del libertador. 3 vols. Caracas: Sociedad Bliviana de Venezuela, 1961. Bulnes, Francisco. El verdadero Juárez y la verdad sobre la intervención y el Imperio. México, D. F.: Bouret, 1904. Egea, Antonio. Francisco Miranda. Madrid: Historia 16, 1987. Martí José. Obras Completas. Tomo 6, Págs. 76 – 101. Editorial © Centro de Estudios Martianos. 2001. Martínez, Nelson. Simón Bolívar. Madrid: Ediciones Historia 16 y Quorum, 1986. "Panamericanismo." Microsoft® Encarta® 2006 [CD]. Microsoft Corporation, 2005.