miércoles, 14 de agosto de 2013

Artur Shopenhacuer










MsC Elizabeth Azopardo Nunez



Introducción:

El irracionalismo metafísico es un sistema filosófico cuyos defensores hacen del absurdo, en alguna de sus formas, su categoría fundamental. En el sentido amplio, se considera como absurdo, todo aquello que no es compatible o coherente con un conjunto de creencias que se consideran probadas y verdaderas. En el sentido estrecho, se le atribuye a lo irracional, lo ilógico, lo lógicamente contradictorio o inconsistente, o lo que carece totalmente de sentido.

Modernamente, sobre todo a partir de Schopenhauer, se considera como absurdo aquello que carece de sentido ante una reflexión atenta, o aquello cuya causa o porqué nos resulta inabordable. Al respecto plantea Heidegger:[1] “Hablar de la superación de la metafísica puede significar también que la «metafísica» se adecua con el «platonismo», que se ofrece al mundo moderno en la interpretación que le han dado Schopenhauer y Nietzsche”.

En 1819 aparece la obra más importante de Arthur Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”. En 1841 publica, “Los dos problemas fundamentales de la ética” y reedita su obra fundamental, añadiéndole nuevos capítulos. En su primer prólogo a la obra, Schopenhauer remite los orígenes de su filosofía a Platón, Kant y hasta las Upanishad[2]. Su punto de partida es la afirmación kantiana de que «el mundo es una representación mía[3]». Tras esta afirmación de idealismo fundamental, el mundo así conocido no es más que fenómeno, apariencia, lo que la filosofía india llama «velo de Maya». A la cosa en sí sólo puede llegar el hombre por medio de la voluntad, ésta es la esencia del hombre y se manifiesta en su cuerpo, por el cual el hombre es también mundo. En ella, además, ve la esencia de todas las cosas: por la voluntad, su filosofía es, por lo mismo, una filosofía de la voluntad.

La voluntad es una actividad superior del psiquismo humano, orientada a la acción, entendida como capacidad de determinarse uno mismo, o sea, la libertad, teniendo en cuenta los fines que se representa la razón. O simplemente el querer. En la escolástica, la voluntad es el apetito racional, el deseo sometido a la racionalidad o al entendimiento y la capacidad de llevar a cabo decisiones libres; así como también, el acto mismo de esta capacidad. En la actualidad el concepto de voluntad se critica tanto desde la filosofía analítica como desde algunas corrientes de psicología, como el conductismo.

El irracionalismo filosófico de Schopenhauer ha influido en filosofía y literatura; Kafka, Thomas Mann o Musil, en literatura, y Eduard von Hartmann, Bergson, Nietzsche y Freud, en filosofía, son deudores suyos, de ahí la importancia del estudio del tema.

El trabajo que se expone a continuación tiene como objetivo el comentario de la obra “El mundo como voluntad y representación”, de Artur Schopenhauer.


Desarrollo:


1. ¿Qué es el mundo como representación?

La metafísica propiamente dicha, describe los rasgos más generales de la realidad, pero si se le pregunta a Schopenhauer ¿qué es el mundo? responde diciendo que es representación, fuerza y voluntad. Fuerza ciega y voluntad insatisfecha, aspiración, deseo, dolor, tragedia. Al respecto plantea:

“Ésta es una verdad aplicable a todo ser que vive y conoce, aunque sólo el hombre puede llegar a su conocimiento abstracto y reflexivo; cuando a él llega, ha adquirido al mismo tiempo el criterio filosófico Estará entonces claramente demostrado para él que no conoce un sol ni una tierra, sino únicamente un ojo que ve al sol y una mano que siente el contacto de la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, única y enteramente en relación a otro ser: el ser que percibe, que es él mismo[4]”.

Immanuel Kant empleó el término ‘representación’ para referirse a un acto de experiencia mental, que posee un carácter epistemológico y puede ser analizado en cuanto tal. Para él el hombre tenía conciencia de las cosas en sí; como la tenía de sí mismo como tal[5]. Para Kant el fenómeno no es más que la realidad posible para el conocimiento humano, y el noúmeno constituye el límite de este conocimiento. Prefería percibir los fenómenos mundanos como una realidad parcial, limitada por la propia incertidumbre de su existencia; tan solo cerciorada por la ratificación de la mente, dueña y señora del yugo de la razón, y por tanto, encargada de juzgar su verdadera representación. Para Schopenhauer es apariencia, ilusión, sueño, y el noúmeno es la realidad que se oculta detrás del sueño y la ilusión.

Al respecto planteaba: “No hay verdad alguna que sea más cierta, más independiente de cualquiera otra y que necesite menos pruebas que ésta; todo lo que existe para el conocimiento, es decir, el mundo entero, no es objeto más que en relación al sujeto, no es más que percepción de quien percibe; en una palabra: representación”. Y agregaba: “…esta verdad capital fue conocida desde los primeros tiempos por los sabios de la India, puesto que es el principio fundamental de la filosofía Vedanta atribuida a Vyasa. «EI dogma fundamental de la escuela Vedanta no consiste en negar la existencia de la materia, es decir, de la solidez, impenetrabilidad y extensión (negar esto sería insensato), sino en rectificar la opinión vulgar en este punto y en afirmar que la materia no tiene existencia independiente de la percepción mental, puesto que la existencia y perceptibilidad son términos convertibles uno en otro”. Este pasaje expresa con suficiente claridad la coexistencia de la realidad empírica con la idealidad trascendental.

Entre los detractores mas evidente de esta tendencia se encuentran los materialistas dialécticos, los cuales conciben la realidad como un fenómenos totalmente independiente a la conciencia y que existe ajena a ésta. Al respecto plantea Marx: “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia[6]”.


2. El estado ético y la voluntad:

Para Schopenhauer una voluntad universal es la realidad esencial y la voluntad de los individuos forma parte de ella. En su visión, la voluntad domina todos los demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en la vida. El camino de acceso al noúmeno que Schopenhauer descubre es la voluntad infinita. Para él la realidad es voluntad irracional.

El estado ético, para él, se alcanza por la negación de la voluntad de vivir, la cual considera origen de todo mal. Opina que durante la vida, la voluntad del hombre está sin libertad. Su conducta siempre se basa en su carácter invariable. Está ligada a la cadena de los motivos, regida por la necesidad. La muerte, pues, desata estos lazos. La voluntad vuelve a ser libre. En este sentido sigue la tradición vedista. Para los Vedas la muerte es el momento de la liberación de una individualidad estrecha y uniforme. Según Schopenhauer, de aquí procede, al parecer, esa expresión de paz y sosiego que se dibuja en el rostro de la mayor parte de los muertos. Desembocando así en un pesimismo que tiende a negar y suprimir toda la realidad. La voluntad infinita es desdicha y dolor.

Considera que la muerte del hombre es dulce y tranquila, lo cual admite como un privilegio del hombre resignado, de aquel que renuncia a la voluntad de vivir y reniega de ella, porque él sólo quiere una muerte real, y no aparente[7].

El propio Nietzsche, uno de sus seguidores, critica esta posición del autor, al exponer la mutilación del concepto voluntad que significa la afirmación anterior. Al respecto plantea: “Se ha borrado el carácter de la voluntad amputándole su contenido, su dirección; lo que él llama la «voluntad» no es más que una fórmula vacía. Todavía menos equivale a un «querer-vivir», ya que la vida es sólo un caso particular de la voluntad[8]”.

Para Schopenhauer, la voluntad impide la piedad y la compasión, lo que manifiesta las reminiscencias cristianas de su filosofía. Tras la negación de la voluntad, para él sólo queda la nada. Se declara partidario y profeta de la liberación y la voluntad de vivir y halla el camino de la liberación en el ascetismo[9] Sin embargo personalmente aún no se siente empeñado en esta tarea. Prefería percibir los fenómenos mundanos como una realidad parcial, limitada por la propia incertidumbre de su existencia; tan solo cerciorada por la ratificación

Su principal error al respecto –según Nietzsche- era creer que la necesidad, el instinto, el impulso, son lo esencial en la voluntad.

En este sentido sigue la escuela de Aristóteles, santo Tomás de Aquino y René Descartes, para quienes la voluntad es el agente del alma racional que gobierna los apetitos puramente animales y las pasiones.

No obstante, tanto filósofos como psicólogos anteriores y posteriores a Schopenhauer se oponen a este punto de vista: Para Kant, la voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son la misma cosa[10]. Algunos filósofos empíricos, como David Hume[11], no cuentan con la importancia de las influencias racionales en la voluntad; consideran la voluntad dirigida sobre todo por la emoción. Filósofos evolucionistas como Herbert Spencer y pensadores pragmáticos como John Dewey, conciben la voluntad no como una facultad innata sino como el producto de la experiencia que evoluciona de una forma gradual como las ideas y la personalidad individual en la interacción social.

Los psicólogos por otra parte, asumen la voluntad como un aspecto o cualidad de la conducta, más que como una facultad diferenciada: es la persona la que dispone. Este acto de voluntad se manifiesta: primero, en la fijación del interés sobre metas más o menos distantes y modelos y principios de conducta abstractos hasta cierto punto; en segundo lugar, al ponderar vías alternativas de acción y efectuar acciones deliberadas que parecen mejor calculadas para servir a principios y metas específicos; tercero, en la inhibición de impulsos y hábitos que pudieran distraer la atención, o entrar en conflicto con un principio o un fin, y, por último, en la perseverancia frente a obstáculos y frustraciones en la persecución de metas y en la adhesión a principios establecidos previamente.

Los materialistas dialécticos asumen la voluntad desde este último punto de vista, o sea como la capacidad del hombre de realizar sus propósitos dirigidos a un fin concreto. Al respecto Marx plantea: “El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad. Y esta supeditación no constituye un acto aislado. Mientras permanezca trabajando, además de esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad consciente del fin a que llamamos atención, atención que deberá ser tanto más reconcentrada cuanto menos atractivo sea el trabajo, por su carácter o por su ejecución, para quien lo realiza, es decir, cuanto menos disfrute de él el obrero como de un juego de sus fuerzas físicas y espirituales[12]”.

No obstante, los materialistas dialécticos reconocen que no es en última instancia la voluntad del hombre la que determina los resultados de su acción, por el contrario, son las condiciones sociohistóricas la que imponen su impronta. Al respecto decía Engels: “Los fines de los actos son obra de la voluntad, pero los resultados que en la realidad se derivan de ellos no” …. “La inconsistencia no está en admitir móviles ideales, sino en no remontarse partiendo de ellos, hasta sus causas determinantes.[13]


Conclusiones:

Tradicionalmente se ha sostenido que el dolor solo existe negativamente como ausencia de bienestar; que el mal solo existe como ausencia del bien. Schopenhauer sostiene lo contrario: la maldad es lo que en realidad posee una existencia positiva. El dolor es el pan nuestro de cada día, y el placer tan solo es la ausencia de dolor.

Podría parecer, después de lo expuesto, que Schopenhauer es un pensador desesperanzado, el cual ante la interrogante que se deriva del problema de la existencia -vivir o no vivir- responde que no hay salida alguna. La respuesta es sencilla, aunque no por eso menos escandalosa; la repuesta es sufrir. Para Schopenhauer esta vida no tiene otro fin inmediato que no sea el sufrimiento; respuesta que expone claramente en El mundo como voluntad y representación.

Sin embargo, reconoce el valor estético de la vida. Ello no significa que el arte sea el mejor camino de salvación para negar la voluntad de vivir según el autor; simplemente es una forma de expresar -al igual que: vivir es sufrir, y sufrir es la única finalidad de nuestra vida- que la vida es un fin en sí misma. Es decir, no porque vivir sea sufrir, y el sufrimiento sea el sentido de la vida, estamos condenados a no encontrar belleza en nuestra existencia o imposibilitados a hacerlo. Sin importar si la vida es sueño, farsa o tragedia, experimentamos placer estético al contemplar y al actuar nuestra historia personal y su desenvolvimiento afortunado o desgraciado.


Bibliografía:

Engels, F. Ludwin Feurbach y el fin de la Filosofía Clásica Alemana. OE en dos tomos. Tomo 2 Págs.389 y 390. Edit. Progreso 1971.
Heidegger, M.  Superación de la metafísica. En: Ensayos y conferencias. De F. Canals, Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder,  Barcelona 1982, p.277-281.
Hume, D. Investigación sobre el entendimiento humano, Sec. 7, parte 1 (Alianza, Madrid 1994, p. 86-88).
Kant, I. Crítica de la razón pura, Estética trasc., Alfaguara, Madrid 1988, 6ª ed., p. 82-83).
Kant I. Crítica de la razón práctica, cap. 3 Losada, Buenos Aires 1977, 4ª p. 105.
Marx, C. Contribución a la crítica de la Economía Política, Alberto Corazón, Madrid 1970, p. 37.
Marx, C. El Capital, F.C.E., México, Vol. 1, 1973, p.130-131.
Kant E. Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Espasa Calpe, Madrid 1994, 10ª ed., p. 130).
Nietzsche, F La Voluntad de Poder, libro II, § 23, y libro IV, § 43. De la selección de textos En torno a la Voluntad de Poder, Península, Barcelona 1973, p.104-105.
Shopenhacuer, A. El mundo como voluntad y representación, Orbis, Barcelona 1985, vol. I, p. 17-18.

 




[1] Heidegger, M.  Superación de la metafísica. En: Ensayos y conferencias. De F. Canals, Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder, Barcelona 1982, p.277-281. 
[2] La filosofía vedanta se convirtió en una de las principales del hinduismo. Estaba basada en interpretaciones de la antigua literatura hinduista (sobre todo los Upanisad y los Aranyakas) y entre sus principios incluía la transmigración de las almas.
[3] Kant, I. Crítica de la razón pura, Estética trasc., § 8, B 59 (Alfaguara, Madrid 1988, 6ª ed., p. 82-83).
[4]Shopenhacuer, A. El mundo como voluntad y representación, Orbis, Barcelona 1985, vol. I, p. 17-18.
[5] Kant I. Crítica de la razón práctica, cap. 3 (Losada, Buenos Aires 1977, 4ª ed., p. 105).
[6] Marx, C. Contribución a la crítica de la Economía Política, Alberto Corazón, Madrid 1970, p. 37.
[7] Ob. Cit., p.237-241.
[8] Nietzsche, F La Voluntad de Poder, libro II, § 23, y libro IV, § 43. De la selección de textos En torno a la Voluntad de Poder, Península, Barcelona 1973, p.104-105.
[9] Género de vida caracterizado por una sobriedad extrema en la satisfacción de las necesidades, por una renuncia máxima dentro de lo posible, a todos los bienes con el fin de alcanzar un ideal moral o religioso.
[10] Kant E. Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Espasa Calpe, Madrid 1994, 10ª ed., p. 130).
[11] Hume, D. Investigación sobre el entendimiento humano, Sec. 7, parte 1 (Alianza, Madrid 1994, p. 86-88).
[12] Marx, C. El Capital, F.C.E., México, Vol. 1, 1973, p.130-131.
[13] Engels, F. Ludwin Feurbach y el fin de la Filosofía Clásica Alemana. OE en dos tomos. Tomo 2 Págs.389 y 390. Edit. Progreso 1971.